En 2003, Cheniere Energy, con sede en Houston, decidió construir un gran terminal para importar gas natural. La producción local de gas estaba cayendo, los precios estaban elevados y Estados Unidos enfrentaba grandes importaba grandes cantidades de gas natural licuado (GNL) para satisfacer la creciente demanda.
Pero así no fue como se desarrollaron las cosas. “Cometimos los mismos errores que otros”, dijo Jean Abiteboul, director de marketing de Cheniere. “Subestimamos la magnitud del gas de esquisto (shale)”.
A medida que Cheniere construía su terminal de GNL, la industria petrolera estaba destrabando las vastas reservas de gas atrapadas en densas rocas de esquisto desde Pensilvania a Texas. Las técnicas como el “fracking” (fractura hidráulica de la roca) y la perforación horizontal provocaron un auge de producción. Gracias al shale, Estados Unidos superó a Rusia en 2010 como el mayor productor mundial de gas natural.
Con el shale causando una superabundancia inesperada en Estados Unidos, Cheniere, que comenzó como un pequeño explorador petrolero, tomó una decisión radical: en vez de importar GNL, lo exportaría. Este giro subraya tanto la escala de una revolución que ha transformado el panorama energético de EEUU como las repercusiones del boom que se están comenzando a sentir más allá de Estados Unidos.
Cheniere es una de una cantidad de empresas que planean exportar el superávit de gas estadounidense -y a precios mucho menores que los establecidos por otros productores. Para los mercados de la energía a nivel global, esa es una posibilidad de proporciones enormes. “Esto va a tener grandes implicancias para los exportadores tradicionales de gas”, planteó Fatih Birol, economista jefe de la Agencia Internacional de Energía, el monitor de la industria occidental. “Todos ellos están preocupados. Tienen un competidor entrando al Mercado que produce gas a un costo mucho más bajo”.
Esto podría redefinir a un mundo de gas dominado largamente por un puñado de superpotencias energéticas -Rusia, Qatar y Argelia. Los gasoductos que conectan a Rusia con los consumidores en Europa han creado una red de dependencia que ha evolucionado por generaciones.
Estas relaciones enfrentan un desafío sin precedentes. Desde Reino Unido a Argentina, desde Sudáfrica a México, los países están despertando un valor potencial de reservas de shale gas locales. De pronto, una nueva ola de productores de gas parece lista para emerger y amenazar un antiguo oligopolio.
Estos cambios significan que para productores como Gazprom de Rusia, el futuro se ve mucho menos seguro que lo que parecía hace una década. Algunos de sus clientes, como Polonia, están explorando depósitos que podrían reducir drásticamente su dependencia respecto de las importaciones de Rusia. China también tiene tanto shale gas que podría desechar planes de importar grandes cantidades de Rusia a través de un nuevo gasoducto desde Siberia.
Esto se definirá a lo largo de los años, pero lo que tendrá un impacto más inmediato en los mercados globales es la manera como se están valorizando las exportaciones de gas de Estados Unidos.
Por décadas, el GNL se ha vendido bajo contratos de 20 años indexados al precio del petróleo. Los contratos de exportación de Cheniere están relacionados, en cambio, a los precios del gas estadounidense , que han caído a sus mínimos en 10 años por el auge del shale gas. Los acuerdos de Cheniere son un “gran hito”, plantea Jonathan Stern, profesor del Instituto Oxford para Estudios de Energía. “Por primera vez, alguien con un proyecto real y clientes reales está diciendo: “Podemos vender GNL a Asia sobre una base diferente -es decir, no indexada al precio del petróleo”.
Es difícil exagerar el significado de este cambio y sus consecuencias para el modelo de negocios de los grandes proveedores de gas. Empresas incluyendo Gazprom podrían quedar bajo presión por parte de sus clientes para reconfigurar sus contratos y aliviar el vínculo con el precio del petróleo.
Las exportaciones estadounidenses no sólo serían baratas -también podrían ser abundantes. Se han propuesto ocho proyectos con una capacidad exportadora total de 120 millones de toneladas por año, según Wood Mackenzie, una consultora. Si todos son aprobados y construidos, Estados Unidos podría convertirse en uno de los mayores productores de GNL. Qatar, el actual líder mundial, tiene una capacidad de producción de 77 millones de toneladas al año.
Canadá también tiene ambiciosos planes de exportación: su Directorio Nacional de Energía recientemente entregó licencias para dos terminales de exportación de GNL en Kitimat, un puerto en el norte de las costas de British Columbia en el Pacífico, las que tendrán una capacidad de 12 millones de toneladas por año.
“Supongamos que para fines de esta década se transporten entre 60.000 millones y 100.000 millones de metros cúbicos al año de GNL desde EEUU y Canadá yendo a Asia. Esto añadiría un 20% al comercio global de GNL” dijo Stern. “El mundo nunca volverá a ser el mismo”.
Aunque preocupante para los proveedores de gas establecidos, esta es una buena noticia para los consumidores. Mayor cantidad de gas debería significar precios más bajos y una menor probabilidad de escasez de suministro.
“Una mayor diversidad de la oferta es algo bueno en un mercado que está creciendo rápidamente”, señala De la Rey Venter, director de Global LNG en Royal Dutch Shell. “Cualquier país donde el gas representa el 20%-30% de la matriz energética no se siente cómodo estando en deuda con sólo dos o tres proveedores”.
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