CUANDO se instala en el debate que las figuras de la Concertación vuelvan o no a la primera línea política, uno de los primeros nombres que aparece es el de Gutenberg Martínez. Ex diputado, ex presidente de la Cámara y líder de la Democracia Cristiana en dos oportunidades, el actual consejero nacional del partido ha retomado el protagonismo que tuvo en los 20 años de la Concertación y se instala nuevamente como una de las voces experimentadas del oficialismo para analizar el momento de La Moneda de Michelle Bachelet y los desafíos para 2015. Apunta a errores en el sistema de toma de decisiones que hoy tiene el Gobierno. Prende las alarmas y llama a hacerse cargo de la situación económica antes que esto pase la cuenta en las municipales, parlamentarias y presidenciales.
¿Cómo evalúa el diálogo que ha tenido La Moneda, y en particular el comité político, con los partidos de la Nueva Mayoría?
-Siempre hago el distingo entre la Concertación y la Nueva Mayoría. En la presentación de un libro con Carlos Ominami, coincidíamos que son evidentes las diferencias. La Concertación, en palabras de Carlos, era un acuerdo de mayor calado, profundidad y extensión, una alianza política de largo plazo. La Nueva Mayoría es un acuerdo político programático para respaldar al actual Gobierno y eso implica que los desafíos en la Nueva Mayoría para construir los acuerdos son mayores y, por tanto, las necesidades de tener una mayor conducción política también son mayores. Cuando yo tengo una coalición como la Concertación, la conducción del proceso, el liderazgo desde el Gobierno siempre era exigente, pero yo diría más fácil por el grado de acuerdo. En la Nueva Mayoría, en que evidentemente tenemos más diferencias, la conducción política es mucho más necesaria, mucho más exigente para los efectos de la Presidenta como de los ministros del área política. No sólo en términos de conducción, también respecto del sistema decisional, que tiene que ser más perfecto, claro, rápido, oportuno; más capaz de encauzar las diferencias entre nosotros, en lo posible consensuarlas, y dejar que el dirimirlas sea lo menos posible, de tal manera que la solución no deje resquemores.
¿Las mejoras en la conducción se realizan con mejores conductores o con un mejor camino?
-Creo más en los esquemas, porque además de lo que implica esta necesidad de un acuerdo como la Nueva Mayoría, hay que agregarle la necesidad de las reformas que se plantean y que en el camino nos han surgido nuevos desafíos que no se tuvieron muy presentes al momento del diseño del programa. La desaceleración se concibió más como una coyuntura de corto plazo, pero no como un fenómeno que pudiera afectar casi todo el período de Gobierno. Cuando Hacienda hace una proyección de 3,6% lo que está diciendo es que más bien la desaceleración es un proceso que afecta a todo este Gobierno y, por lo tanto, se nos viene encima el problema de la economía como un problema no pensado, y todos sabemos: la economía y los efectos sociales es obviamente un problema prioritario. Entonces, tenemos las dificultades de una Nueva Mayoría que es un acuerdo más amplio que el anterior, que tiene menos grados de afiatamiento, menos grados de acuerdo y coincidencias, que hace mayores exigencias a la conducción política. Surgen problemas nuevos como la economía, altas tasas delincuenciales, como problemas heredados como el Transantiago, todo eso hace que estructuralmente el tema del refuerzo en la conducción política o diseño y hasta se podría pensar en rediseño del sistema decisional. Son cuestiones metodológicas que, dicho en términos positivos, se deben perfeccionar o subsanar. Estas cosas no hay que personalizarlas, hay que mirarlas desde un punto de vista politológico, lo claro es que las exigencias son mayores.
Cómo Democracia Cristiana, bajo el esquema de hoy, ¿siente que hay un diálogo directo con quienes toman las decisiones?
-Con franqueza, escucho en todos los partidos una falencia sobre la materia. La necesidad de mejorar la etapa prelegislativa es una afirmación que cruza todos los partidos, la opinión crítica en cuanto a pensar que la reforma educacional debiera haber partido con un eje en el mejoramiento de la educación pública, creo que la manifestaron todos los partidos y eso se vio porque no fueron invitados a la generación del proyecto. Se señaló al comienzo del proceso que no habían expertos en materia educacional de los partidos en la elaboración del mismo, tanto es así que en las reuniones de comité político se planteó y se ha planteado la necesidad de generar algún tipo de mecanismo que permita hacer aquello, por lo tanto, creo que ahí hay un problema sistémico de cómo los partidos participan, de cómo hacen ver legítimamente su aporte de mejor modo en el Gobierno, y cómo el Gobierno es capaz de articular aquello.
¿A su juicio el tan temido cambio de gabinete no es hoy la solución a los problemas?
-Las típicas conversaciones o anuncios de quienes no toman las decisiones en esto tienen muy poca importancia, no conduce a nada. Hoy en toda organización moderna la autoevaluación sistémica, es decir, como procedimiento, es un método moderno de buena administración. No es la evaluación como procedimiento sancionatorio a alguien que lo ha hecho mal, sino que es la autoevaluación como método de aseguramiento de la calidad. En esa lógica creo que un Gobierno de cuatro años tiene que tener un sistema de autoevaluación permanente, sobre todo es muy importante las primeras etapas de evaluación, porque una autoevaluación eventualmente negativa, si se demora mucho en el tiempo, si culmina con el cambio de alguien y se hace, por lo tanto, tardíamente, ya no va a producir efectos. Por tanto, yo sí creo que sistémicamente un buen Gobierno tiene que tener un sistema de autoevaluación permanente que evite esto de cambios o no cambios de gabinete.
Hoy se cuestiona que los ministros están poco empoderados, excepto el ministro del Interior. ¿Comparte ese diagnóstico?
-No sé porque no tengo mayores luces sobre la materia, no participo en ninguna instancia de diálogo con el Gobierno ni menos decisional. Tengo la impresión que no hay un sistema decisional claro para todo el mundo. Por ejemplo, en un régimen presidencial, los consejos de gabinete son institucionales, periódicos y deliberantes, es decir, Presidentes que les interesa trabajar en equipo con sus ministros y ponen temas de discusión y finalmente toman una decisión. Ha habido otras visiones en que el consejo de gabinete es una instancia de coordinación en que el Presidente dirige su Gobierno. Hay otra metodología que el consejo de gabinete es más bien una instancia de instrucción para fijar una determinada línea o para responder frente a una determinada coyuntura y a partir de eso hay distintos roles. El jefe de gabinete, en algunos casos lo es propiamente tal, en otros es una suerte de primus interpares y en otros una prelación para los efectos de suceder en el caso que el Presidente viaje fuera de Chile y asumir la Vicepresidencia de la República. Lo importante en esto es que haya un sistema decisional que sea claro porque eso hace que todos los que participan tengan su rol. Es clave que el ministro sepa efectivamente cuál es su grado de mando en el área que le es propia.
En entrevista con PULSO, Camilo Escalona dijo que si no se dimensionaba el impacto del frenazo económico esto se iba a traducir en un rechazo a las reformas. ¿Esa debe ser la prioridad del 2015?
- Creo que sí. El eje permanente nuestro siempre fue y debe seguir siendo más y mejor democracia como objetivo permanente de nuestro Gobierno y en economía la fórmula de crecimiento con equidad, eso es lo más importante. La falta de crecimiento genera costos en equidad, por lo tanto, esa es una cuestión clave y el entender que tasas del 3% no nos permiten avanzar y necesariamente van a generar costos en la población, porque además es un país que está acostumbrado a una dosis de progreso, por así decirlo: razonable, y por lo tanto es admisible en la conciencia ciudadana por un tiempo, por un año, por lo que pueda ser una sensación de crisis, pero si entramos es en una suerte de frenazo estructural, sin duda se nos transforma en un problema político de magnitud y tenemos elecciones municipales y el siguiente (año) elecciones parlamentarias y todo lo que viene. Hubo un error en no diagnosticar bien lo que venía en la economía, no tan sólo de los que estuvieron en el programa, sino también buena parte de los que están más pendientes en el área económica.
En este escenario, ¿qué tan complejo se hace avanzar en la reforma educacional?
-Las reformas o los cambios en educación requieren un grado de acuerdo de la sociedad mayor que otras cosas. Una reforma educacional que uno aprueba con mayorías que pueden ser circunstanciales, pero que no necesariamente se mantienen en el tiempo, no pueden ser objeto de una rediscusión a los tres o cuatro años, requieren tener validez en el tiempo. Aquí ha faltado diálogo y participación.
¿Es un eslogan entonces que es una reforma educacional ciudadana, participativa, como se ha dicho desde el día uno
- No es un eslogan, es un propósito que no hemos cumplido todavía enteramente. Es muy importante cumplirlo. Esto es una parte de una reforma educacional, uno de los problemas que tenemos es una visión sistémica de cómo se articula la reforma en su globalidad. Esto no es el corazón de la reforma, el corazón de la reforma tiene que estar en el tema de la calidad. Si se aprueba como se ha dicho a comienzos del próximo año, entraría a aplicarse el 2016, pero sus efectos reales comienzan a vivirse más el 2017 y fundamentalmente desde el 2018 en adelante, por lo tanto, no se van a percibir todos los efectos de esta reforma en su globalidad, de la cual desconocemos algunas aspectos sustanciales. Por lo mismo, el clarificar todo el mapa, llegar a acuerdos y darle la densidad, corresponde hacerlo en este tiempo.
¿Con Nicolás Eyzaguirre a la cabeza?
-Siempre he pensado que el ministerio de Educación era y es el más complicado, más exigente, más difícil y, por lo tanto, quien lo asumiese más bien necesitaba una consideración, hasta una admiración especial, porque objetivamente está haciendo un sacrificio por el bien de Chile. Uno tiene que ser muy objetivo y si tiene formulaciones críticas tiene que hacerlas a partir de ese reconocimiento. Cuando uno se mete al baile, tiene que bailar y va a ser juzgado por su calidad de bailarín. A mí lo que me importa es la calidad del proceso.
En este escenario, instalar el tema de una nueva Constitución, como se ha propuesto el Gobierno a partir del 2015, ¿hace más complejo el andar de la administración Bachelet?
-Osvaldo Andrade ha hablado de la necesidad de fijar una hoja de ruta, yo creo que es evidente que uno tiene que tomar el programa y estos nuevos problemones que han surgido y tiene que poner todo eso arriba de la mesa como un cuadro de estado mayor, tiene que colocar las promesas, los desafíos y los recursos materiales, humanos, las capacidades políticas y el tiempo. Lo que se hace es una planificación estratégica y sobre esa base definir un plan estratégico o una hoja de ruta, definir prioridades en el tiempo, ese es un ejercicio que evidentemente necesitamos hacer. En el tema constitucional, más importante que discutir el método, que ya está claro y definido que en todo caso deberá ser siempre institucional, es definir qué se quiere hacer, porque a mi juicio es absurdo comenzar a discutir los procedimientos antes que los contenidos. P