Haroldo Brito, de 69 años, no es el ministro más antiguo de la Corte Suprema. La tradición reza que el juez que lleva más años sea el candidato natural para presidir el Poder Judicial (PJUD). Antes que él llegaron a la máxima judicatura los ministros Patricio Valdés, Héctor Carreño y Carlos Künsemüller. Sin embargo, ellos ya expresaron -por diversos motivos- no querer asumir la presidencia de la Corte Suprema, por lo que le dejaron el camino despejado a Brito, quien ha manifestado su interés para ejercer el cargo.
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Este viernes la situación se zanjará cuando el pleno de la Corte Suprema vote y elija a quien se convertirá en el trigésimo séptimo presidente de su historia, cargo que será ejercido por el período 2018-2020.
Considerado dentro del ala progresista de la judicatura, el nombramiento de Brito como presidente del máximo tribunal se anticipa hasta ahora como seguro. Trascendió que su único contendor que quedaba en carrera, el también "supremo" Guillermo Silva, manifestó que el cargo tampoco estaba en sus prioridades y que votaría por su amigo Brito.
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No obstante, su elección podría no darse por unanimidad. Algunos sectores de la Suprema han planteado sus reparos para visar el ascenso de Brito, principalmente porque su relación de pareja con la fiscal judicial del máximo tribunal, Lya Cabello, genera ruidos, inhabilidades e interferencias en el funcionamiento de la magistratura. Se alega que su relación con Cabello es "incompatible" con el cargo, no por una inhabilidad, sino que por un tema "ético". Por ese motivo, el juez a mediados de año se trasladó de la Sala Penal a la Laboral.
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Trayectoria
Brito lleva nueve años como integrante del máximo tribunal. Fue confirmado por la unanimidad del Senado en 2008, durante la primera adminitración de Michelle Bachelet, para llegar a la Suprema.
En líneas generales, partió en el Poder Judicial como juez de Letras de Los Andes, de ahí pasó como relator a la Corte Apelaciones de Santiago y al Quinto Juzgado del Crimen de Valparaíso.
En los años ochenta asumió como juez del Segundo Juzgado del Crimen de Santiago y, ya finalizando esa década, en 1989, fue fiscal suplente de la Corte de Apelaciones de la capital. Ese mismo año llegó a ser relator de la Corte Suprema.
En 1996 se desempeñó como ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago y, casi diez años después sería propuesto para integrar el pleno del máximo tribunal.
Es admirado en el PJUD por ser uno de los pocos jueces que durante el régimen militar intervino a favor de presos políticos, acogiendo recursos de amparo cuando era juez en Valparaíso, y logrando la liberación, a inicios de los años 80, de un grupo de universitarios que habían sido detenidos por agentes del Estado. Además de su perfil garantista, se le reconoce su carrera gremial ocupando cargos en la Asociación de Magistrados e incluso en asociaciones internacionales de jueces.
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Uno de los principales legados de Brito al sector judicial es haber fundado, junto al académico Hernán Correa de la Cerda, el Instituto de Estudios Judiciales (IEJ), que antes de la Academia Judicial se involucró en la formación de magistrados.
Según varios personeros ligados al mundo judicial, la elección de Brito a la cabeza del máximo tribunal fortalecería la idea de separar la función jurisdiccional de los tribunales y dejar en un consejo de la judicatura la administración de los recursos y temas de personal, como ascensos, disciplinarios y evaluaciones.
En 2012, dijo que no era partidario de que todo tipo de debates llegaran a manos de la Corte. "Me quedo con la convicción de que todas las opiniones están en un mismo sentido: es absolutamente imprescindible contar con un mecanismo de selección de casos (..). No es posible que la Corte asuma todos los asuntos que se le proponen", sostuvo en un seminario ese año en la Universidad de Chile. Añadió que su propuesta incluía "pensar en una Corte Suprema de composición con un número mucho más acotado, con una capacidad de seleccionar sus asuntos y con deberes de justificar sus resoluciones".
Actualmente preside la Cuarta Sala (laboral) de la Corte Suprema, instancia que con su llegada vio reforzada la línea de fallos "pro operario" o "pro trabajador". De asumir como presidente del máximo tribunal, dejaría de integrar ésta y cualquier otra sala, por lo que se abriría un cupo que tendrá que ser llenado por otro ministro del pleno o uno de los nuevos que llegue.
Respecto de la relación con el próximo gobierno de Sebastián Piñera, dicen que no podrá esperarse de él un estilo incendiario ni una agenda propia, ni desapegada de la doctrina clásica de la judicatura. "Es un fanático institucional", aseguran en el PJUD y agregan que si bien Brito coincide en algunos aspectos con el "activismo judicial" del también ministro de la Suprema Sergio Muñoz, en los momentos decisivos tratará de adoptar una postura más mesurada.
También ha trascendido que Brito es partidario de avanzar en el debate de una nueva Constitución, aunque precisan que si asume como presidente de los jueces va a asumir una posición más institucional sobre la materia, la que deberá ser fijada por el pleno de ministros.
Proceso de renovación mayor
La casi segura investidura de Brito a la cabeza del máximo tribunal se concretaría entre enero y febrero. Justo en ese período la Corte Suprema empezará a experimentar una renovación aún más significativa, al cumplir ocho de sus 21 integrantes la edad tope de 75 años. En todos esos casos, y a partir de la quina que confeccione el pleno, el próximo Presidente de la República Sebastián Piñera deberá escoger un nombre para someterlos a la ratificación de los dos tercios del Senado.
Dentro del calendario judicial aparece que el ministro Patricio Valdés cumplirá 75 años en febrero, y aunque en teoría su sucesor podría ser nominado por el gobierno saliente de Michelle Bachelet, no es claro que se den los tiempos para ese proceso.
Milton Juica y Carlos Cerda, dos de las figuras con mayor ascendiente en el mundo judicial, se jubilarían en junio, y más adelante, en 2019, lo harían Héctor Carreño y Hugo Dolmestch.
En el año 2020 dejará su cargo Lamberto Cisternas y en 2021, Carlos Kunsemüller y Rosa María Maggi.P