Vivimos tiempos de inclusión en educación. Contamos con un marco regulatorio que disminuye los factores que generan exclusiones, por lo que nuestras aulas son y serán cada vez más heterogéneas. ¿Es suficiente el término de la selección para asegurar la inclusión en nuestro sistema escolar? Probablemente no.
Sabemos que no todos los niños y niñas aprenden de la misma forma, ni al mismo ritmo. Esta diversidad es, al mismo tiempo, un complejo desafío para los docentes y un recurso que permitiría implementar experiencias de mayor colaboración entre los mismos estudiantes.
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Una inclusión pedagógica efectiva requiere de al menos dos elementos. Los educadores requieren más tiempo para planificar inclusivamente las actividades al interior del aula. Si bien se han realizado esfuerzos por incrementar el tiempo remunerado para desarrollar actividades no lectivas, esto probablemente no será suficiente sino se aplican estrategias que reduzcan drásticamente el tiempo que los docentes utilizan para actividades administrativas.
El segundo factor es el levantamiento de información para el diseño de las experiencias de aprendizaje de los estudiantes. La implementación de plataformas de evaluación tempranas y adaptativas, ha permitido reconocer el alto impacto que la información oportuna tiene en los equipos de planificación escolar de los establecimientos que implementan esta opción
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La inclusión escolar implica reconocer que nuestras aulas son un espacio respetuoso y acogedor de la diversidad e identidad de cada estudiante. No basta entonces con regular las condiciones que impidan exclusiones de ingreso a los establecimientos escolares, también es fundamental que esta igualdad de condiciones se viva dentro de la sala de clases.
*El autor es director Pedagógico de Colegium.