La inflación es la más caprichosa de las variables económicas y los bancos centrales son maldecidos con la responsabilidad por ella. Ha desafiado todos los pronósticos en Estados Unidos durante los últimos cinco años y, una vez más, la perversidad general de la inflación complica la vida para la Reserva Federal.
El problema de la Fed es que su guía preferente de la inflación -conocido como el índice de precios de gasto de consumo personal, excluyendo alimentos y energía o PCE- es sólo de 1,1% desde hace un año, en comparación con su objetivo declarado de 2%.
Hay tres razones principales para no preocuparse por el bajo nivel de la inflación. En primer lugar, como Ben Bernanke señaló recientemente en un testimonio ante el Congreso: "Esta suavidad refleja, en parte, que algunos factores probablemente serán transitorios".
Mirando a otros indicadores, ni siquiera está claro que la inflación esté tan débil. El índice básico de precios al consumidor se incrementó 1,6% de hace un año. La media del IPC, que quita las bandas de los elementos con grandes variaciones de precios para un cuadro más estable, es de 2,1%.
Una segunda razón para pensar que la inflación va a rebotar es que los mercados también parecen creer que la debilidad es transitoria.
La inflación tiende a ser una profecía auto cumplida: si la gente espera alza de precios, exige un aumento de salario y causa un aumento de los precios. Por lo tanto, expectativas estables deben significar inflación estable.
En tercer lugar, no hay ninguna razón porque la inflación debería caer más ahora, cuando la economía está creciendo a niveles mediocres, pero a un constante 2%, tras mantenerse firme durante tiempos de desempleo entre 2009 y 2012.
La conclusión de muchos funcionarios Fed es el hecho de que la inflación tiene una fuerte tendencia a volver al objetivo, mientras que las expectativas siguen siendo estables. RH