Conocido como uno de los asesores de alta dirección más importantes de Europa, Javier Fernández Aguado está de paso en nuestro país para participar mañana del seminario internacional “Colaboración: clave para la gestión de riesgos laborales y la sustentabilidad”, organizado Mutual de Seguridad CChC junto a Matriztica. La participación del filósofo, historiador, escritor (más de 30 libros) y experto en management, se desarrollará en torno a los conceptos clave acerca de la gestión del cambio. De acuerdo al autor de obras como “El management del III Reich” , su charla dará cuenta de cómo las organizaciones tienen que flexibilizar los músculos mentales para adaptarse al cambio y reflexionar acerca de modelos exitosos en diferentes momentos.

¿Cuáles son los modelos exitosos?

Depende de la época y de los sectores. Me gusta ilustrar las conferencias o seminarios con ejemplos históricos. Acabo de publicar un libro llamado: “Egipto, escuela de directivos”, en el que analizo los tres mil años de historia de Egipto. Muestro cómo este imperio tuvo que ir reinventándose para llegar al nivel que logró la XIX dinastía, la de Ramses II. Hice lo mismo con el caso de Roma, donde muestro que  las cosas que hoy en día algunos piensan que son novedosas, en realidad se vivieron exactamente igual hace dos mil, tres mil o cinco mil años. Yo tengo un lema en mi trabajo: “traer a la actualidad, los ejemplos del pasado”. Porque hay demasiadas personas empeñadas en reinventar la rueda y de lo que se trata es saber cómo funcionaba, con qué obstáculos puede tropezar y aprender de ello para evitarlo.

¿Qué enseñanza dejan esas civilizaciones para el mudo corporativo?

Son centenares de enseñanzas, pero una muy importante −de los romanos− es que la ética no es opcional, sino que es un elemento imprescindible para que un directivo se convierta en líder. Lo mismo corre para que una organización se mantenga en el tiempo. Que sea sostenible. Por eso es que de los ejemplos que entregaron los emperadores romanos, hay muchos que ojalá no se repitieran  como Calígula o Nerón, porque hay mucho de estos en la dirección de organización y países hoy en día. Y ojalá se sigan más los ejemplos de julio César o Marco Aurelio, que son los que dieron más estabilidad y proyección al imperio.

¿Qué dejaron los egipcios que se puede usar hoy en las empresas?

En el caso de los egipcios también hay centenares de ejemplos. Por ejemplo, en tiempo de crisis, un tema que le preocupa muchísimo a los países es la migración. Uno de los grandes dilemas es qué pasa con los jóvenes bien formados que deben dejar una nación por la falta de trabajo. Eso no debería  ser visto como drama, sino como oportunidad. Fueron precisamente los artesanos egipcios que salieron de Egipto durante una de las crisis, los que luego volvieron con un conocimiento que permitió  obras como la pirámide de Micerino. Lo mismo va a ocurrir con países como España o Francia, que de a poco empiezan a mejorar tras la crisis económica. Cuando esos españoles valiosos regresen, llevarán un sinfín de enseñanzas aprendidas en otros países.

¿Y qué espacio tiene la innovación?

Hay dos ámbitos  que se mezclan y se trata de los por qué y cómo. La innovación cabe en el cómo. Por ejemplo, ahora se habla mucho de cómo la tecnología nos cambia la vida. De cómo vamos a estar más comunicados. ¡Fantástico! Pero mi deber es hablar del por qué. Es que los porqués siguen siendo los mismos desde el principio de la humanidad hasta el presente. Porque todos queremos llegar al equilibrio entre el ocio y el negocio. En esas cosas es muy difícil innovar porque la persona no ha cambiado a través de los siglos, lo que ha cambiado han sido los instrumentos.

Organizaciones enfermas

En sus libros usted habla de que las organizaciones al igual que las personas, pueden enfermarse. ¿Cuáles son las enfermedades que más aquejan al mundo corporativo?

Básicamente, de las 47 enfermedades que he analizado, hay dos: la ceguera y la sordera. Y no me refiero a la ceguera o sordera física. Ya hay gente que no tiene visión física, pero que ve mucho más que los que tienen buenos sus ojos. Me refiero a la capacidad de escucha y de visión intelectuales. Es decir a la apertura. Hay empresas y países que se niegan a escuchar al mercado, al cliente. Ellos no ven que los cambios en el entorno están condenados al fracaso. Esto es lo que ocurre ahora mismo con los populismos en América Latina. Los modelos venezolano, cubano o boliviano están condenados al fracaso porque no están escuchando al entorno. Lo mismo pasa en  las empresas, que no ven la necesidad de mejora. Creen que porque les fue bien en el pasado, les irá bien en el futuro. Eso, nunca es así. Todos, tanto personas como organizaciones, tenemos que reinventarnos.

¿Cuáles son las enfermedades más graves?

Vienen a ser las de carácter psiquiátrico. Cuando se habla de organizaciones de doble personalidad u organizaciones neuróticas porque todas esas patologías se acaban extendiendo a las personas. Por eso, la búsqueda de estabilidad psiquiátrica es fundamental. Hay organizaciones que prometen un crecimiento permanente, pero eso no existe. Eso genera una tensión que termina dañando a las personas.

¿Cuál es la terapia, entonces?

La terapia fundamental, al igual que en la vida es el sentido común. No podemos forzar demasiado la máquina. Una persona puede trabajar 12 ó 15, incluso 16 horas, pero al cabo de unos meses  se habrá muerto. Por tanto es inútil lo que hemos conseguido.

¿Hay alguna forma para prevenir las enfermedades?

La prevención tiene que  ver mucho con esa visión global de la vida que atiende a lo que la persona es. Hay demasiadas escuelas de negocio, incluso en chile, que  haciendo usando como bandera la ética,  están proponiendo a sus alumnos −que luego serán directivos− que tienen que ser los más ricos del cementerio. Y eso es un error gravísimo, porque los cementerios están llenos de gente riquísima. Lo que habría que enseñar es equilibrio armónico, cómo conseguir la felicidad mediante el trabajo y no en cómo trabajar para conseguir una supuesta felicidad que nunca vas a alcanzar.