En esta época del año, en la que gran parte de la población joven empieza a desligarse temporalmente de sus responsabilidades académicas, y aparecen numerosas ofertas de trabajos estacionales, es necesario destacar la importancia de este segmento de la población, en un plan que apunte a lograr su paulatina incorporación a la fuerza laboral de una manera más formal y consolidada.
De las ideas planteadas públicamente en los últimos meses por algunos políticos, llama la atención la propuesta que busca agregar un contrato especial a la actual legislación laboral, en el sentido de permitir expresamente que jóvenes estudiantes tengan la posibilidad de hacer compatibles sus estudios con el trabajo.
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Esta iniciativa es digna de mirar con atención en cuanto podemos analizar cómo la generación millennial (jóvenes nacidos entre 1981 y 1995) se ha incorporado crecientemente al mundo laboral. Se estima que para 2020, más del 50% de los colaboradores pertenecerán a este grupo y es sobre esa base que las pautas o dinámicas de trabajo han girado, incorporando sus intereses y preferencias, para así atraer nuevos talentos y retener a aquellos que ya tienen una trayectoria al interior de las distintas organizaciones.
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Sin embargo, también podemos entender que el foco debería estar en la generación siguiente, la Z (o centennial), aquella que recién se está incorporando al mundo laboral. Se trata de un grupo de hombres y mujeres que han estado rodeados de tecnología desde temprana edad y que tienen una percepción del mundo y del trabajo distinta a la de sus antecesores. Son personas que creen en el emprendimiento y que buscan realizarse en algo propio, que prefieren reciclar a ser compradores compulsivos y cuya relación con las redes sociales es notoriamente menos activa.
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Estas características son importantes para los empleadores, ya que además de aprender de la experiencia de lidiar con los millennials, ahora deberían incluir nuevas distinciones en la manera en que estos jóvenes compatibilizarían estudios y trabajo. Elementos como la motivación y la satisfacción seguirán siendo elementos centrales en la relación empresa-colaborador, especialmente porque para esta generación tiene un valor aún mayor.
Más allá de las intenciones iniciales, lo que las organizaciones deben tener siempre en el centro de su mirada a largo plazo, es saber adaptarse a las habilidades y necesidades que va presentando la nueva fuerza laboral. En la medida en que sepan abordar estos cambios de forma anticipada, con planificación y conciencia, sabrán llevar a su empresa hacia un lugar de privilegio en el competitivo mundo de los negocios.
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*El autor es director ejecutivo de Laborum.