Hace una semana, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, escribió en una columna de opinión en Financial Times sobre la necesidad de un enfoque de "dos pasos" a la unión bancaria europea.
Dadas las complejidades en torno a los tres pilares de esa unión - un solo supervisor, un solo régimen de resolución para los bancos en quiebra y un solo sistema de garantía de depósitos - deberíamos resignarnos a un período más largo de tiempo para lograr "una estructura de hierro", escribió.
Mientras, debiera construirse un marco provisorio - por el cual él quiso decir que hay que conformarse con una mezcla de soluciones nacionales, aunque bajo el auspicio de la regulación del Banco Central Europeo desde 2014.
Schäuble tiene razón al no querer apurar las cosas y repetir los errores cometidos con la impetuosa creación de la moneda única de la región, hace 14 años. Pero el foco de los legisladores europeos en el diseño de una unión bancaria con visión de futuro - sobre cualquier marco de tiempo - se olvida de un punto crucial. Hay una crisis en partes del sistema bancario que aún debe enfrentarse.
Consideremos Portugal. Hay un profundo nerviosismo entre los jefes de los bancos sobre el cambio de tono de los líderes europeos hacia la periferia sur de la zona euro en la reciente crisis en Chipre.
Sus preocupaciones son entendibles. Aunque Portugal y sus bancos se han beneficiado del programa de rescate inicial, la profundización de la recesión ha dejado al sector bancario al filo de la navaja. Sólo si la economía se recupera en línea con las previsiones optimistas, los bancos se recuperarán por completo sin necesidad de más ayuda. Como siempre, los bancos se quejan de que los términos de su primer rescate eran muy duras y contraproducentes. Con un desempleo del 17% y subiendo, y con un PIB encogiéndose, la morosidad de los bancos sólo puede empeorar. Más del 10% de los préstamos corporativos ya están vencidos.
Aunque Portugal está lejos de ser el único en la periferia de la eurozona - los sistemas bancarios de España, Italia, Irlanda y Grecia están prosperando a duras penas- podría bien ser la próxima causa de alarma.
Se afirmó sólidamente en términos de liquidez, en parte gracias a los €50 mil millones del BCE, por lo que no hay causa inmediata de preocupación. Pero los niveles del capital no son muy sólidos. Una vez que se apliquen las reglas de Basilea III no hay margen para el error si las pérdidas de préstamos siguen aumentando más allá del punto de inflexión esperado para fin de año.
Si la situación económica empeora, la banca de Portugal no tiene otra ruta obvia a dinero fresco. El reciente aumento de capital de €2.900 millones de Deutsche Bank dio al sector algo de confianza de que hay un apetito de los inversionistas por capital bancario. Pero respaldar a un gran banco alemán con operaciones globales está muy lejos de respaldar a un banco portugués anclado al mercado interno.
BPI, que aún es rentable, está en una posición un poco más fuerte que los otros dos grandes bancos de Portugal, pero sin una recuperación en el mercado subyacente, nadie puede prosperar. Si los prestamistas del país tienen más problemas, potencialmente, habrá implicancias más profundas para otras partes de la periferia de le eurozona, y todas las perspectivas de crecimiento de la región, especialmente si los responsables políticos europeos mantienen su determinación de parecer fuertes.
Hay un entendible nerviosismo de que Chipre sea tomado como modelo en cuanto a la dureza de las reglas. Y de hecho, una perspectiva parece haberse afianzado - el recorte para los tenedores de bonos casi con certeza se repetirá en cualquier quiebra bancaria futura, como sucedió tanto en Chipre como con el banco holandés SNS Reaal.
Pero si las autoridades europeas quieren arrancar cualquier riesgo de pánico extendido de la eurozona, deben hacer tres cosas ahora.
Deben aclarar explícitamente que ningún futuro rescate involucrará recortes para los depositantes como hicieron en Chipre.
Más concretamente, deben liberar el acceso al fondo de rescate conocido como Mecanismo de Estabilidad Europeo (ESM, su sigla en inglés) para que cualquier banco que no pueda encontrar capital necesario, pueda ser recapitalizado sin involucrarse con gobiernos nacionales.
Y, crucialmente, necesita, mantenerse al tanto del estado de los bancos más débiles de la eurozona. La Autoridad Bancaria Europea anunció la semana pasada, que retrasaría un test de estrés hasta el 2014, para poder involucrar al BCE. Quizás pueda encajar con el mesurado calendario para la unión de pleno derecho de la banca. Pero al concentrarse en el futuro, Europa está en peligro de ignorar los riesgos del presente.
Debe saber
¿Qué ha pasado?
La discusión ha vuelto a centrarse en la necesidad de formar una unión bancaria europea.
¿Cuáles son las dificultades para alcanzar una unión bancaria?
Esa unión tiene tres pilares fundamentales que la hacen compleja: un solo supervisor, un solo régimen de resolución para los bancos en quiebra y un solo sistema de garantía de depósitos. Así, el ministro de Finanzas alemán dijo que hay que resignarse a un período más largopara lograr una estructura firme.
¿Qué consecuencias tiene?
Si las autoridades europeas quieren eliminar los riesgos de pánico en la eurozona deben aclarar que ningún futuro rescate involucrará recortes para los depositantes, como fue el caso en Chipre, entre otras cosas.
© The Financial Times Ltd. 2011
Datos clave
2014 será el año para el cual la Autoridad Bancaria Europea retrasó la prueba de estrés a la banca de esa región.
2.900 millones fue el monto del aumento de capital de Deutsche Bank, que dio algo de confianza al sector. Pero respaldar a un gran banco alemán no es lo mismo que respaldar a un banco portugués anclado al mercado interno.