La libertad de expresión y de prensa están protegidas por el artículo 35 de la Constitución china. De alguna manera, el Partido Comunista se las ingenia para mantener ese pensamiento junto con el precepto de que, como un comentarista dijo, “el control del partido de los medios es un principio de base inquebrantable”.
El acto de censura que llevó a la breve huelga de periodistas en el periódico Southern Weekend fue aún más absurdo de lo habitual. Tuo Zhen, el jefe de la censura de la provincia de Guangdong, no sólo bloqueó una editorial pidiendo que se ejerciera la ley (por implicancia, poniendo límites al imperio del partido), sino que escribió una versión de apoyo a Xi Jinping, el presidente entrante, además de omitir los artículos de los periodistas.
Karl Marx creía que una sociedad capitalista era capaz de colapsar bajo el peso de sus contradicciones. Debemos esperar que la censura en China colapsará bajo el peso de lo absurdo. Sus métodos y propósitos son anticuados en un mundo de 300 millones de chinos que utilizan microblogs y redes sociales, a menudo para despreciar a los funcionarios del partido.
Pero la tolerancia del partido para lo absurdo es alta- especialmente cuando la alternativa es arriesgarse a su propia desaparición. El discurso libre es un imperativo moral que podría beneficiar a China - e incluso tener algunas ventajas para Beijing - pero todo lo que ve el partido ve es la sombra de la Plaza de Tiananmen.
El detonante de este episodio es un herido orgullo profesional. Los periodistas chinos siempre han sufrido censuras de las más puntillosas e intrusivas de parte del Departamento Central de Propaganda. Cualquier controversia, como el choque de trenes de alta velocidad de 2011 - genera listas de cosas que no deben ser mencionados y preguntas que no pueden ser hechas.
Ahora, sin embargo, las noticias se difunden en los medios sociales, a menudo antes que aparezca en la prensa.
Mientras tanto, los medios de occidente se han transformado en líderes en reportar la corrupción dentro de la elite del partido, desde el escándalo de Bo Xilai.
“Cualquiera que está aspirando a ser un periodista de investigación se ha visto frustrado por un largo tiempo”, dice Rebecca MacKinnon, una socia senior de New America Foundation que trabajó en China. Esa frustración se ha transformado en humillación.
Xi inadvertidamente alentó una rebelión por la elección de Shenzhen, la ciudad industrial cerca de Guangzhou, para su primera visita como líder. Fue un tributo al “tour del sur” de 1992 de Deng Xiaoping , en la que alentó a funcionarios a ser “audaces” en buscar la reforma económica.
Los periodistas de la región decidieron ser audaces, atacando a los censores de Guangdong esperando que Beijing tomara su lado.
Pronto fueron desilusionados - el Global Times, tabloide oficial del partido, clamó que “los medios de ninguna manera se convertirán en una zona política especial como las zonas económicas especiales de Deng.
Hubo compromisos. Los censores dijeron que prometieron no reescribir artículos y que nadie en el periódico debía ser disciplinado. Los periodistas en Beijing News apoyaron al Southern Weekend negándose a reimprimir la editorial del Global Times.
Al partido le faltan incentivos para concederle a los periodistas. Después de todo, una de las razones de la reforma de Deng era reducir tensiones tras Tiananmen permitiendo un mercado económico abierto, pero manteniendo la política del partido.
El uso de los medios para la propaganda es muy antiguo.
Asimismo, el partido tiene razones personales para permitir un poco más de libertad de expresión . Una es la lucha contra la corrupción, que ha socavado su legitimidad. Xi ha señalado su voluntad para evitar que funcionarios acepten sobornos a cambio de la asignación de tierras y contratos. Los periodistas podrían denunciar los abusos si estuvieran libres de las supervisiones.
También, una censura total y eficaz es cada vez más difícil. Los periodistas y otras personas pueden evadir a los censores utilizando medios sociales y la represión de Southern Weekend provocó protestas online generalizadas.
Finalmente, no obstante, esto se ve sopesado por el temor a la inestabilidad. Un grupo de académicos advirtió el mes pasado que sin una reforma política, China podría “caer en una turbulencia y en el caos de una revolución violenta”. Eso se calculó cuidadosamente para formar parte de la inseguridad del partido, pero difícilmente se tomó en serio en Beijing.
Para muchos oficiales, prensa libre equivale a “turbulencia y caos”. Temen que la libre expresión escale a protestas populares y masas de estudiantes yendo a Tiananmen. La censura es una tradición probada y fiable, no importa qué tan absurda sea.
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