La elección de la directiva de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) ha recorrido un camino inesperado y el final del derrotero de este proceso aún no se ve cercano.
Según avanzan los días, se complica la post elección. La instalación de una mesa transitoria, conformada entre otros por la saliente presidenta Bárbara Figueroa, Arturo Martínez y Nolberto Díaz (todos candidatos en el proceso) y el llamado a un congreso constituyente, revelan que el organismo tiene una débil institucionalidad, a pesar de sus casi tres décadas y el apoyo técnico y financiero recibido de los gobiernos y otras instituciones, importantes sombras de duda sobre la representatividad de sus sindicatos base, falta de transparencia y una fuerte dependencia de las decisiones de los partidos. Incluso se han efectuado acusaciones de manipulación, lo que pudo ser facilitado por la demora en el conteo de los votos. A esto se agrega el problema de una dirigencia que lleva demasiados años encapsulada en la cúpula sindical.
Si la CUT quiere recuperar credibilidad ante una opinión pública escéptica y desconfiada de ella, debe hacer un sincero esfuerzo de renovación y modernización. Pero también la dirigencia les debe una explicación a los trabajadores, a la ciudadanía y al Estado (que aporta con fondos) respecto de qué sucedió en esta elección y por qué.