Es una verdad inmutable de las inversiones que se debe vender cuando las acciones están al alza y comprar cuando están bajas. Y es casi igual de inmutable el hecho de que la mayoría de nosotros hace exactamente lo contrario: compramos arriba y vendemos abajo.
Los inversionistas profesionales son propensos a esto. Pero nadie lo sufre más que los inversionistas minoristas que han tendido a ser absorbidos en la parte superior de un mercado alcista, convirtiendo el optimismo en euforia; y se rinden sólo cuando todas las esperanzas se han perdido, y se han construido las bases para un rally.
En EEUU, los fondos mutuos compraron US$259.500 millones en 2000, cuando el mercado alcanzó su peak y colapsó. En 2002, una gran época para comprar al borde de una fuerte recuperación, se removieron US$24.7000 millones.
Los factores básicos son conocidos y no necesariamente sugieren que los inversionistas menores son estúpidos. Cuando el mercado está a la baja, las familias tienden a estar estrechas de efectivo. Es más difícil sacar el dinero y ponerlo en planes de acciones de largo plazo. El mercado bursátil se transformó en un motor para llevar la desigualdad más allá.
Una nueva encuesta sugiere que el problema es incluso peor en este ambiente post crisis. Este mercado alcista ha perdurado por más de cinco años pero no ha hecho a las personas más felices. La razón, al parecer, es que muchos se quedaron fuera del mercado. De hecho, mientras continúa el rally, la proporción de ahorros que los inversionistas guardan en efectivo ha aumentado significativamente.
De acuerdo con la encuesta a inversionistas menores en 16 países hecha por State Street, los inversionistas minoristas han subido sus asignaciones en efectivo de un 31% en 2012 a un 40% en 2014. En EEUU las asignaciones de efectivo saltaron de un 26% a un 36%.
Entonces no sólo los inversionistas desconfían del mercado, pero su desconfianza ha crecido mientras el rally continúa. ¿Por qué? Para citar a State Street “la crisis se ha quemado en sus memorias”. Luego de dos liquidaciones en 15 años, los inversionistas más jóvenes no confían en las compañías financieras.
Cuando se les pregunta su mejor inversión hasta la fecha, la más popular es “tierra o propiedades”, superando a la renta variable, bonos, commodities y fondos mutuos.
Para ser claros: había buenas razones para desconfiar de este rally, que ha sido guiado por la política monetaria agresiva de la Reserva Federal de EEUU.
Hay dos implicancias poderosas para las personas en los servicios financieros. La primera es que nadie confía en ellos. La segunda implicancia es que si los inversionistas minoristas siguen en el efectivo, el mercado alcista no tiene que seguir corriendo, incluso aunque las acciones ya son expansivas. Si tanto se ha mantenido en efectivo, entonces la codicia aún no ha inundado el miedo, y un mercado de valores aún no se ha convertido en una burbuja exuberante.
Eso todavía podría ocurrir como en 1999 y 2000, cuando los inversionistas menores al final decidieron unirse a las acciones.
No es inevitable. La advertencia del Banco de Inglaterra (BoE) de que Reino Unido podría ver un aumento en las tasas antes de lo esperado es un recordatorio que la Fed podría hacer lo mismo, y succionar la vida del mercado de valores.
Pero si los inversionistas minoristas todavía tienen demasiado en efectivo, entonces las condiciones para un futuro derretimiento en el mercado de valores están dadas.
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