En febrero, los dos funcionarios de más alto rango de la UE llegaron a la cumbre de Beijing con un caro favor en mente que pedirle a su anfitrión: decenas de miles de millones de euros para ayudar a apagar las llamas de la crisis de la deuda del continente.
Pero así como José Manuel Barroso y Herman Van Rompuy, los respectivos presidentes de la Comisión Europea y el Consejo Europeo, estaban tratando de encantar al primer ministro chino, Wen Jiabao, de regreso en Bruselas los funcionarios tramaron algo completamente diferente. Ellos estaban reuniendo pruebas para un caso sin precedentes en el comercio que algunos observadores creen podría aumentar las tensiones con China de manera drástica.
El conflicto se centra en las acusaciones de que Beijing ilegalmente ha subsidiado sus empresas de equipos de telecomunicaciones de crecimiento rápido, incluyendo Huawei Technologies y ZTE, ayudándolas a crecer a gran velocidad para quitarles participación de mercado a sus rivales occidentales como Nokia y Alcatel.
El caso es una desviación del foco de la UE desde productos de gama baja como textiles y cerámicas, y se dirige a conspicuas empresas de alta tecnología.
Si se tratara de ir hacia adelante, sería también la primera vez que la UE abre una investigación de comercio por su propia iniciativa, y no a instancias de una empresa europea. Los chinos, señala Jonathan Holslag, del Instituto de Estudios Contemporáneos de China, en Bruselas, “verían esto como una declaración de guerra”.
Los impulsos conflictivos de Bruselas ilustran el dilema cada vez mayor planteado por China a una Europa azotada por la crisis. Por un lado, la UE se ha visto obligada a ir sombrero en mano a Beijing para buscar ayudar con su crisis de deuda.
Al mismo tiempo, los fabricantes europeos, y algunos políticos, están exigiendo cada vez más que China sea confrontada por las prácticas comerciales que, ellos plantean, están contribuyendo a la tasa de desempleo de dos dígitos y poniendo en riesgo a toda la industria.
“La crisis económica está preocupando a una gran cantidad de estados miembros acerca de proteger a sus industrias restantes y eso está haciendo lucir a China más como un competidor para ellos que como un socio económico”, indica Holslag.
Empresas chinas como Huawei y ZTE, niegan las acusaciones de que están rompiendo las reglas del comercio, diciendo que son simplemente más ágiles que sus competidores. Ellos argumentan que los controvertidos subsidios son similares a los que la UE aplica en sus propias empresas.
El momento de la disputa ha demostrado ser incómodo. Mientras que Karel de Gucht (comisario europeo de Comercio) recopilaba pruebas, la UE trataba de enviar un equipo técnico a Beijing con un portafolio de bonos del gobierno que China podría considerar comprar, según funcionarios chinos.
La UE también ha tratado de comprometer a China en una campaña para aumentar la base de capital del Fondo Monetario Internacional a €700.000 millones, lo que le daría más poder de cortafuegos para batallar contra la crisis. Esas tareas se han vuelto más urgentes a medida que la crisis ha estallado de nuevo.
Lo que se cierne tras las negociaciones -incluso cuando no se menciona explícitamente - es la persistente búsqueda de China de una tan anhelada concesión comercial de la UE: el status de economía de mercado. Tal designación haría mucho más difícil para las empresas europeas presentar denuncias contra sus exitosos rivales chinos.
Bajo los términos de su acuerdo de adhesión a la OMC, se espera que China reciba la categoría de economía de mercado de forma automática en 2016. Sin embargo, aunque sólo sea por razones simbólicas, la espera ha irritado a Beijing y algunos funcionarios de la UE el año pasado creían que se podría obtener apoyo financiero adelantando la concesión.
Sin embargo, ambas partes parecen estar descartando la idea. A pesar de ocasionales declaraciones públicas de Wen, Japón, no China, se ha convertido en un comprador mucho más grande de los bonos gubernamentales europeos, según varios funcionarios de la UE. Japón también ha alcanzado un compromiso de US$60.000 millones al FMI.
Más allá de la política, el comercio UE-China se mantiene fuerte. Se espera que supere los €500.000 millones este año, un récord, con el bloque posicionándose como el actual socio comercial más grande de China. Eso, en sí mismo, proporciona una base para que las dos partes reparen los agujeros en la relación, según Fredrik Erixon del Centro Europeo de Economía Política Internacional, un think-tank en Bruselas. Pero Erixon también apunta a la frustración en ambas partes.
Al mismo tiempo, las empresas chinas han comenzado a llamar la atención al comprar compañías alemanas medianas y pequeñas cuyos talentos y tecnologías podrían ayudar a sus nuevos dueños a fabricar manufactura especializada. Los últimos objetivos incluyeron un grupo de construcción y una firma de autopartes.
“A largo plazo, la influencia de China en Europa no provendrá de ninguna ayuda que ellos den a la crisis de la eurozona. La influencia vendrá de comprar aquí empresas con tecnología de clase mundial”, indica un diplomático occidental.
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