El fin de semana pasado, Pedro Sánchez, el líder del socialismo español (PSOE), se vio obligado a renunciar a su cargo de secretario general del partido, luego de no contar con el apoyo suficiente dentro de su partido para intentar formar Gobierno. La medida, que no hizo sino aumentar las divisiones del partido y reducir las posibilidades de formar un Ejecutivo, fue interpretada en la derecha española como un despeje del camino para un nuevo Gobierno del Partido Popular. La tozudez del ahora ex secretario general del PSOE llevó a este partido a la peor crisis desde la instalación de la democracia en 1977-78. El intento de Sánchez por desconocer la primera mayoría relativa del PP de Mariano Rajoy y su pretensión de cuadrar el círculo en un Gobierno de centroizquierda con el liberal Ciudadanos y el antisistémico Podemos ha conducido al PSOE a ser castigado en las urnas y sólo ha contribuido a que España lleve casi un año con un Gobierno en funciones y poderes limitados. Con todo, la presión que sufre el PSOE por la izquierda (por parte de Podemos) frente a una centroderecha más estable se ha interpretado a partir de los problemas de la socialdemocracia para resistir la erosión de sus bases desde dos frentes: del populismo de derecha y desde la izquierda asistémica y antiglobalización. Es un fenómeno que se extiende por Europa.