La reformulación del programa del Presidente Piñera en materia de gratuidad no es oportunismo ni mera estrategia electoral, como lo han hecho ver la vocera de Gobierno y la misma Presidenta. La nueva perspectiva respecto de la gratuidad tiene un significado político importante.

La gratuidad no significa simplemente acomodar antiguos rivales políticos dentro del comando, sino un aspecto más de la reconfiguración de la derecha chilena al modo de una coalición política. En otras palabras, esta nueva dinámica política de Chile Vamos dice relación precisamente con la aparición de una cultura de coalición política, un reconocimiento de que no toda la derecha es igual, y un distanciamiento de la lógica de caudillismos. Estar en la coalición de la derecha significa negociar y lograr una política de acuerdos y consensos. Esto implica unificar un programa que se compone de ideas políticas que van desde el mundo socialcristiano hasta el mundo liberal, desde la derecha económica hasta la derecha social, desde los proyectos más ideológicos hasta los más pragmáticos. Si en la derecha hay propuestas diversas, ello enriquece a la misma coalición. Negociar y acordar distintos intereses no es simplemente transar, sino promover aquella política de los acuerdos que la izquierda desprecia cuando reniega de la vieja Concertación.

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Ahora, en lo que respecta a la gratuidad, podemos decir hoy que ella sí representa un proyecto propio de la derecha; está planteada y puede ser mejorada al modo de la derecha. Simplemente desecharla porque se cree que es un ámbito de la política pública donde la izquierda tiene el monopolio, es un error. En efecto, no es posible descartar la gratuidad a priori por tres razones:

La gratuidad según la derecha implica un reconocimiento al esfuerzo personal, y no es una forma de populismo al modo como lo ha planteado la izquierda. El proyecto de la derecha, en la medida en que implique necesariamente la rendición de una prueba de selección universitaria, podrá beneficiar a los alumnos que se hayan esforzado por llegar a la universidad. Así, por ejemplo, hoy lo que cabe no es simplemente ofrecer un acceso gratuito para los alumnos que ingresen a la educación técnica, sino también incorporar en este ingreso una prueba de selección, porque es necesario premiar el esfuerzo y el mérito.

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La gratuidad según la derecha implica varios sistemas de financiamiento que pueden cohabitar y luego ser evaluados en su mérito. Uno de estos sistemas es el crédito (CAE) para quienes no logren calificar como beneficiarios de gratuidad. Este sistema de ningún modo implica una forma de injusticia social. Es evidente que la gratuidad no alcanza para todos, no hay recursos para ello. Pero también es cierto que la clase media, ante el escenario en el que puedan verse excluidos de este beneficio, deben tener algún tipo de programa que los ampare. A diferencia de la izquierda, que quiere gratuidad universal sin reparar en el alcance de ningún presupuesto, la derecha está en condiciones de ofrecer dos o más políticas de financiamiento que solucionen el problema de modo más inteligente, es decir, de manera atingente a la realidad de cada familia y a los recursos del país.

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La gratuidad según la derecha implica un reconocimiento de la necesidad de satisfacer una demanda social legítima. Una derecha social acierta en reconocer que la educación superior de los hijos es un asunto de máxima relevancia social, como, por ejemplo, lo fue alguna vez la demanda por agua potable o por vivienda básica. En la medida en que el país progresa hay nuevas necesidades que debemos afrontar de manera conjunta y responsable. Es natural que un país que vive según principios de bien común promueva formas de ayuda mutua para la solución de necesidades que van en la línea de la dignidad de las personas, como es la educación. Vivienda, seguridad, salud, educación y otras son precisamente estas necesidades que el Gobierno y la sociedad civil en su conjunto deben intentar solucionar de modo permanente. Así, más que un derecho social, la derecha está en condiciones de defender la educación de calidad como una responsabilidad cívica fundamental.

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Sin embargo, no todo está dado en esta propuesta de gratuidad según la derecha. Todavía quedan aspectos que solucionar y otros principios que es necesario garantizar. Un eventual nuevo Gobierno del Presidente Piñera debe avanzar en calidad universitaria, como también en una forma de financiamiento de las instituciones universitarias que dé garantías de estabilidad e inversión en investigación.

En materia de principios, es importante que la derecha siga promoviendo un principio que siempre le ha sido propio, a saber, la libertad de enseñanza; principio que la izquierda históricamente no ha valorado. En fin, hoy la gratuidad según la derecha ofrece un proyecto más contundente y es un botón de muestra de la nueva etapa en la vida política de la coalición.

*El autor es profesor de Ética Empresarial en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales Universidad de los Andes.