En 1950 el temor que dejó en Europa la Segunda Guerra Mundial aún generaba desconcierto en algunas generaciones. El matrimonio holandés entre Albert van Klaveren y Sonja Stork, ambos de origen judío, habían vivido una experiencia traumática, escondidos de los nazis, al igual que los padres de Sonja.
Fue ese año que decidieron emigrar lejos, muy lejos, y llegaron a Chile junto a su hijo Albert, de dos años. El destino fue elegido porque una rama de la familia Stork había llegado a nuestro país a instalarse con una empresa. Finalmente todos terminaron regresando a Amsterdam, menos los Van Klaveren Stork, que permanecieron en Santiago, y escogieron una casa en la calle Las Petunias, cercana a la esquina de Pocuro con Tobalaba para radicarse.
Por esos años el patriarca Van Klaveren trabajaba como ingeniero, y luego dio un vuelvo para dedicarse a la avicultura, mientras su hijo estudiaba en el colegio San Gabriel.
La familia de Albert van Klaveren Stork (64), que con el tiempo se hizo conocido como Alberto, tenía por varias generaciones una fuerte orientación laica. Ya tras terminar la etapa escolar continuó sus estudios en la Universidad de Chile, donde obtuvo distinción máxima como Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, y más tarde realizó un Master of Arts en Relaciones Internacionales en la Universidad de Denver, Estados Unidos, y un doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Leiden, en Holanda.
Su vínculo con ese país y con Europa era especial. Vivió por un largo período en España, y aunque fue opositor al régimen de Augusto Pinochet no estuvo exiliado.
En el viejo continente estrechó su sintonía con Europa. De hecho habla inglés, francés y holandés, lo que incluso lo llevó más tarde a desempeñarse como embajador ante la Unión Europea durante el gobierno de Ricardo Lagos.
Su llegada a la Cancillería se concretó a comienzos de los años 90 para trabajar con el entonces Director General de Política Exterior, Carlos Portales. El ascenso de Van Klaveren en el Ministerio de Relaciones Exteriores se fue concretando paso a paso, primero como director de Planificación y el 2006 fue designado como subsecretario por la presidenta Michelle Bachelet.
Pese a su larga experiencia política Van Klaveren no milita en ningún partido, aunque es cercano al PPD, donde en ocasiones ha colaborado y entre sus cercanos están el ex ministro Sergio Bitar y el senador Ricardo Lagos Weber, con quienes integró la administración de Bachelet.
EL DESAFÍO EN LA HAYA
En esa época Perú aún no demandaba a Chile ante la Corte Internacional de La Haya y Van Klaveren estaba dedicado a otra tarea clave en el gobierno: encabezar la agenda bilateral de 13 puntos con Bolivia, que por primera vez incluyó el tema marítimo.
Su designación como agente de Chile ante el tribunal internacional lo obligaría a dejar su cargo de subsecretario para ponerse de lleno a encabezar el equipo chileno. En ese tiempo intensificó sus viajes a Europa, pasando tiempo lejos de su familia, compuesta por su esposa, la pintora Patricia Vallejo, y sus hijos Felipe y Annie.
En esos largos viajes aprovechaba el tiempo para leer. Entre sus temas preferidos están las novelas históricas y sicológicas y sus autores favoritos son Ian McEwan y J.M. Coetzee.
Ahora, el agente chileno ante la Corte está leyendo una biografía de Catalina La Grande de Robert K. Massie y una historia sobre Jerusalén, del autor Simon Sebag Montefiore.
Hace unos días Van Klaveren inició una vez más un largo viaje que lo llevó de regreso a su querida Holanda.
En La Haya fue recibido en el hotel Carlton Ambassador, que funcionará como el centro de operaciones del equipo chileno, donde se instalarán oficinas especiales para la delegación hasta mediados de diciembre, cuando concluye la fase oral del litigio marítimo.
El jueves, hablando de pie ante los jueces, y en idioma inglés, Van Klaveren será el encargado de abrir la defensa chilena en los alegatos orales, el desafío más importante de su carrera.