Las últimas entrevistas de autoridades de Gobierno desnudan el intento por remarcar o crear un legado de la administración Bachelet, pese a que existen pocas razones para celebrar. Poca autocrítica ha sido la tónica de las distintas autoridades. En todo caso, es algo natural que cada autoridad defienda sus mandatos; sin embargo, uno esperaría que hubiese más autocrítica, reflexión y lecciones. Incluso personeros no menores de la Nueva Mayoría han realizado observaciones al respecto, como que faltó que Michelle Bachelet ejerciera como jefa de la coalición, que hubo un mal diseño de las reformas estructurales, que se olvidaron del crecimiento, así como también de la seguridad pública.

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La vocera de Gobierno, Paula Narváez, destacó el rol de la administración Bachelet con frases como que este Gobierno "se atrevió a cambiar las cosas que se pensaban que no se podían cambiar en Chile", o que "se constituyó en Chile una nueva agenda política que no se puede abandonar". En la misma línea, pero con un tono más duro, el ministro de Desarrollo Social, Marcos Barraza, transparentó su juicio respecto de la oposición: "La derecha le hace mal al país". También afirmó que "la derecha tiene un ADN que no está puesto al servicio de las mayorías y de los intereses sociales, está puesto en la concentración y acumulación". Como ha sido la tónica en los últimos meses, sostuvo que las políticas de Bachelet no deben retroceder. El ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, en tanto, aprovechó que el dato de Imacec del primer mes del año (3,9%) fue mejor al esperado para destacar que la Presidenta dejará una economía recuperada, insistiendo en el punto de que fueron factores internacionales los que afectaron el crecimiento chileno. Nuevamente, no dijo nada sobre el impacto de las reformas y cómo minaron las expectativas empresariales y la inversión.

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Claramente, los ministros estiman que hicieron un buen trabajo, que cumplieron sus promesas y que les hubiese gustado hacer más. Un análisis condicionado por su ideología y convicciones. Y es cierto que el Gobierno de Michelle Bachelet intentó hacerse cargo de mayores demandas sociales, en un contexto en que las personas comenzaron a esperar mucho más del Estado. Pero el problema es que la solución fue errada.

Más allá de la mirada política, es necesario dejar claro que se intentó realizar una serie de reformas mal diseñadas y mal implementadas que afectaron la inversión y el crecimiento, al tiempo que se embarcó al país en compromisos fiscales que le costaron la clasificación de riesgo y se rompieron materias que históricamente habían sido destacables de Chile, como la gradualidad de las políticas públicas y la búsqueda de los acuerdos, el consenso. Aunque hubo avances relevantes en materia energética, el legado del Gobierno será discutible, y las consecuencias de sus reformas aún están por verse.

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