Hace poco más de un mes, se realizó la última de una serie de manifestaciones de miles de catalanes que instaban a una ruptura histórica con España y la creación de un Estado catalán independiente.

En las semanas posteriores la atención se ha desplazado de los manifestantes a los políticos y a las exigencias del mundo por dinero. El martes, el gobierno catalán presentó un documento de 50 páginas que detalla las quejas de la región ante Madrid, las que incluyen una estimación de las pretensiones económicas de Cataluña,  contra España después de años de una supuesta falta de inversión y un exceso de impuestos: €9.400 millones.

Los dos eventos capturan las dos caras de la política catalán: por un lado, cada vez son más los catalanes que quieren vivir en un estado propio. Es un deseo que tiene raíces históricas, que se arraiga en el lenguaje, la cultura y en un auténtico sentido de nación. Y es, probablemente, un deseo que no puede ser enmudecido mediante concesiones financieras o la promesa de una mayor autonomía dentro de España.

Por otro lado, hay un gran número de catalanes a quienes no les gusta el status quo, pero que siguen siendo reacios a romper con España. Sus demandas en última instancia se reducen a dinero y garantías legales.

El hombre que navega entre estos dos campos es Artur Mas, el presidente catalán. Ha ofrecido un fuerte apoyo a las manifestaciones a favor de la independencia, y se ha comprometido a celebrar un referendo sobre el futuro estatuto de Cataluña (Madrid dice que es ilegal) . Mas gobierna con el apoyo del movimiento separatista Esquerra Republicana- una alianza que le ha empujado aún más hacia una postura pro independencia.

Sin embargo, el presidente catalán sigue siendo un revolucionario improbable. En cuanto a temperamento y pensamiento político, no es diferente a Mariano Rajoy, el presidente del gobierno español que lo enfrenta a través de la división regional de Madrid.

La pregunta es si los dos líderes de hoy tienen la fortaleza y el espacio político para llegar a un acuerdo que aborde las quejas catalanas y mantenga la región como parte integrante del estado español. Ambos dicen que están dispuestos a hablar. Pero Rajoy y Mas también están profundamente reacios a establecer un acuerdo.

El primer ministro de España sabe que la oferta de un trato generoso con los catalanes enfurecería a gran parte de su base conservadora y a muchas de otras regiones de España. Rajoy y sus asesores también están convencidos de que el reciente surgimiento del sentimiento separatista catalán está vinculado a la crisis económica.

Una vez que la recesión comience a desaparecer,también lo haría parte del descontento. Sin embargo, la paciencia se agota: las encuestas muestran que la mitad de la población catalana quiere un estado independiente. Y si las elecciones fueran hoy, el ganador serían los aliados separatistas de Artur Mas.

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