Hace algunas semanas fuimos testigos de la denuncia realizada por Anthony Rapp en contra del afamado actor y protagonista de la popular serie "House of Cards". A partir de ese hecho, conocimos una cadena de otras acusaciones relacionadas con supuestos abusos sexuales que habría cometido Kevin Spacey.

Frente a estas denuncias, Netflix tomó decisiones drásticas. Frenó el lanzamiento de la película "Gore", producida y protagonizada por Spacey, y también suspendió el rodaje de la sexta temporada de la serie que le ha reportado jugosas ganancias y copiosos beneficios.

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Esta historia real nos permite sacar múltiples lecciones, incluyendo lo que debe entenderse por un adecuado y eficaz sistema de compliance. Desconociendo los detalles de la disquisición realizada por Netflix, es posible suponer que esta compañía estuvo dispuesta a sacrificar ganancias y resultados económicos por mantener la consistencia de su sistema de cumplimiento, el cual debe estar fundado en una sólida cultura interna.

Salvo contadas excepciones, todas las compañías quieren cumplir con la legislación y las normas vigentes. Sin embargo, en la práctica se observa que la mayoría privilegia la obtención de beneficios de corto plazo, inhibiéndose de castigar situaciones o personas que cumplen un rol significativo en el logro de objetivos económicos cuando hay una transgresión a los valores que la organización declara, olvidando que la cultura organizacional es un factor clave que determina un buen o mal sistema de compliance.

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Es así que, a la hora de rendir examen, muchos sistemas de compliance demuestran ser ineficaces cuando se trata de resolver incumplimientos y de adoptar decisiones que pueden ser costosas y dolorosas. En efecto, un buen programa debe ser capaz de promover una verdadera cultura ética y de cumplimiento tanto a las normas como a los valores que la propia persona jurídica se haya autoimpuesto, expresado la mayoría de las veces en un código de ética o de conducta. Como sabemos, una de las formas más eficaces de transmitir un mensaje y conseguir disciplina, es a través de la sanción de las infracciones y transgresiones, aplicando "tolerancia cero" en todos los incumplimientos, provengan de subordinados o de directivos, no importando doblegar los intereses económicos al objetivo último de modificar la cultura organizacional.

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La tendencia internacional demuestra que cada vez será más importante para las organizaciones demostrar que los predicamentos establecidos en los códigos de ética y sistemas de cumplimiento responden al reflejo natural de una verdadera cultura y no son sólo letra muerta. A modo de ejemplo, es posible tener a la vista lo realizado por la Fiscalía General del Estado española, que a raíz de la modificación de la ley de responsabilidad penal de las empresas -símil de nuestra Ley 20.393-, impartió instrucciones a sus fiscales a través de la circular 1/2016 para valorar la eficacia de los planes o programas de compliance en las empresas haciendo expresa y reiterada mención a la "cultura ética empresarial" y/o a la "cultura de cumplimiento" como elemento determinante al momento de establecer la responsabilidad penal de la persona jurídica.

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Los cambios culturales perdurables requieren de la adopción de sanciones drásticas y muchas veces dolorosas, alineadas y consecuentes con los valores que las firmas se autoimponen. En ese sentido, con la desvinculación de Kevin Spacey, Netflix nos ha dado una gran lección de compliance.

*La autora es socia KPMG, Advisory Forensic; ex superintendenta de Pensiones y ex directora UAF.