Mañana en la mañana EEUU probablemente despertará preguntándose qué fue todo este alboroto. Según todas las probabilidades, Barack Obama será el próximo presidente, el Senado seguirá siendo estrechamente demócrata y la Cámara seguirá siendo cómodamente republicana. Lo que significa decir que tras dos años -y un gasto electoral de US$6.000 millones- cerca de 130 millones de votantes estadounidenses apenas van a haber hecho pequeños ajustes.
En términos de la Casa Blanca, todavía sería por lejos el menos malo de los resultados. Habiendo asegurado un segundo mandato, Obama tendrá la opción de mostrar que la experiencia es, de hecho, mejor que la esperanza. Y Mitt Romney tendrá todo el tiempo del mundo para reflejar cuánto él -y su partido- se han perdido por el mal camino.
Tal es el nivel de diatriba por estos días que algunos podrían leer el apoyo a Obama como una defensa al euro socialismo. Entonces vale la pena recordar que Estados Unidos carece del tipo de conservadurismo practicado por el confeso héroe del partido republicano Ronald Reagan. Si bien es un seguidor de Reagan, Romney en la práctica se acercó al peor lado de George W. Bush -todo el pugilismo y la bandera de la religión, pero nada del humor, o de hecho, el apoyo a la inmigración.
En 2012, EEUU estaba listo para un debate genuino acerca de su futuro económico. En vez de esto, se presentó con una opción entre la fantasía y el status quo. En política fiscal, todo lo que Romney ofreció fue un conjunto de promesas de auto negación. Como Obama, el nominado republicano alimentó el mito de que el desafío presupuestario estadounidense podría resolverse sin pedir ningún sacrificio para el 98% inferior de los estadounidenses. Pero Romney fue mucho más allá al comprometerse a un regreso a los presupuestos del Pentágono durante la Guerra Fría y al mismo tiempo recortar los impuestos y de alguna manera llegar al equilibrio fiscal. Se le pidió a los votantes que confiaran en él sobre cómo llenaría los espacios vacíos.
Contrario a lo que se piensa, el presidente Reagan fue un pragmático hasta la médula. El partido de Romney cree que ganó la guerra fría porque elevó fuertemente el gasto en defensa. Pero la Unión Soviética estaba desgastada mucho antes que él llegara a la presidencia. El mayor regalo de Reagan fue ignorar a los observadores. En vez de rodearse de “krenminólogos” altamente educados, Reagan lo entendió y ellos no.
La única lástima es que Obama se ha sentido incapaz de emular al presidente n°40 de Estados Unidos en sus lides con los mayores rivales de ese país. Como Sun Tsu escribió y Reagan aprovechó, la mejor manera de vencer a sus enemigos es dividirlos. Tratemos de aplicar eso a Romney, quien aglomera a cada grupo opositor a los musulmanes posible, ya sea democrático o teocrático, suní o chií, en una amenaza más grande y rudimentaria contra Estados Unidos.
Habiendo firmado proyectos varias veces para elevar los impuestos, Reagan también mostró el tipo de pragmatismo fiscal que ahora está en cualquier estado menos extinto en el partido republicano. Romney y todos excepto un puñado de republicanos han firmado el compromiso de Grover Norquist de oponerse a los aumentos de impuestos de cualquier tipo. Con el abismo fiscal acercándose, la postura rígida del partido arriesgaría una nueva recesión y un recorte en la calificación crediticia. Romney ni siquiera consideraría acceder un dólar de incremento por cada diez dólares de recortes de gastos.
En el mismo aspecto, Reagan dio amnistía a tres millones de inmigrantes ilegales, mientras Romney los quiere “auto deportar”. Reagan salvó a la industria de semiconductores de EEUU al establecer una sociedad con ellos para eliminar la competencia desleal de Japón, mientras Romney descarta cualquier sugerencia de un rol del gobierno en impulsar la competitividad de Estados Unidos. Y así. Y eso es sin entrar en política social. Como gobernador, Reagan legalizó el aborto en California. Romney cree que debiera ser ilegal en todos los casos excepto en caso de violación e incesto.
Nada de esto significa que Romney carece de inteligencia para ser un presidente competente -sospecho que sería mucho más pragmático en realidad que el personaje “severamente conservador” que adoptó para las primarias. Sin embargo, esa es una intuición. Y no es momento de apostar. Lo cual significa que Obama se encuentra a sí mismo en la situación de ser el diablo conocido. No es un rol que juega muy bien -el ángel que no conocimos le quedaba mucho mejor.
Pero las elecciones son acerca de opciones. Y sólo en la política exterior, no había más que una para tomar. Es improbable que Obama se arriesgue a comenzar una guerra real o de divisas. Romney sigue prometiéndolo. Lo mismo aplica para la economía: Obama eliminaría en una consolidación fiscal de mediano plazo sin hacer nada por amenazar la recuperación. Romney inventa cifras y esperanzas que nadie tomará en serio.
Este no es el lugar para repetir dónde Obama estuvo mal en su primer período. Sin embargo, es un buen lugar para recordar a los lectores que los eventos más importantes del año no ocurrirán hoy. El cálculo fiscal de Estados Unidos comienza mañana. Todos los resultados son posibles. Si gana, Obama comenzará su segundo período con expectativas mucho más bajas que el primero. Sería como la noche y el día. Quizás pueda convertir en una ventaja.
COPY RIGHT FINANCIAL TIMES
© The Financial Times Ltd, 2011.
Debes saber
¿Qué ha pasado?
Habiendo asegurado un segundo mandato, Obama tendría la opción de mostrar que la experiencia es mejor que la esperanza.
¿Por qué ha pasado?
Porque en momentos en que EEUU enfrenta el temido fiscal cliff, no es momento de apostar.
¿Qué consecuencias tiene?
En ese contexto, Obama aparece como diablo conocido. Es improbable que Obama se arriesgue a iniciar una guerra real o de divisas. Romney, en cambio, lo sigue prometiendo.