La política exterior británica debiera ser realista, no romántica




Gran Bretaña ha pasado más de medio siglo luchando contra la caída de su influencia global. No se ha vuelto más fácil con el tiempo. Las peleas por arrogancia se alternan con espasmos de falta de confianza en sí mismo. En una ocasión, algunos primeros ministros -como Margaret Thatcher y Tony Blair, por ejemplo- han parecido dar vuelta esta tendencia.

Un ajuste de política exterior para el presente siglo -una réplica tardía a la hiriente observación de Dean Acheson acerca de perder un imperio y no lograr encontrar un rol - ha vencido. Este no tiene que ser un ejercicio angustioso de declive, sino una oportunidad para que Gran Bretaña use sus fortalezas todavía considerables. Habrá mucho espacio en el mundo emergente multipolar para las potencias de la mitad de la lista, lo suficientemente seguras como para mirar hacia el exterior. La eficacia, sin embargo, exige realismo - y algo que puede llamarse plan.

La tarea adquirió importancia dada la urgencia de las circunstancias económicas. Gran Bretaña ha sufrido una caída permanente en los ingresos y estándares de vida. El pretexto endeble de que Gran Bretaña tiene un rol como superpotencia en el bolsillo no sobrevivirá a la próxima ronda de recortes de defensa.

Tampoco ocurrirá que otros se quedarán de brazos cruzados mientras Gran Bretaña juguetea con su brújula geopolítica. Desde la debacle de Suez, la política exterior británica  ha tratado de buscar equilibrar la lealtad, de una relación especial con Estados Unidos, con un reconocimiento renuente de que no puede escapar a las consecuencias de decisiones tomadas por sus vecinos continentales. La relación ya no es evidentemente segura.

Estados Unidos se está volcando al Pacífico. Washington todavía necesita aliados, pero Gran Bretaña puede esperar un rol menos consecuente. Más cerca de casa, las potencias europeas se están integrando de manera profunda para salvar el euro. La política está llevando a Gran Bretaña en la otra dirección. El peligro es que la profunda neblina euroescéptica ahora descendiendo sobre el Canal es preludio de una ruptura permanente. Por su parte, países como China, India, Turquía y Brasil están compitiendo por poder en un mundo que ya no pertenece al occidente.

Gran Bretaña debe decidir dónde encaja. La adquisición propuesta de la empresa de defensa británica BAE Systems por parte de la franco-alemana EADS es un recordatorio de que los viejos dilemas no han desaparecido. La emoción acerca a Gran Bretaña más allá del Atlántico, pero los cálculos a menudo lo llevan de vuelta a Europa.

El acuerdo es una operación más salvaje que una fusión. BAE pensó que se la podría por sí sola en Estados Unidos. Hizo mal el cálculo y ahora quiere ser rescatado por Europa. No es una historia nueva. Una competencia entre colaboración europea y estadounidense en defensa llevó a la salida de Michael Heseltine del gabinete de Margaret Thatcher. La Dama de Hierro siempre pensó que el Atlántico estaba más cerca que el Canal.

Los políticos podrían tentar a David Cameron a tomar la misma visión. Muchos tories ven una mayor integración con la eurozona como una oportunidad de Gran Bretaña para liberarse de la UE. Aún así, sus asesores le dirán al primer ministro que BAE no puede ir por sí sola en una era de menores presupuestos en defensa y dura competencia contra gigantes de EEUU. Los empleos deben evaluarse contra emociones euroescépticas.

El gobierno de Cameron a menudo anhela una nueva época Isabelina. ¿Por qué Gran Bretaña no puede dejar los problemas de Europa atrás y rehacer su fortuna en tierras lejanas?, se preguntan los ministros. Lamentablemente, el romanticismo está eclipsando el realismo.

El primer paso hacia una política exterior seria es ver el mundo como es en vez de uno en el cual uno hubiera querido estar.

Debes saber

¿Qué ha pasado?
Gran Bretaña ha pasado más de medio siglo luchando contra la caída de su influencia global.

¿Por qué ha pasado?
Se debe a las peleas por arrogancia, que se alternan con la falta de confianza de Gran Bretaña en sí misma.

¿Qué consecuencias tiene?
Más que ser algo angustioso, puede seruna oportunidad para que Gran Bretaña use susfortalezas todavía considerables.

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© The Financial Times Ltd, 2011.

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