Carlos Slim hizo su fortuna como magnate de las telecomunicaciones mexicano. Ahora quiere convertirse en un hombre de los medios a nivel internacional. O por lo menos esa es una lectura probable tras el críptico anuncio del martes en la noche de que quiere dividir las operaciones mexicanas de América Móvil, la compañía de telecomunicaciones que él controla.

Es cierto, el multimillonario mexicano está actuando bajo coerción. Bajo el programa de reformas contra los oligarcas del gobierno mexicano, América Móvil debe achicarse en casa. En México, la actual participación de mercado de la empresa en líneas terrestres es 80%, y en telefonía móvil es de 70%. Ambas están muy por encima del techo de 50% estipulado por el gobierno.

La dramática respuesta de América Móvil debiera dar un necesario impulso al presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, quien ahora puede acallar los reclamos de los detractores sobre la efectividad de sus reformas.
Aun así, Slim sólo está anunciando que quiere vender lo que la empresa tendrá que vender de todas formas. Es mejor que Slim identifique los activos vendibles antes que los reguladores lo hagan.

A diferencia de algunos multimillonarios que llegaron a serlo por mérito propio, Slim también es un inversionista no sentimental. Él es un asignador de activos en vez de un empresario, más un Warren Buffett que un Steve Jobs emocionalmente vinculado al negocio que fundó.

Probablemente quedarán fuera los activos de bajo retorno de América Móvil, en este caso, las líneas telefónicas rurales de México. También quedará fuera la infraestructura, como las torres de teléfonos. A los inversionistas les debiera gustar.

Probablemente quedará dentro de la empresa una apuesta aún más fuerte por las ofertas de tres servicios juntos: telefonía, banda ancha y crucialmente, televisión. Ese, después de todo, es el futuro, tal como dijo Slim a Financial Times hace 18 meses. "El contenido es muy importante", dijo entonces. "Queremos ofrecer a nuestros clientes lo que necesiten ver, cuando quieran verlo y al precio que quieran pagar".

El lema de "el contenido es el rey" es más un castillo en el aire. Es difícil. América Móvil fue muy atrevida en eso el martes en la noche. Dijo que su plan era contingente a ser "capaces de acceder a la entrega de servicios convergentes". Si el gobierno mexicano permitirá ese acceso a la TV es otro tema. Pero el impulso estratégico está claro. Más aún, Slim ya ha puesto sus manos en varios proveedores de contenido digital.

Uno de ellos es su participación de 8% en el New York Times. Otro es su 11% de participación en Shazam, la aplicación para encontrar y descargar canciones desde el smarpthone.

Un tercero, y posiblemente el más lucrativo de todos, son los derechos exclusivos de televisión en Latinoamérica para los JJOO de Brasil en 2016 que él compró el año pasado. Slim puede inyectar ese contenido a casi 300 millones de suscriptores en la región (bajo el actual plan de división, sus operaciones internacionales seguirán donde están).

Bill Gates fue la primera persona en la historia en decir "el contenido es el rey". El fundador de Microsoft lo escribió en 1996, y funcionó para él. Gates sigue siendo el más rico del mundo, con una fortuna de US%76 mil millones. Mientras, Slim ha caído al número 2.