Prefiero los aranceles comerciales bajos o que no haya aranceles. ¿Cómo se puede justificar, entonces, la decisión de Donald Trump de imponer aranceles sustanciales a las importaciones de acero y aluminio?
Trump ve potenciales réditos políticos en los distritos que producen acero y aluminio, así como en aumentar la presión sobre Canadá y México en tanto su administración renegocia el Nafta.
Sin embargo, el verdadero objetivo es China. Hace años que el gobierno chino viene prometiendo reducir la capacidad en exceso de acero, recortando la producción excedente que se vende a EEUU a precios subsidiados. Pero se ha pospuesto la decisión por la presión para proteger los empleos de China en el sector acero y aluminio. Los aranceles estadounidenses equilibrarán esas presiones internas y aumentarán la probabilidad de que China acelere la reducción de la capacidad en exceso subsidiada.
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Como los aranceles se están aplicando según una cláusula de la ley comercial de Estados Unidos que se aplica a la seguridad nacional, y no por dumping o por incrementos de las importaciones, será posible eximir a las importaciones provenientes de aliados militares de la OTAN, así como Japón y Corea del Sur, centrando los aranceles en China y evitando el riesgo de una guerra comercial más amplia. La administración todavía no ha dicho si aplicará los aranceles de esta manera; pero, dado que se están introduciendo en un período gradual, durante el cual los socios comerciales pueden solicitar exenciones, esa focalización parece ser el escenario más factible.
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Para Estados Unidos, la cuestión comercial más importante con China tiene que ver con las transferencias de tecnología, no con las exportaciones chinas de acero y aluminio subsidiado. Si bien estos subsidios afectan a los productores estadounidenses de acero y aluminio, los bajos precios resultantes también ayudan a las empresas estadounidenses que utilizan acero y aluminio, así como a los consumidores estadounidenses que compran esos productos. Pero China claramente afecta los intereses estadounidenses cuando roba tecnología desarrollada por empresas estadounidenses.
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Hasta hace unos años, el gobierno chino utilizaba las sofisticadas capacidades cibernéticas del Ejército Popular de Liberación (EPL) para infiltrarse en empresas norteamericanas y robar tecnología. Las autoridades chinas negaron todo delito hasta que el presidente Barack Obama y el presidente Xi Jinping se reunieron en California en junio de 2013. Obama le mostró a Xi pruebas detalladas que Estados Unidos había obtenido a través de su propio espionaje informático. Xi entonces acordó que el gobierno chino ya no utilizaría al EPL u otras agencias gubernamentales para robar tecnología estadounidense. Si bien es difícil saberlo con certeza, parece que este tipo de robo cibernético se ha reducido drásticamente.
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El robo de tecnología actual adopta una forma diferente. A las empresas norteamericanas que quieren hacer negocios en China se les suele requerir que transfieran su tecnología a empresas chinas como una condición para ingresar al mercado. Estas empresas "voluntariamente" transfieren conocimientos de producción porque quieren acceder a un mercado de 1.300 millones de personas y a una economía tan grande como la de Estados Unidos.
Estas empresas se quejan de que el requerimiento de transferencia de tecnología es una forma de extorsión. Es más, les preocupa que el gobierno chino muchas veces demore su acceso al mercado lo suficiente como para que las empresas domésticas utilicen su tecnología recientemente adquirida para ganar participación de mercado.
Estados Unidos no puede utilizar remedios tradicionales para disputas comerciales o procedimientos de la Organización Mundial de Comercio para frenar el comportamiento de China. Estados Unidos tampoco puede amenazar con apropiarse de tecnología china o exigirles a las empresas chinas que la transfieran a empresas norteamericanas porque los chinos no tienen el tipo de tecnología de punta que sí tienen las empresas estadounidenses.
Ahora bien, ¿qué pueden hacer los responsables de las políticas estadounidenses para ayudar a nivelar el campo de juego?
Eso nos retrotrae a los aranceles propuestos sobre el acero y el aluminio. En mi opinión, los negociadores estadounidenses utilizarán la amenaza de imponer aranceles a los productores chinos como una manera de persuadir al gobierno de China de abandonar la política de las transferencias de tecnología "voluntarias". Si eso sucede, y las empresas estadounidenses pueden hacer negocios en China sin verse obligadas a pagar un precio competitivo tan alto, la amenaza de los aranceles habrá sido una herramienta muy exitosa de política comercial.