El momento del remordimiento llegó a su fin. Los infames comentarios de Bob Diamond tras la crisis global dijeron todo lo que debía decirse acerca del ex director ejecutivo de Barclays.

Incluso tras las revelaciones de que Barclays había estado estafando a los clientes con una fraudulenta manipulación de la tasa Libor, Diamond pensó que podía quedarse en el banco. Marcus Agius, el presidente, sería quien caería.

El lunes, a los “amigos” del director ejecutivo se les dijo que si él se tenía que ir, derrumbaría a todos los reguladores con él. Al final, fue empujado firmemente. El directorio de Barclays comprendió lo que Diamond no había logrado entender: el mundo ha cambiado. Su versión de cualquier cosa que sea legal en el capitalismo financiero pertenece a una era que terminó con el colapso con Lehman Brothers.

Los banqueros que se llenaron los bolsillos de dinero -Diamond se pagó a sí mismo más de 20 millones de libras el año pasado- ya no pueden exigir una audiencia en la corte de la opinión pública. En una era de austeridad, los esquemas de evasión de impuestos que alguna vez le dieron a Barclays una gran tajada de sus ganancias son vistos como cursi y anti sociales en vez de inteligentes. Las operaciones sobre los complejos instrumentos financieros centrales para el colapso ahora son vistos por lo que son: una manera socialmente inútil y peligrosa para que pequeños grupos de personas se hagan ridículamente ricas.

Diamond desplegó una completa carencia de inteligencia emocional y política. Pero su récord -construyó el ala de banca de inversión de Barclays- y su despreocupación lo hicieron destacar entre la multitud. El año pasado, las ganancias del banco y el precio de sus acciones se desplomaron. Pero Diamond nunca comprendió el significado de la humildad y se pagó bonos millonarios.

El propio gobierno debe comprender que las cosas deben cambiar: las operaciones de la banca de inversión y las otras operaciones bancarias no debieran actuar en conjunto. Diamond fue la cara inaceptable de la banca. Su partida es bienvenida y necesaria para que se restaure la salud en la industria financiera británica. Pero no es suficiente.

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