Aunque el último comunicado del consejo del Banco Central todavía mantiene un sesgo hacia la baja para la TPM, los próximos datos de inflación y de actividad, junto con desafíos comunicacionales propios de la política monetaria,
nos hacen prever que la tasa de referencia se mantendrá fija por un período prolongado.
Los últimos registros de inflación han dado cuenta de dos hechos: que las presiones inflacionarias se mantienen acotadas y que el IPC se ha vuelto más volátil. Lo anterior, sin duda, dificulta las decisiones de política monetaria.
Si la inflación se hace más volátil, una sorpresa requerirá de un mayor número de observaciones para inferir la tendencia subyacente y, por tanto, la acción de política necesaria. Esto, por cuanto en un contexto de mayor volatilidad, una sorpresa en un mes en particular puede reversarse en el mes siguiente. Por otra parte, si bien pueden aislarse los precios altamente variables, las sorpresas sobre el IPC total tienen impacto sobre las proyecciones de inflación mediante distintos mecanismos.
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Si bien el actual momento cíclico de la economía, con un recuperación todavía frágil y bajas presiones inflacionarias, podría ameritar un mayor impulso monetario para garantizar una rápida convergencia a la meta, el actuar precavido del consejo frente a la mayor volatilidad del IPC anticipa que esperarán más antecedentes para inferir cualquier cambio en la tendencia de la inflación antes de actuar.
A la espera de esta información, los datos de actividad mostrarían un mayor dinamismo (estimamos que en octubre el
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crecimiento habría sido entre 3,5%-4,0%), lo que quitará mérito a una baja en la TPM. Así, el momento oportuno para dar un mayor impulso monetario perderá vigencia.
Considerando este escenario, si en las últimas semanas la opción de bajar la TPM al igual que el clima empezaba a ganar temperatura, hoy vuelve a entrar al congelador y esperamos que esté ahí por un buen rato.
*El autor es economista Banco Santander.