En los últimos años, el servicio de distribución de energía eléctrica ha presentado mejoras en sus niveles de calidad de suministro, bajando significativamente los tiempos de interrupción en condiciones de normalidad, sin embargo, los indicadores de continuidad están muy distantes de los existentes en países OCDE.
En efecto, en Chile el número promedio de horas de interrupción es de 14,4 horas/año, en circunstancias que en varios países europeos, como Alemania, España o Italia, ese valor es menor a 1 hora/año.
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Hay un tema que es una realidad. Hoy Chile está muy lejos de estándares OCDE en muchas materias y el país debe trabajar para poder alcanzar esos estándares en el mediano plazo. Pero hay que tener claro que eso no ocurre de la noche a la mañana. A muchos de esos países les tomó años, sino décadas, pasar desde estándares similares al chileno a sus niveles actuales.
En este aspecto, el Ministerio de Energía, en su Planificación Energética 2050, definió un objeto concreto: indisponibilidad inferior 4 horas/año en 2035 e inferior a 1 hora/año en 2050. Se trata de objetivos ambiciosos, que requieren no sólo de mayores inversiones en redes e infraestructura, sino un cambio de paradigma que nos permita avanzar hacia energía inteligente, decisiones modernas y el uso de tecnología en nuestras redes.
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Los sistemas de distribución y transmisión en Chile tienen desafíos actuales, como los que menciono, en términos de calidad, confiabilidad, seguridad y robustez, pero a la vez, necesitamos también estar preparados para desafíos de segunda y tercera generación, relacionados con mayor cantidad de generación variable, inteligencia en las redes y medición; además de mayor cantidad de recursos distribuidos, como generación domiciliaria, pero también, en un futuro, baterías y otras formas de almacenamiento a nivel de hogares, comercios e industrias.
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Estamos convencidos de que para que se pueda ver un cambio de fondo y profundo en la calidad del servicio que reciben nuestros clientes y podamos estar mejor preparados para los cambios que nos exigirá el futuro, es necesario incrementar las exigencias normativas de calidad e introducir cambios de fondo al modelo regulatorio vigente.
Debe ser una regulación capaz de enfrentar un futuro posible en que un alto porcentaje de nuestros vehículos serán eléctricos y en que producto también de la bajas en el precio futuro de la energía, la electricidad comenzará a reemplazar a otros combustibles contaminantes, como la leña, para la calefacción o la preparación de alimentos.
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Las nuevas tecnologías en la industria eléctrica están llevando a que la gran mayoría de los países, especialmente los más desarrollados, comiencen o ya hayan implementado reformas profundas a la distribución. Las bases en que estas reformas se han sustentado dicen relación con más innovación en la manera de diseñar y operar los sistemas, mayor integración e inteligencia de las redes, para permitir flujos bidireccionales (pues hoy los clientes también inyectan energía al sistema), mejor coordinación de los consumos, tanto entre clientes como con las empresas, por ejemplo, para hacer posible la masificación de autos eléctricos y la eficiencia energética.
El caso de la Medición Inteligente es un ejemplo concreto de que esta transición energética ya es una realidad. En Chile hay aproximadamente 64.500 medidores inteligentes, de los cuales casi el 90% está todavía sólo en la Región Metropolitana; medidores digitales que cambian la forma de relacionarnos con nuestra empresa eléctrica y pone a nuestra disposición servicios remotos y mejor data.
Los beneficios son múltiples: lectura automática, mayor información sobre el comportamiento de consumo que permite además gestionar y mejorar hábitos de uso y artefactos más eficientes, vender la energía excedente a la red eléctrica si dispones de un sistema con paneles fotovoltaicos, mayores opciones tarifarías que permiten de acuerdo al consumo ahorro en las cuentas y agilizar la solución de posibles interrupciones de suministro, entre otros.
Sin embargo, para que todos estos avances puedan masificarse aún más y ser parte de nuestra vida cotidiana, deberemos aunar esfuerzos, mejorar nuestra regulación y potenciar el nivel de información, de manera que muy pronto Chile vuelva a ser líder y pionero tecnológico de la nueva energía en Latinoamérica.
Esa tarea ya ha comenzado. El trabajo que está llevando adelante el Ministerio de Energía, y en el que participamos las empresas del sector, para una nueva ley de distribución, es un buen primer paso para converger hacia una política pública y un marco regulatorio que sea capaz de rescatar lo valioso de nuestra regulación vigente, pero a la vez mirar el Chile energético que queremos por los próximos 40 años.
Creemos que la nueva regulación debiera estar abierta a revisar todos los elementos de la actual normativa, sin ninguna restricción más que el mantener un correcto equilibrio entre las inversiones, su correcta remuneración y, por sobre todo, la necesaria flexibilidad tanto de la infraestructura eléctrica como de la propia regulación para hacerse cargo de un mundo con mucha mayor incertidumbre, pero también, con muchas más oportunidades.
Lo importante es que como país seamos capaces de aprovechar esas oportunidades y llevar adelante esta transición energética de forma exitosa, como ha sido la tendencia en nuestro sector en los últimos años.
*Director Ejecutivo Empresas Eléctricas A.G.