La semana pasada conocimos los resultados del estudio "La voz del mercado" de EY que evaluó cómo la opinión pública y el mercado en general perciben el gobierno corporativo de las empresas IPSA en Chile. Entre los resultados a destacar, el 65% de los entrevistados considera importante o muy importante la diversidad dentro de los directorios (no sólo de género, donde sabemos que estamos al debe, sino también de culturas, profesión, experiencias y habilidades, entre otros aspectos).
Desde esa perspectiva, el informe concluyó que "un directorio diverso es capaz de crear valor, gracias a los distintos puntos de vista, experiencias y capacidades que esta heterogeneidad entrega".
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Quienes participamos en el panel de discusión que comentó los resultados coincidimos en que las empresas abiertas en Chile tienen un largo trecho que recorrer en este ámbito, y que se requiere un cambio de mentalidad por parte de controladores y accionistas minoritarios para entender los beneficios de la diversidad y actuar decididamente para promoverla.
En ese contexto, las juntas de accionistas de abril representan una excelente oportunidad para avanzar en esta materia si estos se abren a incorporar más mujeres (para superar el magro 6% actual), pero también profesionales con posturas ideológicas distintas y que provengan del mundo de las políticas públicas, las comunicaciones, las tecnologías de la información y los recursos humanos, entre otros ámbitos.
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La encuesta reveló además que un 70% de los entrevistados estima que la gestión de las empresas del IPSA respecto de factores ambientales, sociales y gobierno corporativo (ESG, por su sigla en inglés) es regular o deficiente. Efectivamente, se escucha poco hablar de métricas o KPI asociados a temas ESG en los directorios locales (que van desde los riesgos climáticos hasta los indicadores de accidentabilidad y desde el funcionamiento de los programas de ética & compliance hasta las mediciones de satisfacción de empleados y clientes). Tampoco están siendo incluidos a cabalidad en los mapas de riesgo ni representan un tema central en las discusiones sobre estrategia y creación de valor. Esto, pese a que un buen manejo de factores ESG constituye señal de excelencia operacional y tiene un impacto cuantificable en los resultados financieros.
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Según un estudio de BofA Merrill Lynch ("ESG: good companies can make good stocks", diciembre 2016), malos indicadores en esta materia han sido fuertes predictores de volatilidad, baja en la clasificación de riesgo, caída en el precio de las acciones y bancarrotas en Estados Unidos.
Los aspectos no-financieros están adquiriendo cada vez más relevancia en los análisis de riesgos y en los procesos de planificación estratégica de C-Suites y directorios internacionales, así como en las decisiones de inversionistas tanto institucionales como individuales.
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Además, son temas que preocupan cada vez más a los stakeholders, los reguladores y a una opinión pública crecientemente empoderada y crítica (cuyo poder quedó demostrado en las recientes elecciones, de las cuales surgió una potente bancada parlamentaria con un fuerte sesgo anti-empresarial).
Así, las cuestiones ESG dejaron de estar asociadas a activistas "verdes" o "progresistas" y pasaron a preocupar a los inversionistas tradicionales. Es clave recordar que complementan -pero por ningún momento sustituyen- los resultados financieros, pero que son tan relevantes como estos al evaluar el desempeño de una empresa.
Desde 2015, Harvard Business Review suma a la medición de rentabilidad económica una métrica con factores ESG en el proceso de elaboración de su conocida lista de los cien mejores CEO. Este año 2017, que acaba de ser publicado, Jeff Bezos de Amazon sacó el primer lugar en lo que respecta a resultados financieros; sin embargo, cayó al puesto 71 cuando se incluyeron las variables ESG. Esto, debido a las denuncias por violaciones de patentes, elusión tributaria en Europa, maltrato a sus empleados y, más recientemente, acusaciones de acoso sexual en contra del ejecutivo máximo de Amazon Studios.
Accionistas, consumidores, socios y la comunidad en general quieren saber cómo las empresas están administrando los temas ESG. Es por eso que estas deben transparentar la relevancia de estos factores en sus estrategias de negocios así como en sus mapas de riesgo. Y en el ámbito interno, deben evaluar las vulnerabilidades que enfrentan a partir del no-cumplimiento de estándares altos en materia de ESG: nuevas regulaciones, daño reputacional, lealtad y compromiso de empleados, licencia para operar, multas y acciones legales.
*La autora es directora del Centro Global de la Universidad de Columbia.
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