Antes de Dominga, de la discusión sobre el destino del alza en la cotización previsional, la ausencia en la cena anual de la industria, los dichos sobre los poderosos de siempre, el anuncio de una reforma tributaria, incluso previo a la elección presidencial que dio como ganadora a la Presidenta Michelle Bachelet, el empresariado ya estaba inquieto. El temor de la llegada de reformas era inminente. Apenas tocó suelo chileno, al anunciar su disposición para ser la candidata de una nueva mayoría, Michelle Bachelet lo dejaba claro. "Tenemos que llevar a cabo reformas más profundas si de verdad queremos derrotar la desigualdad en nuestro país", dijo en el auditorio en El Bosque, donde lazó su carrera, en marzo de 2013. Un mes antes, el Índice Mensual de Confianza Empresarial (IMCE) marcaba los 58,7 puntos. Tras las palabras de Bachelet, nunca más volvió a ese nivel. El sector privado pedía moderación y advertía que la economía no estaba para reformas.
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Pero en la campaña no se cambió el tono. Mientras la candidata de la Nueva Mayoríasubía en las encuestas, el empresariado se volvía cada vez más nervioso. De 59 puntos a 54 unidades, cuando la victoria de la actual mandataria ya se hacía evidente. El IMCE no paraba de caer y sólo profundizó esa tendencia tras las elecciones. En marzo el índice se estancó en el pesimismo, bajo los 50 puntos.
A poco más de una semana de que Bachelet asumiera como Jefa de Estado se produjo el primer round. Alberto Arenas acudió a la Sofofa para presentar la reforma tributaria y las críticas fueron imediatas. "Si los proyectos que evalúan las empresas se vuelven poco rentables en Chile por razones de aumento impositivo, sin duda que se llevarán adelante en otro país", dijo el dirigente gremial Hermann von Mühlenbrock.
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Los gremios solicitaron una reunión con el Gobierno para hablar sobre la iniciativas, pero fueron recibidos recién una semana después del ingreso del proyecto a la Cámara de Diputados. Y por sólo 25 minutos, algo que dejó gusto a poco entre los representantes del sector privado, que aumentaron sus críticas por la eliminación del FUT y los impactos que aquello podía generar en el crecimiento. Las críticas sí fueron escuchadas por el Gobierno, pero la respuesta no era la esperada. "Hablemos en serio, no creamos todos los que nos dicen, porque quienes atacan la reforma tributaria son los poderosos de siempre", fueron las palabras en un video que lanzó la autoridad para explicar el proyecto. El IMCE caía por mientras hasta los 43 puntos. El ambiente de desconfianza comenzaba a tener efecto en las cifras de la economía real.Rodrigo Valdés asumió la tarea de frenar el contagio tras la inédita salida del ministro de Hacienda Alberto Arenas. Su llegada fue celebrada de inmediato por el empresariado, por su cercanía con el mercado. El IMCE subió a 48.
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Las posiciones se acercaron y el diálogo mejoró en los viajes en el extranjero, donde la Presidenta tuvo conversaciones más distendidas con los empresarios. Incluso se abrió a realizar cambios a la reforma tributaria. Pero mientras comenzaban a cicatrizar las heridas, se inició un segundo round a inicios de 2015. Los cambios a la legislación laboral. Nuevamente los gremios pidieron reuniones a la mandataria y sólo fueron recibidos por tiempos breves. "Esta reforma sólo se hace cargo de una parte", decía Alberto Salas de la CPC. Esa frase mostraba la sensación del sector privado: la marginación del debate público. El IMCE cayó a 40, su nivel más bajo en siete años, reflejando en cifras que el ambiente se veía igual de negativo que durante la crisis subprime. Otra vez, la respuesta del Gobierno fue un contraataque. En medio de la discusión, la Presidenta decidió no asistir a la Cena Anual de la Industria.
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La relación con el empresariado pasaba de la calma a la tensión, una y otra vez. Como cuando la Presidenta asistió a la celebración de los 35 años del CEP. Los fotógrafos la retrataron sonriente, pero la imagen se volvió poco afortunada. La foto mostró a la mandataria al lado de Eliodoro Matte, quien días después era el protagonista del caso de colusión en la industria del tissue.
Junto a estos tropiezos hubo acercamientos: la comisión para la productividad ayudó al diálogo. Pero la tensión reapareció con una inesperada reforma previsional. El proceso parecía un déjà vu. Los representantes de las AFP pedían ser escuchados, se reunían con autoridades y acusaban que sus críticas no eran consideradas. El IMCE caía a 39 puntos. La iniciativa avanzó, pero no alcanzó a salir del Congreso.
Desde el sector privado pedían un descanso de las reformas, para tener una mayor certeza jurídica. Los continuos cambios, aseguraron, habían traído consigo una incertidumbre que se dejaba sentir en la caída en la inversión. Aunque algunas modificaciones fueron atajadas, como la reforma a las sanitarias, que buscaba limitar la rentabilidad permitida para dichas compañías. La ley finalmente fue frenada por Hacienda.
Los primeros meses de 2017 volvieron a transcurrir con más calma. Pero a mediados de años volvió tensión, por el rechazo del proyecto minero portuario Dominga. La cartera de Medio Ambiente se enfrentó con Economía, y mientras el jefe de Hacienda salió a respaldar a este último, la Presidenta defendió la posición del primero. Con eso, Rodrigo Valdés abandonó la cartera.
Sólo la campaña presidencial alivió el ambiente. Sebastián Piñera tomó la delantera y el empresariado comenzó a mirar hacia los años venideros. El IMCE volvió el mes pasado a niveles optimistas por primera vez en cuatro años. Sólo el pronto fin del Gobierno alivió la relación entre el empresariado y la Presidenta. Los duros intercambios de opinión cesaron, dando a las heridas tiempo de sanar. Pero las cicatrices continuaron visibles.