No basta con tener paneles solares, ventanas de doble vidrio y ampolletas de bajo consumo para calificar a un edificio de sustentable. Quienes han certificado sus proyectos bajo la norma LEED, saben que esto es bastante más sofisticado. Y, ahora, para los más ambiciosos y apasionados de la sustentabilidad, hay una nueva certificación que asegura ser la de más altos estándares: Living Building Challenge.
"Es un estándar que cohesiona las más progresistas maneras de pensar desde los mundos de la arquitectura, la ingeniería, planificación, paisajismo y política", declara un documento donde sus desarrolladores, el International Living Future Institute, explican con detalle de qué se trata esto.
Otra de las declaraciones de principios que hace el documento, es que no sólo se trata de pensar en edificios. También campus completos, barrios y ciudades. Todo en pos de una mejor vida, basada en un principio "robado" del mundo vegetal. "Imagine un edificio diseñado y construido para funcionar con la elegancia y eficiencia de una flor. Un edificio que tenga información acerca de las características del ecosistema donde se emplaza y que genera toda la energía que necesita de fuentes renovables, que captura y trata sus aguas, opera eficientemente y con un máximo de belleza".
Hasta ahora sólo 9 proyectos en el mundo (en rigor, en Estados Unidos y Canadá) han conseguido esta certificación que se creó en 2006 y que tarda alrededor de un año en su tramitación, que exige poner manos a la obra en 20 puntos.
Estos 20 puntos están distribuidos en siete categorías o "pétalos".
El primero dice relación con el lugar del proyecto. Elegir el más apropiado y poner límites al crecimiento de manera de construir proyectos que generen varias externalidades positas. Por ejemplo, proteger y mejorar su entorno, estimular la creación de comunidades donde las personas prefieran andar a pie o en bicicleta antes que en auto, entre otros comportamientos.
El segundo se refiere al agua. El objetivo de este pétalo es tomar conciencia de lo que significa este recurso para el hombre, sobre todo ahora que la escasez de agua dulce irá sólo en aumento en los próximos años. En términos prácticos, se trata de hacer un sistema que evite el desperdicio de agua, reutilizándola a través de distintos procesos para el mismo edificio. Desde regar las plantas, hasta climatizar un ambiente.
El tercer punto habla de la energía y el objetivo es que toda sea autoabastecida y obtenidas de fuentes renovables.
El cuarto pétalo está orientado a la salud y busca maximizar la buena salud y el bienestar a través de las instalaciones del trabajo. La idea es tener un ambiente civilizado, donde las personas tienen herramientas tecnológicas para reducir sus impactos, con un aire saludable dentro del edificio (activando filtros o manteniendo los sistemas apropiados de ventilación) y con una tendencia natural a la biofilia: "El proyecto debe ser diseñado de manera que incluya elementos que protejan la innata atracción humana por los sistemas naturales y sus procesos".
El pétalo número 5 tiene que ver con los materiales: promover productos y procesos que sean seguros para todas las especies a lo largo del tiempo. El 6 se refiere a equidad; el séptimo a la belleza (celebrando el poder tranformador de los cambios).
Actulamente más de 100 proyectos en seis países están tramitando su certificación. Pero, por ahora, los elegidos ya son nueve: el Bertschi Science Wing Hawaii Prep Energy Lab, Omega Center, Tyson Living Learning Center, Eco-Sense Residence, Painters Hall, IDeAs Z2 Design Facility, DPR Phoenix Regional Office y zHome.
El primero se certificó el año pasado y se trata de la zona de ciencia de la escuela primaria Bertschi, ubicada en Seatle. La cantidad de procesos que realiza este edificio son sorprendentes. Desde el uso y reutilización de sus aguas en dos vías distintas. Las aguas grises que se filtran y se usan el riego y también en la calefacción. Para beber, aquí eligieron el agua lluvia, que se colecta en el techo del edificio y se purifica. También es muy interesante que los WC están conectados con una unidad de compostaje que no emite malos olores. También se ocupa de manera bella y amplia la luz natural; tiene estacionamientos para bicicletas, duchas y promueve la vida sana en distintos contextos. Además genera su propia energía eléctrica.
Otro detalle de esta construcción es que se hizo gracias la recolección de fondos en la comunidad y costó US$935 mil.