El único punto de consenso que tienen todos los sectores de la Democracia Cristiana es que la Junta Nacional que comenzará mañana se dará en uno de los contextos más complejos de la historia del partido.

A los pésimos resultados electorales que marcaron el 2017 (ver infografías) se les suma, como causa y consecuencia, un deterioro profundo de las relaciones internas, una polarización agudizada entre las denominadas "dos almas" (las denominadas más conservadora y la progresista) de la colectividad y una inestabilidad institucional que se graficó nítidamente en la renuncia de Carolina Goic a la testera falangista el 20 de noviembre pasado.

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Con todos estos antecedentes bajo el brazo, las diversas facciones han llamado a reflexionar antes de seguir avanzando con una inercia que los tiene al borde de una fractura definitiva.

En la actual mesa, que dirige interinamente Myriam Verdugo, buscan liderar ese proceso y esperan que, de una vez por todas, el sentido colectivo prime en la máxima instancia partidaria. De lo contrario, asumen que una Junta Nacional en que predominen los discursos divergentes y se acentúe la tensión podría acelerar el proceso de descomposición que ha protagonizado la DC.

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En lo práctico, la directiva concluyó que hay dos dimensiones de la crisis que deben resolverse. Una es la inconsistencia programática, para la cual fijarán un Congreso Ideológico que será liderado por el ex Presidente Eduardo Frei y que llevará por nombre Radomiro Tomic. La otra es la carencia de conducción, para lo que llamarán a elecciones internas, las que deberían realizarse entre abril y junio.

Sin embargo, todavía no se ha decidido el mecanismo para llamar a los comicios, pues para que ello ocurra, deberían renunciar al menos dos miembros de la mesa o esperar a que tres quintos de la Junta rechace la gestión de la directiva. Además, la mesa enfrentaría a los miembros de la disidencia que llegarán al Senado (Yasna Provoste, Francisco Huenchumilla y Ximena Rincón), quienes buscan posponer las elecciones.

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En la directiva se han preparado meticulosamente para los dos pilares de la Junta (el Congreso Ideológico y las elecciones), pero asumen que ningún proceso se desarrollará satisfactoriamente sin "fraternidad", un punto que, dicen, es difícil de controlar.

Se han hecho esfuerzos en la antesala, como mantener conversaciones bilaterales con miembros de los diversos sectores para captar el clima con el que se llegará a este sábado, pero saben que esas tratativas no garantizan nada.

"Podemos tener una Junta Nacional tranquila que termine el sábado en la tarde o una más convulsionada que llegue hasta las cuatro de la mañana como sucedía antes", manifestó el secretario nacional Gonzalo Duarte.

Como comentan en el partido, hay heridas que cicatrizaron a la fuerza, una de ellas fue la renuncia al partido de 31 miembros del grupo que lidera Mariana Aylwin, Progresismo con Progreso. Sin embargo, hay otras disputas que todavía están abiertas y, por primera vez, estarán frente a frente personeros que han intensificado sus diferencias tras las derrota presidencial.

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Parte de eso se vio cuando en noviembre pasado, sólo tres horas antes de la renuncia de Carolina Goic, miembros de la disidencia habían solicitado a la senadora de Magallanes que diera un paso al costado. Entre ellos estaba el diputado Ricardo Rincón, a quien la legisladora privó de repostular a la Cámara por sus conflictos familiares, y que llevó a modo de "venganza", que el diputado declarara en público que votaría por Alejandro Guillier en primera vuelta.

Además, a esto se suma que Goic y otros dirigentes que colaboraron activamente en su campaña presidencial, no le perdonan a los miembros de la disidencia el no haberse movilizado por la candidatura. Mientras, desde el otro lado, le critican a la ex timonel falangista el haber iniciado un camino propio que significó no tener un acuerdo parlamentario con el resto de la Nueva Mayoría.

Con esas tensiones aún sin resolver comenzará la Junta Nacional de la Democracia Cristiana. Los caminos están abiertos.