El año que recién pasó se caracterizó por las sorpresas, situación que no cambiaría demasiado en 2018. El nuevo Gobierno liderado por Sebastián Piñera deberá negociar, sin tener mayoría, con un Congreso más amplio y más diverso. Qué tipo de oposición tendrá el próximo Presidente, es una de las grandes dudas. Afortunadamente, algunos miembros del futuro Parlamento han dado señales de que tendrán una postura constructiva. Uno de ellos es José Miguel Insulza, que manifestó a PULSO que "no estamos para negarle la sal y el agua al Gobierno. Ese no debe ser el criterio". Es de esperar que su visión no sea aislada.
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En materia económica, todo aspecta bien, al menos en el escenario central de las distintas proyecciones. Los países desarrollados crecerían de manera saludable y las materias primas seguirían en buenos precios. De todos modos, los riesgos a nivel internacional persisten y no son pocos: la desaceleración de China, el riesgo geopolítico ocasionado por un impredecible Donald Trump y un posible rebrote inflacionario que obligue a la Fed a elevar más allá de lo previsto sus tasas de interés. Chile, en tanto, debería ser testigo de un repunte en su actividad luego de cuatro años consecutivos de caída en la inversión, secuencia inédita. Factores externos y una esperada mejora en la confianza empresarial serán los ingredientes que llevarían, al menos, a duplicar la tasa de expansión.
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Sin embargo, la sola mejora en las expectativas no será suficiente, se requerirá ver, en concreto, medidas de la nueva autoridad tendientes a mejorar el clima de inversión, como una corrección de la Reforma Laboral y dejar establecida una simplificación tributaria en el horizonte. También deberá acotar ciertas incertidumbres, como los cambios que vendrán en materia previsional.
Por último, se debe tener presente que duplicar la tasa de crecimiento -lo que para muchos está dado- puede quedar en nada si la próxima administración no logra aumentar el PIB potencial a cerca de 3,5%. Para ello, el trabajo no será fácil. Se deberán hacer cambios estructurales de largo plazo, con medidas que apunten a subir la productividad, destrabar la inversión e incrementar la fuerza de trabajo. Este 2018 será un año desafiante que puede marcar el derrotero que siga el país en los años venideros.
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