La serie de vergüenzas en torno a las estadísticas oficiales en Chile, cuyo apoyo a los mercados lo transforma en el favorito de los economistas, por lo menos dejará un rayón en el creciente brillo de la reputación del país. Sus admiradores debieran en cambio prestar atención a los reales desafíos que están bajo la superficie.
Tras la disputa el año pasado acerca de las mediciones de la cifra de pobreza entre el gobierno y un cuerpo económico de Naciones Unidas, ahora algunos analistas creen que el índice oficial de inflación está subestimando las alzas de precios. El director del Instituto Nacional de Estadísticas ha renunciado tras declaraciones acerca de la precisión de las cifras del último censo.
Las comparaciones con las manipuladas cifras de Argentina son, sin embargo, erróneas e injustas. La consistencia de la administración económica de Chile, y la estabilidad de sus políticas, no son igualadas por ningún otro país en la región. La preocupación no debiera ser que Chile caiga en malas formas populistas, sino que la estabilidad misma de su economía política se vuelva demasiado rígida para responder a las necesidades actuales.
La economía oligárquica liberal de la tortuosa dictadura de Augusto Pinochet fue ampliamente puesta en marcha también por sus sucesores electos. Esta ha producido crecimiento que ha reducido la pobreza de manera dramática, pero no ha logrado cerrar las profundas fisuras socioeconómicas que dividen a la sociedad chilena.
El resultado paradójico es la creciente frustración respecto de una economía que está superando tanto a sus pares de la región como al mundo, dejando de lado los países ricos. Hace dos años, luego de que masivas protestas estudiantiles lograran extraer numerosas concesiones del gobierno, el movimiento estudiantil todavía logra acarrear 100 mil personas a la calle cuando así lo quiere. Los trabajadores portuarios han estado en huelga y las demandas salariales de los mineros están impulsando al alza los costos de la extracción de cobre, la columna vertebral de la economía chilena.
Se está extendiendo una percepción de que el modelo liberal privado y una cacareada estabilidad, en vez de incrementar las oportunidades, está engañando a aquellos que están en la base de lo que han prometido. Esto es más visible en el sector universitario. Si bien se ha triplicado el número de estudiantes en una década, esas institucionales nominalmente sin fines de lucro se han visto afectadas por conflictos de interés y están ordeñando los subsidios estatales de formas que solo podrían ruborizar a un banquero. Los estudiantes están atrapados con grandes deudas y a menudo títulos de mala calidad que no cumplen las promesas de empleos o estatus.
La ex presidenta, Michelle Bachelet, es la favorita para ganar las elecciones este año. El descontento tanto con su bloque de oposición como con los partidos gobernantes significa que no puede dar por sentada una victoria. Los chilenos están haciendo que el hacer campaña -y gobernar- tenga un gusto cada vez más amargo.
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