Cuando Rahm Emanuel asumió como alcalde de Chicago en 2011, dijo: "no seré un alcalde paciente". Eso fue un eufemismo. El ex jefe de gabinete de Barack Obama volvió a casa con una reputación casi legendaria por su estilo implacable y agresivo. Así adquirió el sobrenombre de "Rahmbo". En un famoso incidente, envió por correo un pescado muerto a un encuestador con el que había caído en las mediciones. Hay pocas figuras importantes de Washington que no hayan sido víctimas de su lengua filosa. En el lenguaje de Emanuel, los insultos comunes son casi afectuosos. Emanuel, 54, perdió la mitad del dedo medio en un accidente en la cocina cuando era adolescente. Fue una amputación que, según la inolvidable frase de Obama, lo dejó "casi mudo".
Fue la voluntad del primer presidente negro que Emanuel dejara Washington para postular a "jefe" de Chicago, un apoyo que lo ayudó ampliamente con el voto afroamericano de la ciudad. Emanuel obtuvo más votos que los otros cuatro candidatos juntos (dos de ellos, afroamericanos).
Medido crudamente, la población de Chicago es un tercio blanca, un tercio negra, y un tercio hispánica. Aunque esas diferencias conviven en la ciudad, las cosas se han polarizado con Emanuel. La mayoría de la población blanca lo apoya, al igual que los hispánicos, según las encuestas. Pero los afroamericanos ya no. Y la racha de cierre de escuelas en el sur de Chicago hizo poco por ayudar.
La relación de Emanuel con los barrios negros podría ser decisiva para su reelección el próximo año. La brecha entre los dos Chicagos es tan grande como la que hay entre los dos "Nueva Yorks", la cual Bill De Blasio, el nuevo alcalde de la Gran Manzana, promete acortar. De Blasio viene del ala liberal del partido demócrata, y promete hacer que el Upper East Side de Nueva York pague más para mejorar las condiciones del resto de la ciudad. Emanuel es más cercano a Michael Bloomberg, el predecesor de De Blasio, quien revitalizó la economía de Nueva York con sus contactos filantrópicos.
La comparación entre el Chicago de Emanuel y el Nueva York de De Blasio debe ser lo más cercano que EEUU tiene a un experimento sobre cómo hacer a sus ciudades vivibles y competitivas en el S. XXI. "Enfrentamos fuerzas internacionales mucho más grandes que nosotros", me dijo Emanuel en una entrevista en Ciudad de México. Le pregunté si era rival de De Blasio. "Ambos tenemos mucha riqueza concentrada y mucha pobreza", respondió. "Mi desafío es hacerla una ciudad aún mejor para las familias de clase media que son la base de Chicago".
El impacto de Emanuel depende a quién se le pregunte. En las tiendas de departamento de Chicago, la ciudad está haciendo negocios otra vez tras sufrir una peor Gran Recesión que la vivida en Nueva York o Los Angeles (Chicago es la tercera mayor ciudad de EEUU con 2,7 millones de personas).
Entre su trabajo en el gobierno de Clinton, donde fue un consejero senior (e inspiración para el personaje Josh Lyman, de la serie de TV West Wing), y sus cuatro períodos en el Congreso representando al quinto distrito de Illinois, Emanuel volvía a Chicago para hacer su fortuna. En solo dos años en el banco boutique de inversiones Wasserstein Perella, ganó US$18,5 millones. Quizás no se acerca a la fortuna estimada de Bloomberg de US$31 mil millones, pero es bastante. Emanuel gastó US$450.000 de esas ganancias en su primera elección al Congreso. Seis años después, recaudó cifras récord para ayudar a su partido a anular a los republicanos en las elecciones de mitad de período de 2006.
Antes de Emanuel, Richard M Daley fue el alcalde de Chicago por 22 años, hijo de Richard J Daley, quien gobernó la misma ciudad entre 1955 y 1976. Ambos tenían buena relación con los empresarios de Chicago, pero la elite empresarial de EEUU ve a Emanuel como uno de ellos. Entre quienes contribuyeron el máximo de US$50.000 para la campaña de 2011 de Emanuel estuvieron Steve Jobs y Donald Trump, además de donaciones de Steven Spielberg y David Geffen.
Emanuel ha convencido a muchas compañías, como United Airlines y Google Motorola Mobile, de cambiarse al distrito financiero de Chicago, donde están grandes marcas como Boeing, Exelon y Hyatt. Otras, como Kraft Foods, McDonald's y Walgreens están en los suburbios de Chicago.
A diferencia de Nueva York o LA, las cuales están erguidas en torno a una única industria (las finanzas y el espectáculo, respectivamente), Chicago está diversificado. Ni una industria da cuenta por más de una séptima parte de sus trabajos. "Apenas hemos empezado a tomar ventaja de la diversidad de Chicago", dice Ivo Daalder, quien preside el Chicago Council on Global Affairs, un think tank de la ciudad.
Las calles del norte de Chicago están entre las más seguras de EEUU. Con 415 homicidios el año pasado, las víctimas mortales de Chicago fueron menos de la mitad de lo que han sido. Seguir reduciendo el número, y acabar con la reputación de la capital del asesinato del país, es una de las tres obsesiones de Emanuel. Su eslogan es "calles seguras". Las otras dos son "finanzas estables" y "escuelas fuertes".
Dada la reputación de Chicago estos son lados de la misma moneda. "Necesito regulaciones más fuertes con las armas y padres más fuertes", dice Emanuel. "En uno puedo trabajar y el otro lo puedo pedir". Desde programas con mentores después de clases hasta trabajos juveniles durante el verano, Emanuel pone tanto énfasis en el trabajo social como en "inundar la zona" con policías. Aunque sigue siendo considerablemente más alta que la de LA o NY, la tasa criminal de Chicago cayo el año pasado a su punto más bajo desde 1965. Esto, a pesar de los esfuerzos de Emanuel para convencer a las jurisdicciones vecinas de ser más estrictas en las leyes de tenencia de armas.
Es en su meta que suena más pedestre, lograr "finanzas estables", donde su camino es más peligroso. Acortar la vertiginosa diferencia entre las pensiones también es donde podría hacer más enemigos. A juzgar por cómo los líderes sindicales hablan de él, ya los ha hecho.
Como se le mire, la "década perdida" de Chicago cuesta mucho dinero. La proporción de financiamiento de Chicago, que mide la diferencia entre cuánto debe en pensiones y cuánto es dejado a un lado, es de 35%. Los actuarios dicen que una proporción de 70% es segura. Ni una otra gran ciudad estadounidense tiene una proporción tan baja. La de NY es 60% y la de LA es de 77%.
Las proyecciones muestran que Emanuel tendría que subir los impuestos a la propiedad hasta un 150% si quiere dejar las pensiones de Chicago intactas, lo que podría paralizar la economía. Alternativamente, podría tener que eliminar servicios esenciales para dejar las pensiones intactas. La realidad muestra que debe bajar las pensiones. Los sindicatos tendrán la razón en pelear amargamente en las cortes y manifestarlo en las votaciones. "Todos enfrentan el mismo problema", dice Emanuel. "Pero en Chicago viene peor. Una de las cosas que he intentado es mostrar que si cedes un poco, tienes una situación en la que todos ganan. Si tratas de aferrarte a lo que tienes, no progresas. Somos parecidos a Nueva York y Los Angeles. Nuestra economía es tremendamente fuerte, pero nuestro panorama fiscal es débil y la combinación con la que trato de dar es cómo arreglar el panorama fiscal sin arruinar la economía". El tiempo es escaso: las "vacaciones" de financiamiento de las pensiones de Chicago terminan en 2015.
La última promesa de Emanuel son las "escuelas fuertes". En esto, el registro de Emanuel es más nebuloso. A comienzos de su período, tuvo una discusión con Karen Lewis, presidenta del poderoso sindicato de profesores de Chicago. Lewis, quien no quiso ser entrevistada, dijo a sus colegas que Emanuel la insultó en su cara. Ella le devolvió el cumplido. Después de eso, una huelga de profesores parecía solicitada. En su campaña, Emanuel prometió extender la jornada escolar de Chicago, la más corta del país. El año pasado él cerró 47 colegios en las áreas más despobladas de la ciudad. Ambas medidas tienen sentido fiscal, pero la peor parte se la llevó el South Side".
Antes de ser contratado por Obama, Emanuel solía decir que quería ser el primer vocero judío de EEUU. Ahora es el primer alcalde judío de Chicago. Si tiene éxito, sobre todo en mejorar las complicadas finanzas de la ciudad, el dinero no será un problema. "Nunca he escuchado a Rahm decir que quiere ser presidente", dice David Axelrod –ex asesor senior de Obama- con convicción. "Estoy listo con este trabajo", dice Emanuel, cuando pregunto si quería ser el primer presidente judío del país. "Estoy listo. Y punto. Ya alcancé mi mayor ambición".
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