Morder una exquisita manzana luego de comprarla o beber un excelente vino tras adquirirlo en el supermercado, puede ser el único fin al momento de comprar  un producto. Pero, ¿qué sucede al enterarse que detrás de su elaboración?, ¿hubo explotación de niños, y un pago injusto por sus distribuidores? Quizá el placer caiga y el disfrute se haga algo amargo.

Situación que busca eliminar el Comercio Justo (CJ), una iniciativa que atrae a miles de consumidores del planeta. Conocido mundialmente como Fair Trade, esta tendencia actúa como una alternativa para el mercado, donde la producción y el comercio impulsan el desarrollo de las poblaciones más desfavorecidas. O, como dice su definición: “se trata de una relación comercial basada en el diálogo, la transparencia y el respeto, buscando mayor equidad en el comercio internacional”. Esto, mejorando aspectos laborales, sociales y ambientales en el proceso productivo. Desde 1964, gobiernos y empresas de países del sur del mundo, vienen trabajando con la ONU a fin de que todos elijan insumos bajo esta condición.

Según la  FairTrade Labelling Organzations International (FLO), el CJ se ejerce bajo diez criterios comprometidos activamente en el apoyo a productores, a la creación de conciencia ciudadana y al mismo tiempo, plegándose a campañas por lograr cambios en las reglas y prácticas del comercio convencional a nivel internacional.

“El CJ tiene un fuerte impacto en la economía de las microempresas. Todavía no afecta en gran medida a la macroeconomía, porque aún es demasiado pequeño. Pero, al generar un fuerte apoyo a los pequeños productores, logra evitar la pobreza en las personas”, indica Rudi Dalvai presidente de la World Fair Trade Organization (WFTO), entidad mundial de CJ.

El primero de los criterios consiste en crear oportunidades para los productores con desventajas económicas. Principalmente a pequeños empresarios como negocios familiares, independientes o agrupados en asociaciones o cooperativas. Le sigue el trabajar con transparencia y responsabilidad. Particularmente, un bajo impacto medio ambiental y compromiso con sus distribuidores finales. Sobresale también el pagar a un precio justo, es decir, una remuneración socialmente aceptable (en el contexto local) por parte de los distribuidores finales (como supermercados).

Otro aspecto clave es asegurar la ausencia de trabajo infantil y forzoso, junto con el compromiso a la no discriminación por motivos de raza, origen nacional, religión, discapacidad, género, orientación sexual, afiliación sindical, afiliación política, VIH/Sida, estatus o edad. A su vez, el otorgar buenas condiciones de trabajo y campañas de difusión entre otras. “El CJ no es una garantía en el que se pueda aumentar de un día para otro la producción. Lo que da es una oportunidad, gracias a que el emprendedor quiere elaborar calidad, con un costo aceptable”, afirma Dalvai.

Práctica mundial
A partir de tales criterios, se llega a la certificación de CJ, proporcionado por las ya mencionadas organizaciones especialistas en la materia. Esto, mediante un sello impreso en el envase del producto, lo cual vuelve fácil elegir insumos de CJ por sobre los tradicionales. Los países más avanzados en esta práctica son Irlanda, Suiza, Finlandia y Gran Bretaña, con consumos de productos bajo el sello Fair Trade entre los US$12 y US$24 por habitante mensuales (ver tabla). "En Europa, un 20% promedio de los consumidores sabe de qué trata el CJ. Por ejemplo, en Suiza y en Inglaterra, un 80% lo conoce, eligiendo productos certificados por este mecanismo", dice Rudy Dalvai.

En 2012 se compraron más de US$6.694 millones en productos con sello Fair Trade, registrando un crecimiento de un 20% en promedio comparado con 2011. Aquí, los más demandados fueron el café, el cacao, plátanos, té, azúcar y vinos, entre otros, manufacturados principalmente en países de África y América del Sur.  Ese mismo año, el número de organizaciones de productores del sistema de CJ Fair Trade creció en un 16%, en 12 meses.

Como parte de esta campaña, la firma de cosméticos Natura ejerce esta iniciativa mundial, cancelando precios justos por los insumos extraídos  desde las comunidades. Cubre así todos los costos de producción y comercialización, sumado a un buen retorno para los agricultores. Esto, considerando la gestión de las cooperativas y asociaciones, más los impuestos previstos para cada tipo de producto.

Asimismo, la cadena cafetera Sturbucks porta el sello Fair Trade, estableciendo relaciones comerciales con proveedores  que paguen salarios dignos, dando mejores condiciones de vida a sus caficultores.

Chile, ad portas
Nuestro país cuenta con cuatro organizaciones miembros de la WFTO: Comparte, Fundación Solidaridad, Cooperativa Apicoop y Fundación Chol-Chol, quienes han tomado un rol activo en la difusión del concepto, a través de redes de apoyo a comunidades y pequeños productores. Sobresale aquí la Red de Comercio Justo del Sur SURES, que opera en la Región de la Araucanía y el Biobío y cuenta con tiendas en Temuco (Fundación Chol-Chol) y Concepción (Manos del Biobío). "En nuestros  34 años, hoy contamos con más de 300 socios. Eso significa que reunimos a más de mil hijos, de los cuales un 25% ha terminado algún nivel de sus estudios formales, trabajando como profesionales en la actualidad", precisa Juan Eduardo Henríquez, apicultor y gerente general de Apicoop.

Otro caso es el de Viña Emiliana, la cual practica Fair Trade desde 2010 y posee sello de IMO. Dicha compañía entrega una “prima” por ventas (establecida por Fair Trade) directamente a los trabajadores, para que sea invertida en proyectos de ellos y sus comunidades. Además, en concordancia con los 10 principios éticos generales que establece el Comercio Justo, se desarrollan otras iniciativas enfocadas al cuidado del medioambiente y a mejorar la calidad de vida los trabajadores, sus familias y la comunidad.

Un camino que para el presidente de la recién creada Asociación Chilena de Comercio Justo, Jaime Valderrama, aún falta por recorrer. “Respecto a otros países, Chile está bastante defasado. Todavía existen empresas que en sus campos tienen a trabajadores sin contratos de trabajo. Algo que en Suecia, por ejemplo, es básico”, advierte.

No obstante, según el presidente de WFTO, Rudy Dalvai, el tema está en la comunicación: “Lo que Chile tiene que hacer es motivar al consumidor a elegir productos con sello CJ. Así, en 10 años más, el país podrá llegar a un nivel de consumo igual o mayor al de los países europeos”.