Este año el aeropuerto de Santiago habrá batido récord con más de 21 millones de pasajeros movilizados durante 2017.
Sin duda que dicha cifra es reflejo de la revolución aeronáutica que vive Chile y la región, donde la irrupción del modelo low cost ha permitido reducir el valor de los pasajes en más de un 30% promedio, permitiendo que cada vez más personas puedan volar en avión, especialmente aquellas que nunca antes habían podido hacerlo.
Este fenómeno no sólo ha impactado de manera positiva el turismo y la economía del país, también ha permitido acortar las distancias y potenciar la conectividad, dos aspectos muy relevantes para un país con nuestra geografía.
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Sin embargo, hay que reconocer que todo este auge aeronáutico tomó por sorpresa a Chile, y junto con todos sus beneficios, también ha dejado en evidencia algunas problemáticas que antes pasaban desapercibidas, tales como la infraestructura aeroportuaria y la falta de políticas públicas eficientes que apunten a mejorarla o distribuir de una mejor manera los recursos destinados a ésta.
Hace unas semanas, el Gobierno anunció que invertirá $47 mil millones para la construcción de un nuevo aeropuerto en la Isla de Pascua, el cual podría estar terminado en 2022.
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Nadie podría cuestionar que la inyección de recursos para mejoras aeroportuarias, sin duda, es muy provechoso para la conectividad; sin embargo, este presupuesto debería planificarse considerando el número de pasajeros que recibe cada terminal aéreo, las necesidades reales de cada región y los estudios de impacto social que justifique la inversión.
En el caso de Isla de Pascua, es importante consignar que de los 20 millones de pasajeros que circularon por los aeropuertos de Chile, sólo el 1% llegó a Rapa Nui.
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Si bien es cierto que las instalaciones del terminal de la Isla de Pascua sí requieren de mejoras -al igual que los de la mayoría de las regiones-, la alta cifra de inversión no condice con la baja operación aérea que tiene, pues sólo recibe un vuelo diario y de una sola línea aérea.
En ese sentido, cabe preguntarse de qué manera el Gobierno y las autoridades están priorizando la asignación de recursos para mejorar la operación e infraestructura de los aeropuertos, pues hay varios terminales aéreos nacionales que también requieren de inversión y que reciben mucho más que el 1% de los pasajeros que llegan a la Isla de Pascua. Por otra parte, tampoco se han conocido los estudios que avalen dicha decisión.
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Por ejemplo, y sólo por nombrar algunos, el aeródromo de Balmaceda tiene mínima infraestructura y restricciones de horario que no permiten mejorar la oferta de vuelos; lo mismo sucede en Copiapó. El terminal de Arica y de Punta Arenas sufren de congestión en servicios de aviación por no contar con la dotación de personal necesaria; mientras que en Valdivia y Osorno, el aeropuerto tiene importantes deficiencias en los servicios básicos.
Por otra parte, hay otros como el de Puerto Montt, Punta Arenas, Antofagasta, Iquique, Valdivia y La Serena que necesitan con urgencia que se invierta en el sistema de ILS, el cual permite que un avión sea guiado durante la aproximación a la pista de aterrizaje cuando hay poca visibilidad y que tiene un costo de US$1 millón cada uno.
Imposible no nombrar al Aeropuerto de Santiago, el cual se encuentra en plena fase de intervención de obras, las que ya están siendo insuficientes para atender al gran volumen de pasajeros que día a día están arribando a Chile.
La inversión para el nuevo terminal está llegando muy tarde y el mayor crecimiento -impulsado principalmente por las aerolíneas low cost- evidencia que la proyección actual para el término de las obras requiere de un nuevo proyecto de ampliación que esté acorde con la futura demanda.
Actualmente, Nuevo Pudahuel tiene sólo 18 puentes de embarque y 15 estacionamientos remotos que cumplen con las condiciones necesarias para la operación; cantidad insuficiente para la demanda actual. Faltan buses para embarques remotos y la dotación de personal e infraestructura en servicios de Seguridad de la Aviación como AVSEC, PDI, SAG y Aduana es insuficiente.
Asimismo, la falta de inversión y mejoras en el sistema de gestión de equipaje en el aeropuerto de Santiago -el principal terminal aéreo de Chile- han provocado que la pérdida de maletas haya aumentado ocho veces más.
Queda en evidencia que son muchos los aeropuertos en Chile que requieren de una mayor inyección de recursos; sin embargo, esta sólo será eficiente en la medida que se priorice por las necesidades de cada uno y la cantidad de pasajeros que podrán percibirlas.
Chile es un país largo y angosto. Poder acortar los tiempos de traslados entre las regiones, hacer más eficiente el sistema y agilizar el paso por el aeropuerto son fundamentales para potenciar la descentralización y permitir que no sólo los turistas aprovechen los beneficios de las inversiones, sino que todos aquellos deben viajar a lo largo de Chile por diversas razones.
*El autor es gerente general de Sky