Hablando ante el Club Económico de Nueva York en octubre de 2008, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, aludió al hecho de que el sistema bancario estadounidense se había concentrado más en esas semanas que en el último tiempo.

Wells Fargo había adquirido Wachovia, JPMorgan se había quedado con Bear Stearns y Washington Mutual. Bank of America se ahogaba con Countrywide y luchando por absorber Merrill Lynch mientras Citi estaba luchando simplemente por sobrevivir. Aún así, esa concentración no era el mayor problema de ese momento, dijo en una subestimación evidente.

A fines de 2007, el sector financiero representaba 17,6% del índice S&P500 por capitalización bursátil pero para el año siguiente, había caído a 13,2%. Hoy, en 16,4%, las compañías financieras lideradas por los bancos de nuevo están aumentando en participación; están recuperando peso.

A medida que se acerca el quinto aniversario de la crisis financiera, es evidente que la fortaleza aparente de los bancos en ese momento era, por decir lo menos, una ilusión, dado que estaba construida en base a apalancamiento, que nunca es una base sólida. Hoy, cinco años después, son más fuertes y rentables que en ese entonces.

Se espera que el sector financiero incremente sus ganancias en 13% este año, el mayor ritmo para cualquier sector (incluyendo energía), y sólo los servicios de telecomunicaciones creciendo a un ritmo equivalente, según Merrill Lynch.

La recuperación de los bancos sólo puede ser algo bueno. Hoy, hay mucho menos apalancamiento. Las unidades fuera de los balances, como los llamados vehículos de inversión estructurados, son parte del pasado. Más aún, los bancos ya no pueden dictar las reglas según las cuales son gobernados.

En los últimos años, "las reglas fueron deformadas para dar a los bancos lo que querían: maximizar el apalancamiento", dice un ex funcionario de la Fed de Nueva York. "Los reguladores no estaban listos para frenarlo".

La última vez que la banca casi se acaba hace más de 20 años, los reguladores, incluyendo a Paul Volcker y a Gerald Corrigan, estaban lo suficientemente confiados como para mandar a los bancos en problemas, como Citigroup, obligándolos a tomar medidas como recortar los dividendos para preservar capital. Cuando el entonces director ejecutivo de Citi, John Reed, se negó, Corrigan le dijo que tendría la misma conversación "con su sucesor".

Ahora los reguladores han vuelto a tener confianza y tienen la evidencia de la debacle de 2008 para dar a sus demandas una legitimidad innegable.

La gestión de riesgo también ha mejorado a medida que los ejecutivos han aprendido que a menudo no existe el valor intrínseco de un instrumento: todo depende de la liquidez. Como resultado, los bancos están poniendo más a prueba sus carteras, reemplazando sus valores líquidos, manteniendo mayores colchones de capital y gestionando el tenor de sus exposiciones de manera más proactiva.

También es cierto que el sistema bancario completo se ha vuelto más concentrado, y es precisamente esa concentración la que ha permitido a los bancos ser tan rentables.

La combinación de alivio cuantitativo, que ha inundado al mundo con liquidez y ha dado a los bancos generosas ganancias sobre sus posiciones de bonos, y la falta de competencia han elevado la última línea.

Hay algunas preocupaciones. El único grupo -después de los bancos- que ha sido un mayor beneficiario de la generosidad de la Fed es el sector financiero no bancario que no tienen las limitaciones de las instituciones que toman depósitos y que pueden operar con apalancamiento. Ellos cobran más y, a menudo cuando prestan, exigen más colateral.

Más aún, no está claro si hay un balance adecuado entre minimizar el riesgo sistémico y dar incentivos a los bancos para prestar de manera apropiada, con algunos banqueros diciendo que las reglas sobre capital y apalancamiento desincentivan muchos tipos de préstamo incluyendo financiamiento de proyectos e infraestructura.

Es de esperar que los bancos entiendan que es en parte la generosidad y la paciencia de la Fed lo que los hace lucir tan bien por estos días. Aún así, dado que esas condiciones benignas probablemente pasarán y dado que la memoria institucional de los bancos es corta -y se vuelve más corta a medida que mucha gente abandona la industria- es difícil no ser cínico.

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