Si el poderoso J Pierpont Morgan se reencarnará hoy en Nueva York, ¿quién podría ser? ¿Jamie Dimon, el actual director ejecutivo de JPMorgan, el banco que lleva el nombre del gran hombre? ¿O preferiría Morgan volver como Stephen Schwarzman, o Leon Black, los directores de Blackstone y Apollo, respectivamente, dos firmas privadas gigantes de capital privado?
Yo apostaría que su segunda venida sería como Schwarzman o Black. No importa el hecho de que ellos sean administradores de "activos alternativos", como prefieren llamarse ahora, ellos son más empresariales y aventureros estos días que los directores ejecutivos de bancos. Ignore el salario anual de más de US$100 millones tanto de Shwarzman como de Black, que hacen parecer el salario de US$20 millones de Dimon casi modesto.
Lo que es realmente impactante es el volumen de finanzas no bancarias que está siendo administrado silenciosamente a las economías occidentales con el mínimo de escrutinio regulador, una tendencia de la que mi colega Henny Sender ha informado extensamente. Los "no banqueros" que la proveen pesan tanto como los banqueros, y parecen estar divirtiéndose más. Los resultados de los grupos gestores de activos durante las últimas dos semanas ilustran el punto. En la última década, los retornos sobre las acciones de Goldman Sachs llegaron al 40%. El año pasado fue sólo un 11%. Mientras, los retornos sobre las acciones de KKR fueron de 27,4% en 2013, un margen con el que los bancos solo pueden soñar.
Las recientes ganancias de estos grupos fueron impulsadas por las ventas de las compañías que adquirieron hace años. Pero hoy se están ramificando más allá de sus actividades centrales, en parte debido a que hay menos acuerdos nuevos, y también están entrando en zonas que eran terreno bancario: crédito y propiedades.
Solo un cuarto del negocio de US$160 mil millones de Apollo se concentra en capital privado. Recientemente ha engullido tantos bonos y préstamos corporativos que su portafolio de crédito ha explotado a más de US$100 mil millones, en comparación a los solo US$4 mil millones de hace siete años. En Blackstone y KKR el cambio es menos dramático: de acuerdo a los cálculos de Bloomberg, el crédito es solo un cuarto de sus portafolios. Pero también están cambiando de foco. En la primera semana de febrero, Blackstone anunció planes de comenzar a entregar crédito hipotecario como parte de su negocio de propiedades.
Por supuesto, el registro de US$100 mil millones en crédito sigue siendo menor que el de JPMorgan. De todas formas, es mayor que el de muchos bancos medianos de EEUU. Y la huella económica de los administradores de activos se está expandiendo de otras formas también. Las compañías del portafolio de Blackstone, por ejemplo, tienen añora 600 mil empleados e ingresos de US$79 mil millones. "Las casas de capital privadas hoy se ven como los bancos mercantiles hace 100 años", observa Jes Staley, ex director del banco de inversiones de JPMorgan (quien ahora trabaja en el grupo de inversión BlueMountain Capital). "Son muy grandes y poderosos".
Esto podría no ser completamente deseable. Las instituciones no bancarias están desbordando en tamaño porque no se enfrentan al mismo papeleo regulatorio que los bancos, lo que les permite generar ganancias en un negocio que para los bancos ahora no es conveniente. Esto preocupa a los reguladores. La oficina del Contralor de la Moneda en EEUU advirtió recientemente que las actividades no bancarias han impulsado un aumento en los préstamos corporativos riesgosos. Esto, junto con sugerirle a los bancos no "saltarse las reglas" agrupándose con instituciones no bancarias para crear más crédito.
Pero las buenas noticias sobre las instituciones no bancarias es que no están plagadas de las discordancias maduras de los bancos; no toman depósitos retail, pero a cambio atraen financiamiento a largo plazo. Eso reduce el riesgo sistémico, o eso esperan los reguladores. Y lo que nadie puede negar, ni siquiera a quienes les disgusta el arbitraje regulatorio, es que el negocio no bancario ha crecido debido a la demanda no cubierta. Después de todo, la única razón por la que estas instituciones pueden tener ganancias dando crédito es que los bancos ya no están dando suficiente crédito a las empresas riesgosas, como las compañías pequeñas.
La gran ironía de las drásticas medidas regulatorias posteriores a 2008 es que, al forzar a los bancos a ser más seguros, los reguladores le han dado alas a una manada de nuevos jugadores financieros, con consecuencias potencialmente impredecibles. Se podría decir, si se quiere, que es un triunfo del espíritu empresarial de Wall Street, o una muestra de su tremenda habilidad para esquivar las reglas. De cualquier forma, el arbitraje financiero es una vez más el tema del día, y está produciendo los números de ganancias que J Pierpont Morgan habría saboreado.
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