Desde que el controversial presidente electo Donald Trump sorprendió ganando los comicios estadounidenses en noviembre del año pasado, los mercados han pasado de una oleada de incertidumbre a la siguiente, sin anuncios de cuáles serán sus planes concretos para la principal economía del mundo.
A tres días de que el republicano pase a ocupar la Oficina Oval, el profesor de la Universidad de Chicago, Luigi Zingales, señala que las políticas industriales de Trump son “pro-negocios, no pro-mercados”.
Según advirtió en un artículo publicado este martes en el blog del Stigler Center de la emblemática Booth School of Business, las políticas económicas “pro-negocios” favorecen a las compañías que ya existen, “en desmedro de las generaciones futuras”.
En cambio, agrega, una política pro-mercado incita condiciones que permiten que todos los negocios surjan sin condiciones especiales, dado que los niveles de competencia internacional que promueven benefician no sólo a los consumidores, sino también a las empresas, en el largo plazo.
“Durante su campaña presidencial, Trump usó muchas temáticas populistas. La primera señal de que sus políticas no serán ni populistas ni populares, sino estrictamente pro-negocios, es la selección de miembros de su gabinete”, escribe Zingales.
Lo que el futuro primer mandatario está haciendo, explica, es poner a los capitanes del lobby directamente en las oficinas gubernamentales, como es el caso del CEO de Exxon Mobile, Rex Tillerson, nominado para encabezar las relaciones exteriores del país.
Lo mismo ocurrió con las agencias gubernamentales, agrega, ejemplificando con las selecciones para la agencia ambiental EPA (un abogado que ha demandado a la entidad en pos de la industria petrolera) o la SEC (un abogado experto en defender compañías acusadas de fraude).
Además, dice Zingales, está la amenaza de un impuesto aduanero, que –además de seguir los deseos proteccionistas de su administración– va a permitir un recorte en los impuestos directos, contraviniendo las reglas de la Organización Mundial del Comercio.
Pero para Zingales, la peor señal de todas viene de la cuenta de Twitter del mandatario, que ha convertido en un modus operandi amenazar a las compañías locales a través de la red social, como ocurrió con los ataques a Boeing por el contrato por el avión presidencial Air Force One. Aunque el magnate tenga la razón, comenta el catedrático, “un presidente debería solucionar estos asuntos siguiendo las reglas y no con una ejecución en la plaza pública de las redes sociales”.
Esta estrategia también ha beneficiado en las bolsas de valores cuando Trump felicita a las empresas por mover sus procesos industriales o invertir en Estados Unidos, haciendo subir sus acciones, como sucedió con Ford cuando decidió no hacer una planta en México y con Softbank por invertir US$50.000 en el país.
“Esperaríamos este tipo de comportamiento de un dictador en un país bananero, no del presidente electo de la democracia más antigua del mundo. La presidencia de Trump empezó de la peor forma posible para los que, como yo, todavía creen en el mercado”, disparó Zingales.