Señales contrapuestas está mostrando la economía chilena. Mientras por un lado vemos perspectivas de crecimiento de la actividad económica positivas, por el otro, el escenario fiscal se ve complejo, por lo que hay señales de luces y de sombras. Así lo refleja el análisis del economista jefe para la región Andina de BTG Pactual, Luis Óscar Herrera, quien prevé que el Producto Interno Bruto (PIB) crecerá 3,5% este año, impulsado principalmente por un cambio en las expectativas, pero alerta que este impulso es solo parte del ciclo, ya que si se quiere mantener este nivel y crecer de manera sostenida, el país debe realizar reformas estructurales, las cuales bajo la actual coyuntura no son fáciles de implementar.Una de ellas es la reforma tributaria, puesto que si bien Luis Óscar Herrera señala que existe espacio para una simplificación del sistema, en ningún caso ve que lo haya para una rebaja en la tasa impositiva de las empresas, porque la situación fiscal no lo permite.

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El economista también entra al debate del momento: las cuentas fiscales. Al respecto, señala que más allá de las distintas posiciones que han planteado los exministros de Hacienda con el actual jefe fiscal, lo trascendental es que se avance en una mejora de la institucionalidad fiscal para darles más credibilidad a las cuentas públicas.

En enero, el gobierno saliente informó que el déficit fiscal estructural era de -1,7%. Luego, el Consejo Fiscal Asesor lo calculó y dijo que era -2,1%, finalmente la nueva administración lo situó en -2%. ¿Cuánto daño hace este tipo de diferencias a la credibilidad de la regla fiscal?

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Hubo falta de prolijidad del gobierno saliente en el cálculo del déficit estructural del año pasado y el resultado es que al final no se cumplió la meta fiscal comprometida. Sin embargo, rescato que el Consejo Fiscal Asesor (CFA) actuó cuando debía, el error se corrigió y finalmente se informó la cifra correcta.

A fines de la semana pasada, Hacienda informó que había US$ 5.567 millones en gastos comprometidos sin financiamiento, sin embargo, el exministro de Hacienda Nicolás Eyzaguirre dijo que eran presiones potenciales de gastos. ¿Cómo se debería entender esta diferencia en las cifras?

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Esta polémica sobre gastos comprometidos o presiones de gasto me parece artificial. Creo que, en los últimos años, por distintas razones, ha habido desorden en la ejecución de la política fiscal y la regla fiscal se ha hecho más laxa. El gobierno anterior no cumplió con el compromiso inicial de llegar a un balance estructural al final de su período. Sus objetivos fiscales se fueron deslizando año a año para acomodar el deterioro en las proyecciones de ingresos estructurales, en lugar de ajustar el gasto a la nueva realidad, que era la lógica de la regla fiscal original. Además, en tres de los últimos cuatro ejercicios fiscales, el gasto efectivo excedió al que estaba aprobado en la Ley de Presupuesto, no por mucho, pero es un reflejo de que algo viene funcionando mal en la planificación presupuestaria o su ejecución. La polémica reciente es un reflejo de estos problemas que viene arrastrando la política fiscal.

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El exministro de Hacienda Rodrigo Valdés señaló que el análisis que estaba realizando Larraín era exagerado e incorrecto. ¿Cuál es su visión al respecto?

Más allá de la polémica sobre si se trata de gastos "comprometidos" o se trata de "presiones de gasto" que se han venido validando en forma recurrente, creo que es necesario fortalecer la institucionalidad fiscal para que la discusión política se centre en las soluciones al problema y no en su medición. Los ministros o exministros de Hacienda no son observadores neutrales en estas materias, por eso es urgente fortalecer el rol del CFA u otra entidad que pueda analizar estas materias con objetividad, recursos, independencia y credibilidad, y sirva de guía para la discusión fiscal. Alternativamente, nos vamos a quedar pegados en estas polémicas sobre el termómetro fiscal y no en las soluciones.

¿Esta discusión más política que técnica puede hacer que la regla fiscal pierda credibilidad?

Hoy, la única entidad con capacidad real para efectuar proyecciones de gasto fiscal, evaluar los compromisos legales o proyectar la recaudación tributaria es la Dipres, que es muy profesional, pero depende del gobierno de turno. La consecuencia es que, desde uno y otro lado, se levantan suspicacias y polémicas respecto de la calidad de sus números y proyecciones, y esas discusiones afectan la credibilidad de la regla fiscal frente a la opinión pública y los mercados, y también la capacidad del gobierno para abordar estos problemas con el Congreso.

Estas discrepancias sobre las cifras de déficit fiscal y de proyecciones de gasto ¿podrían volver a afectar nuevamente la clasificación de riesgo?

Confío en que reconocer los problemas es el primer paso para resolverlos. Afortunadamente, tenemos una buena historia fiscal, ya que en momentos del boom del cobre se hicieron los ahorros pertinentes, lo que permitió reducir la deuda pública, acumular activos y hoy día estamos usando ese esfuerzo del pasado. Esto nos permite tener una situación fiscal que si bien se ha deteriorado, todavía es tranquila, pero estamos viviendo a cuenta de las glorias pasadas.

¿Pero existen riesgos de que esta polémica termine afectando la credibilidad de la seriedad fiscal?

Si mantuviéramos la misma trayectoria de déficit fiscal y de incremento de la deuda pública y, además, con poca claridad respecto de las proyecciones fiscales, se podría gatillar una rebaja en la clasificación de riesgo. Pero no creo que ocurra esto. Confío en que el ministro Larraín saldrá jugando, que propondrá una trayectoria ambiciosa de consolidación fiscal y, además, fortalecerá el rol y capacidades del CFA. El anuncio de un ajuste fiscal por US$ 4.600 millones en los próximos cuatro años es un paso relevante en esta dirección.

¿Se debe definir una meta fiscal clara y con metas fijas?

Ese es el próximo paso. En las próximas semanas, el gobierno debe definir una meta concreta para el saldo fiscal estructural, un horizonte para alcanzar ese objetivo y los hitos específicos que debe cumplir año a año. También creo que es importante, porque ya tenemos una deuda pública más voluminosa, que coloque un objetivo explícito de largo plazo para la deuda en relación al PIB, tal que sea compatible con mantener una clasificación de riesgo soberano favorable. Este objetivo de deuda podría servir de guía para acelerar o reducir la velocidad de convergencia hacia la meta del balance estructural.

"Se debe avanzar en la consolidación fiscal y en la medida en que la economía crezca, evaluar una reducción de impuestos"

Hoy, el consenso del mercado espera un crecimiento del orden de 3,6% e incluso algunos más optimistas prevén un PIB más cercano a 4%. ¿Están las bases para una recuperación sostenida?

Sí, hay buenos fundamentos para esperar esta recuperación cíclica del crecimiento económico. Ya vemos cifras concretas de repunte en la actividad. El crecimiento del PIB probablemente rondará el 4% anual en el primer trimestre, por lo que continúa la tendencia alcista que se inició a mediados del año pasado. Esta cifra puntual está influida por el fuerte rebote de la minería, pero descontando ese factor, el resto de la economía también se ve más dinámico y crece entre 3% y 3,5% anual.

Esperamos que la aceleración continúe el resto del año, para finalizar con una expansión entre 3,5% y 4% este año y que el crecimiento se mantenga en torno al 4% en 2019.En ese sentido, ¿cuáles son las fuerzas que impulsarán la actividad este año?

Hay cuatro factores importantes: el primero es que tenemos un mayor impulso externo, apoyado en un crecimiento mundial más firme y mejores términos de intercambio. A ello se suman condiciones financieras externas que, si bien han sido algo más volátiles en el último tiempo, siguen siendo favorables. Lo segundo es que las condiciones financieras locales también son expansivas, con tasas de interés bajas en el corto y largo plazo, spreads de crédito apretados y mayores valoraciones bursátiles, lo que ayuda al dinamismo del gasto interno. El tercer factor es el rebote de las expectativas y los indicadores de confianza de empresas y consumidores, que muestran más disposición a gastar, invertir y contratar. Y el cuarto factor es que existe espacio de crecimiento no inflacionario, porque existen holguras de capacidad en la economía, principalmente en el mercado laboral, tanto por desempleo como por subempleo. Todo esto permite pensar en una recuperación robusta del crecimiento económico sin presiones inflacionarias inmediatas.

De las razones que mencionó para explicar las bases de este mayor crecimiento, el factor más nuevo es la recuperación de las expectativas.

Ciertamente, el resto de los factores ya venían manifestándose a lo largo del año pasado, mientras que el rebote de las expectativas es más reciente. Aún están por verse sus efectos en las decisiones concretas de gasto, inversión y contratación de las empresas y los consumidores.

¿Hay riesgos de que si no se concretan pronto algunas medidas pro crecimiento esas expectativas se pueden afectar?

En el corto plazo, me refiero a este y el próximo año; la recuperación de la economía es más bien cíclica y no depende tanto de la concreción de grandes reformas económicas, sino de los factores que señalé antes, que ciertamente incluye menor ruido e incertidumbre respecto de la política económica.

¿Y ahí un tema clave son los cambios que se realicen al sistema tributario?-

Hay varias áreas donde se pueden hacer reformas. Una de ellas es la tributaria. Sin embargo, cualquier reforma en este ámbito debe considerar que la situación fiscal es estrecha y no tenemos holguras inmediatas para reducir la carga tributaria. Se pueden implementar instrumentos que incentiven la inversión marginal, pero cautelando sus efectos sobre la recaudación global.

Es decir, ¿dada la coyuntura fiscal no es recomendable que el gobierno envíe un proyecto que reduzca los impuestos a las empresas?

Me parece que la secuencia prudente es avanzar en la consolidación fiscal y más adelante, en la medida que la economía crezca más rápido y estén los recursos fiscales, evaluar el espacio para una reducción de impuestos. La prioridad inmediata del gobierno debería ser corregir la anterior reforma tributaria en aquellos aspectos que quedaron muy complejos o donde existen vacíos, discrecionalidad e incertidumbre para los contribuyentes.

¿En ningún caso se debería avanzar con una reducción de impuesto hoy en día?

El escenario alternativo es pensar que el repunte del crecimiento está garantizado, y por esa vía llegará mayor recaudación, por lo que se pueden bajar los impuestos ahora y postergar la consolidación fiscal a la espera de ese mayor crecimiento. Pero si el gobierno se equivoca, las consecuencias serán mantener un déficit fiscal abultado por un tiempo prolongado, mantener una trayectoria creciente para la deuda pública y arriesgar una nueva rebaja en la clasificación crediticia que a la larga es perjudicial para la inversión y el crecimiento. Los riesgos en esta área no son simétricos.

Alza de tasa: solo en 2019

La inflación en 12 meses se ubica en 1,8%, por debajo del piso del rango de tolerancia del BC, y la perspectiva apunta a que la convergencia a 3% será más lenta. ¿El BC se equivocó en calibrar la dosis de política monetaria que necesitaba?

Creo que un año atrás existía espacio para plantear una política monetaria más expansiva de la que finalmente implementó el Banco Central. La tasa de interés podría haber bajado más, especialmente en la primera parte de 2017, cuando la inflación iba a la baja, el crecimiento seguía muy lento, se ampliaban las holguras de capacidad y no había perspectivas claras de repunte económico. En ese momento, los riesgos inflacionarios no eran simétricos y se pudo haber actuado más agresivamente.

Dada la actual coyuntura del nivel que registra la inflación, ¿existen riegos de que se quede por más tiempo más cerca de 2% y eso podría llevar a un desanclaje de las expectativas?

Un riesgo a la baja para la inflación es que las brechas laborales pueden ser bastante mayores de lo que aparece a primera vista. Esas holguras pueden mantener acotadas las presiones sobre los salarios y la inflación doméstica. Sin embargo, no creo que esté en riesgo un desanclaje de las expectativas inflacionarias, porque si se da ese escenario, el BC no se quedaría sentado de brazos cruzados, sino que podría postergar por más tiempo el inicio de la normalización monetaria o evaluar recortes.

En la última Reunión de Política Monetaria el BC alertó sobre la evolución que ha tenido la creación de empleo asalariado privado, ¿eso indica que podría haber menores presiones inflacionarias?

El mercado laboral normalmente responde en forma rezagada al ciclo económico, por lo que esperamos que el repunte del empleo asalariado privado se produzca más tarde en el curso del año. Una interpretación alternativa es que las empresas están más reticentes a contratar por fenómenos como la automatización o la reforma laboral. Si es que finalmente no se da este repunte del empleo privado, podría ser un riesgo para el crecimiento y la inflación, pero es temprano para plantear que existe una anomalía en este ámbito.

Dado este escenario, ¿cuál es la trayectoria que debería seguir la TPM?

Creo que el Banco Central seguirá en estado de contemplación por el resto del año, con la TPM pegada en 2,5%, y evaluará su normalización solo a partir del próximo año. El peso de la prueba para iniciar los ajustes de la tasa debería estar en el repunte efectivo de la inflación de tendencia, no en la mejora de las cifras de crecimiento económico, porque no sabemos cuánto espacio existe para crecer sin presiones inflacionarias.