Desde París Evelyn Erlij
Fueron las elecciones del "ni-ni", como llamaron al fenómeno en Francia: el triunfo del candidato "ni de derecha ni de izquierda" dependía, en gran parte, de que quienes se escudaban en el discurso "ni Macron ni Le Pen", fueran a las urnas. El voto nulo o blanco era el enemigo más temido de la elección, y hasta los medios más críticos trataron de despertar al electorado de izquierda que se negaba a elegir entre la ultraderecha y el liberalismo macroniano. El semanario satírico Charlie Hebdo, que siempre lleva una caricatura en la portada, puso un fondo negro con la frase "Segunda vuelta: ¿De verdad hace falta hacerles un dibujo?"; mientras que el diario Le Canard enchaîné tituló con sarcasmo: "También militamos por el ni-ni: ¡Ni Marine, ni Le Pen!".
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Dos horas antes de los resultados oficiales, el diario belga Le Soir divulgó los primeros sondeos no oficiales que daban por ganador a Emmanuel Macron, pero en el comando de Marine Le Pen, instalado en Vincennes, al este de París, sus adherentes seguían esperanzados. En la pirámide del Louvre, en tanto, cientos de personas con banderas de Francia y la Unión Europea hacían fila para entrar a la explanada del museo, donde el equipo de Macron montó un escenario para celebrar la posible victoria. El hackeo de miles de documentos, e-mails y contratos de su partido que tuvo lugar el viernes parecían no haber afectado ni el optimismo ni la convicción de sus partidarios.
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A las 20 horas en punto se conocieron los primeros resultados: Emmanuel Macron, con 39 años, se convertía en el presidente electo más joven de la historia de Francia, con más de un 65% de los votos. El hombre que se dio a conocer hace apenas cuatro años y que fundó su propio partido en 2016, hacía estallar de manera definitiva el panorama político tradicional, reinventaba los límites de la derecha y la izquierda, y se convertía en el símbolo de un cambio generacional. En las calles, sonaban las bocinas y reinaba la alegría: su triunfo era la derrota de la extrema derecha y también un mensaje esperanzador para un mundo horrorizado ante el avance del populismo.
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"Es el inicio de una nueva era", comentaban los periodistas en la televisión, mientras se veían en pantalla caras largas en el comando de Le Pen, donde esperaban alcanzar no el 34% que obtuvo, sino un 40% de apoyo. En los programas especiales se debatían tres temas esenciales: el porcentaje histórico de votos blancos (9%) y de abstención (25%), el reto que tendrá Macron para formar en las próximas semanas un gabinete que reúna a la izquierda, el centro y la derecha; y el desafío que tendrá que enfrentar para lograr una mayoría en el congreso que le permita gobernar. De ahí que el gran tema en la prensa, desde ahora, sean las elecciones legislativas de junio.
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Los mercados, que ya habían asimilado un posible triunfo de Macron, vieron subir el euro 0,2% hasta US$1,1023, su mayor nivel desde noviembre.
Canción de la alegría
En la explanada del Louvre, los cientos de partidarios de Emmanuel Macron se convertían en 10 mil personas que celebraban al ritmo de la música. Pocos minutos después de conocerse los resultados, Marine Le Pen apareció sonriente para dar su discurso ante las cámaras: los franceses votaron por la continuidad, afirmó, pero este resultado histórico "nos convierte en la primera fuerza de oposición del país". Como cierre, anunció una transformación profunda de su partido en vistas de ampliar el espectro de votantes. Su campaña para las legislativas comenzó de inmediato.
Los políticos de todos los colores se peleaban en la televisión: los debates se centraron en cómo un partido nuevo que aún no tiene una fuerza política de peso logrará tener una mayoría. Los medios anunciaron nuevas encuestas: un 43% de los franceses votaron por Macron sólo para vencer a Le Pen. Francia se debatió entre la alegría, el alivio de haber vencido a Le Pen y el espíritu de división. La teoría de un país fracturado no dejó de repetirse, pero Macron, cuando se dirigió a la nación, fue categórico al decir que quiere unidad y una mayoría absoluta en las elecciones legislativas para poder reformar a Francia.
"No los olvidaré, seré digno de su confianza", afirmó el ganador, en un discurso solemne en el que anunció que combatirá al terrorismo en Francia y en el extranjero. Una hora más tarde, apareció en la pirámide del Louvre -símbolo que remite al ex presidente socialista François Mitterrand- para hacer una segunda intervención, en medio ovaciones y de la Oda a la alegría, himno de la Unión Europea. "Todo el mundo nos dijo que era imposible. ¡Pero no conocían a Francia!", proclamó el futuro presidente, quien prometió hacer todo lo posible para que no haya más razones para votar por los extremos.
Cuando asuma el cargo el 14 de mayo, la batalla no habrá terminado: su meta será unir a un país fracturado y pavimentar un camino que bloquee el paso del Frente Nacional para las elecciones de 2022.