El Fondo Monetario Internacional (FMI) actualizó sus proyecciones fiscales para Chile y el mundo en el marco del "Monitor Fiscal: Aprovechando los buenos tiempos", en el que -por un lado- pronostica una rápida disminución en el déficit fiscal efectivo del gobierno general, con una convergencia hacia el balance en 2021, pero por otro lado, desestima una reducción del déficit cíclicamente ajustado (conocido como estructural), el que incluso aumentaría levemente este y el próximo año, para mantenerse en 2,5% del PIB entre 2021 y 2023.

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En este contexto, el panorama presentado por el organismo en cuanto al déficit estructural, se aleja de los objetivos planteados por la administración de Sebastián Piñera, en el sentido de ir convergiendo hacia un balance. Durante la campaña presidencial el mandatario había adelantado que el objetivo era converger al balance estructural en un plazo de entre seis y ocho años, lo que no ve el FMI. De inmediato salió al paso el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, dando la idea de que la entidad fue demasiado cauta en sus pronósticos.

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En todo caso, el FMI moderó el ritmo de alza en la deuda pública, aunque el derrotero fiscal hacia delante muestra que continuará aumentando, al menos en el horizonte de los próximos seis años.

El Fondo pronostica que la deuda bruta del gobierno general trepará desde 23,6% del PIB en 2017 a 23,8% en este ejercicio, cifra que escalaría a 25,7% al final del horizonte estudiado.

La visión del FMI puede tener una doble lectura. Una mirada optimista, en cuanto a que el nivel de deuda sobre PIB se estaciona en torno al 25%. Por otro lado, existe una inercia de compromisos financieros del fisco difícil de frenar o revertir, lo que hace la tarea del nuevo gobierno aún más compleja.

Lo importante es volver a darle credibilidad a las finanzas públicas y centrar la mirada más que en una regla fiscal que no ha sido exitosa del todo, en el nivel de gasto.