El ascenso electoral del partido euroescéptico y antiinmigración Alternativa por Alemania (AfD) y el riesgo de la convocatoria a nuevas elecciones de resultado impredecible, han obligado a la canciller Angela Merkel a reeditar un esquema de Gobierno que no es inédito en Alemania, la "gran coalición", que que reúne a las dos principales formaciones históricas: la socialcristiana CDU-CDS de Merkel y la socialdemocracia del SDP. Que la propia Merkel haya hablado de "concesiones dolorosas" para pactar con el SDP de Martin Schulz es revelador de que ninguno de los dos partidos tenía como prioridad una alianza, pero las circunstancias los han empujado a un acuerdo que facilite investir un nuevo Gobierno a casi cinco meses de las elecciones y que permite a Alemania superar la parálisis institucional, y retomar la función de dirección que se espera de Berlín en la Unión Europea. De hecho, la "gran coalición" se propone lo que define como "un nuevo comienzo" para Europa, donde es fundamental consensuar con Francia. No obstante, la clave del pacto está en que Merkel cede ante el SDP, relajando la política de austeridad que aplica con rigor desde la crisis subprime, aumentando el gasto público en educación, salud y trabajo. Los dos bloques también concordaron limitar la inmigración, elemento que explica el ascenso de AfD. La salida a la crisis política--pendiente de ratificación en ambos partidos, más compleja sí en el SDP- es una buena señal en la perspectiva de la reforma que debe asumir la UE, más aún tras el Brexit.

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