La presidenta de Chile Michelle Bachelet ha tratado de calmar los temores de los inversionistas de que su ambicioso programa de reformas socavaría la fórmula que hay detrás de más de dos décadas de crecimiento económico robusto.
“Yo no fui una populista en el pasado y no soy una ahora”, dijo Bachelet en entrevista con el Financial Times, y explicó que si bien tiene la intención de cumplir sus promesas de campaña para reformar los sistemas de educación y tributario, lo haría de una manera “razonable” y “gradual”.
Bachelet obtuvo una aplastante victoria en las elecciones presidenciales de diciembre sobre una plataforma que incluía educación universitaria gratuita. Para financiarla planea recaudar US$8.200 millones de los ingresos tributarios, equivalente a 3% del PIB del mayor productor de cobre mundial.
Sin embargo, con la demanda china de cobre desacelerándose, los grupos de oposición y empresariales temen que Bachelet erosione las políticas económicas que han hecho de Chile el país más rico de la región.
“Nuestro modelo económico ha sido alabado,“ dijo la ex pediatra, refiriéndose al “milagro chileno”, que transformó en la década de 1970 uno de los países más pobres de América Latina a una de las economías más estables y prósperas en la actualidad. “Pero a pesar de que ha tenido éxito en lograr el crecimiento, somos un país con grandes retos en desigualdad”, recalcó.
Y agregó: “Chile ha cambiado. Las personas son más conscientes de sus derechos y mucho más exigentes”.
Los observadores dicen que Bachelet ahora debe trazar una delgada línea entre la corrección de las debilidades de un modelo económico que comenzó bajo la dictadura del general Pinochet, sin ceder a las demandas de un movimiento estudiantil radical que no representa a la mayoría.
“Estamos viendo cómo podemos seguir haciendo las cosas buenas que hacíamos antes, introduciendo nuevos elementos que permitan que la economía siga creciendo, y a la vez que la sociedad se desarrolle de una manera más armoniosa”, dijo.
Haciendo hincapié en la importancia de mantener un fuerte clima de negocios y reglas de juego claras para los inversionistas extranjeros, la mandataria criticó el fracaso de los gobiernos anteriores en reducir la dependencia del país del cobre, que representa 60% de los ingresos de las exportaciones chilenas. La alta exposición a un solo metal hace de Chile un país vulnerable a una reversión del auge de los commodities.
“Es por eso que es tan importante diversificar la economía”, dijo, rechazando las afirmaciones de que está desacelerándose debido a una caída de la inversión por la incertidumbre en torno a los planes de su gobierno.
Bachelet indicó que el menor ritmo de crecimiento comenzó a principios de 2013, antes de que ella fuera candidata presidencial.
Muchos economistas han criticado su plan de subir los impuestos, que se aprobó por la cámara baja y que no se espera que sea significativamente modificado por el senado.
Pero lo más controvertido son las propuestas para destinar la mayor parte de los ingresos fiscales adicionales en la reforma educativa, que los críticos dicen que está más centrada en poner la educación en manos del estado que en mejorar la calidad.
Bachelet insistió que Chile necesita mejorar su capital humano, centrándose en la calidad de la educación.
Otros están preocupados de que la presidenta deje de cumplir con sus promesas, lo que agrava las frustraciones y allana el camino para que un verdadero líder populista tome el poder.
“La mejor manera de evitar el populismo es avanzar en la derrota de la desigualdad, decir la verdad y cumplir las promesas”, declaró, si bien admitió que algunos de los efectos positivos de sus reformas, especialmente en educación, no se materializarán plenamente durante su presidencia.
Sin embargo, alguien tiene que dar el primer paso: “hay ciertas cosas que siempre han formado parte del paisaje de Chile que nunca se cuestionaron porque estaban ahí. Pero de repente dices, Chile puede aspirar a mucho más”.
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