"Esto no es un tour social". Lo dijo Pablo Allard, decano de la facultad de arquitectura de la Universidad del Desarrollo. Lo dijo delante de un grupo de profesionales de distintas  empresas, que habían llegado a las 8:15 de la mañana del viernes 23 de agosto, al edificio de la Sofofa para dar inicio a una actividad bastante atípica; un recorrido por Santiago, pero con la perspectiva del Hub de la sustentabilidad.

Allard, en su calidad de  anfitrión, hizo el alcance, porque la invitación del Hub era para conocer los desafíos, pero especialmente  las soluciones que se están desarrollando en Santiago para encararlos.  Pero que a penas se visibilizan por ser proyectos que crecen lejos de polos de acción como el barrio de negocios en que comenzó nuestro recorrido.

Tras una presentación en la que el arquitecto mostró el mapa de nuestra capital con colorores que podían mostrarnos en qué partes se concentra la riqueza, se hizo evidente que el sector oriente capta la mayor parte de los recursos, Pero también aparecieron puntos emergentes, hacia el sur y el poniente, donde se stán desarrollando nuevos polos. Con sus propios centros de acción y de comercio. No obstante eso, Allard también mostró quee la manera segregada como creció Santiago, con el desplazamiento de personas en situación de vulnerabilidad hacia los extramuros de Santiago, significa para esas personas desplazamientos de hasta seis horas diarias a bordo de los sistemas de transporte colectivo.

Nada que la realidad misma no pueda corrobar. Aunque el recorrido partió pasadas las 9 de la mañana, moverse por Santiago, aunque sea de manera privada, no es rápido.

Antes de llegar a nuestra primera parada, Puente Alto, Pablo Allard nos contó algunos detalles para mirar con otros ojos, edificios y calles. Por ejemplo, el mall Plaza Vespucio, que pasó de convertirse en un centro comercial, a una verdadera ciudadela donde confluyen el comercio convencional, con la entretención, incluso una clínica y un instituto de educación superior se unieron al proyecto.  Y, sobre el techo de uno de los edificios, se generaron canchas de futbolito.

Y como su no fuera suficiente con esa infraestructura, en varias cuadras alrededor, el comercio más informal, se mantiene activo.

Desde ahí, seguimos avanzando hacia el sur. El objetivo era llegar hasta Bajos de Mena, uno de los sectores más vulnerables de Santiago. Esencialmente se trata de un sector con mala conectividad, con muy pocos servicios y una densidad poblacional altísima.

Para conocer lo que ahí se está haciendo pasamos por la Municipalidad de Puente Alto, donde se incorporaron a nuestro recorrido, la jefa de gabinete del alcalde Germán Codina, Olga González del Riego, Lorena Berríos,  encargada territorial del sector de Bajos de Mena y Rubén Barrales, encargado del Parque La Cañamera.

Ellos nos contaron del plan Segunda Oportunidad, que permite a los vecinos de esa conunidad, postular a un nuevo subsidio habitacional para abandonar esos departamentos y proceder a la demolición de algunos de esos edificios. El objetivo es generar más espacio para áreas verdes y para servicios, que acá son mínimas.

Pudimos ver que ya hay edificios demolidos y otros, se destruyen en algunas de sus partes rápídamente para evitar su toma.

El objetivo es que la propia comunidad, junto con el municipio recuperen definitivamente esos espacios y no vuelvan a convertirse en basurales.

Adyancente a esa zona, se levanta el Parque la Cañamera, que se propone lo mismo: transformar un basural en un área verde. El plan está en pleno desarollo. Son 3,8 hectáreas que servirán a las personas que viven en las famosas poblaciones El Volcán 1 y 2.

 Tras dejar esa zona, partimos hacia Lo Espejo. Otra vez la congestión y las calles estrechas, hicieron su aporte en el tiempo.

Llegamos al proyecto de viviendas sociales hecha por Elemental, en conjunto con un grupo de vecinos liderados por la carismática Johana Vera.

Ella, de hecho, nos recibió en su propia casa. Construida sobre un sector que alguna vez fue un terreno municipal y que ella misma tramitó para que el municipio lo entregara para generar esta solución habitacional.

Así. Johana logró salir de su vida en el campamento Vista Hermosa, cerca de ahí, sin servicios de agua ni luz, para llegar a su actual casa, en la que la participación de los vecinos fue parte clave para el desarrollo del proyecto. 

"Después de ocho años de trabajo, llegamos a esto, espectacular", dice Johana, tras contarnos su historia. Hoy ella está terminando de estudiar Trabajo Social y es asesora del Ministerio de Vivienda.

Abrazos, emoción y sensación de que no todo está tan mal, acompañan nuestro camino hacia La Farfana. Último punto del recorrido donde Ricardo Estay, gerente de producción y depuración de Aguas Andinas y Pilar Morice, jefa de la planta, nos describirán qué es y cómo funciona esta enorme obra.  

Allá conoceremos la planta de tratamiento de aguas servidas más moderna del continente. Tras una inversión millonaria y años de trabajos, todas las descargas de aguas servidas  que llegaban a ríol Mapocho se redirigieron a esta planta.

Aquí se procesa esa agua y se vuelve al caudal para uso en riego. La materia orgánica, a su vez se usa para la generación de biogás, que se ocupa para la propia mantención de la planta y para inyectarla al sistema. Además, los lodos generados se pueden ocupar como fertilizantes en los campos aledaños.

La inversión supera los US$350 millones. Y aunque los vecinos le dieron dura batalla judicial por malos olores generados en el comienzo de la operación, en 2004, hoy al parecer esos conflictos ya están bastante resueltos.

Así las cosas, volvemos a nuestro punto de partida: el edificio de la Sofofa, donde terminamos esta experiencia, ya cerca de las tres de la tarde y con una ciudad a nuestra espalda que ya podíamos ver de otra forma.