El nuevo gobierno del Presidente Sebastián Piñera tendrá desafíos importantes. Retomar una senda de crecimiento saludable y sostenible, elevar la inversión, aumentar la generación de empleo de calidad, mejorar la seguridad pública, eficientar el Estado, implementar la agenda social, desarrollar una política de inmigración coherente, entre varias otras materias. Todos muy importantes, por cierto, sin embargo hay uno de ellos que puede transformarse en su principal legado: modernización del aparato público.
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Es una materia de primera importancia en un contexto en el que la ciudadanía está exigiendo más al Estado. No necesariamente se refiere a un Estado más grande y no significa tener un Estado que lo regale todo, es imposible.
Las prioridades demandadas por la población son seguridad, empleo, salud, educación y pensiones. Todas materias en que necesariamente se requerirá un Estado más eficiente, conectado con el sector privado en algunos casos, o prestando el servicio directamente.
Se requiere un Estado más simple, menos engorroso, con menos trámites, con más tecnología, con servicios de calidad.
Todo ello generará mayor productividad, variable que ha permanecido estancada por muchos años. Precisamente, un factor clave para lograr un mayor crecimiento, pero sostenible.
Algunos de los ejemplos en los que se debería avanzar son una agilización de la tramitación medioambiental, dado que con el sistema actual existe un grado muy alto de incertidumbre lo que desalienta la inversión. Asimismo, se necesita un Estado realmente en línea. No puede ser posible que se deba ir a tres o cuatro entidades públicas distintas para obtener una serie de papeles o certificados. Todo ello se transforma en mayores costos de transacción para las personas. Traslado, tiempo, distintos pagos. Todo ello suma.
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El desafío también será avanzar en modernización del Estado en un contexto de estrechez fiscal severa. Las proyecciones apuntan que la deuda pública sobre el PIB ascendería al 27% durante este año. En 2013 ese número era 12,7%. La aceleración de los compromisos provocó la inédita baja clasificación de riesgo soberano por parte de las agencias de rating.
Así, parte importante de la tarea que tendrá el Presidente Piñera será el manejo de las expectativas de la población.
Lo que espera la ciudadanía respecto de lo que será su gestión son altas, precisamente, en todas las áreas demandadas por la sociedad. La encuesta Cadem de la semana pasada muestra que el 61% de los encuestados cree que a Chile le irá bien o muy bien con el nuevo gobierno. Quizás en el fragor de la campaña se elevaron desmedidamente las expectativas, pero ahora debe ser el momento de la moderación, de la racionalidad, en un contexto de menguadas arcas fiscales. Como bien saben en el equipo de Piñera, no hay nada peor que la decepción respecto de lo esperado.
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Así, en un contexto de austeridad fiscal, la modernización del Estado podría ser su mayor legado, lo que redundará en un incremento del crecimiento de largo plazo.