Sentada junto a un muro que muestra una manifestación estudiantil mirada por los héroes de la izquierda chilena, Melissa Sepúlveda explica por qué debe haber una revolución.

La voz suave de la joven de 23 años contrasta con sus planteamientos radicales: una revisión completa del orden establecido en un país citado habitualmente como una de las economías más exitosas del mundo. "La gente cree que soy como un monstruo", dice Sepúlveda sonrojándose. "Lo que está en duda es el modelo económico vigente desde la dictadura [del general Augusto Pinochet]. Hasta que se transforme, las protestas van a continuar".

La posición de Sepúlveda está llena de ironías. Una anarquista y nueva presidenta de la poderosa Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, también es la última en sumarse a una serie de mujeres que abarcan dos generaciones y que ocupan algunas de las posiciones más influyentes en el país miembro de la OCDE.

Sus historias reflejan lo que es Chile en sí mismo; el estado de la nación desde la transición hacia la democracia desde 1988, y hacia dónde podría dirigirse ahora.

En la generación mayor está Michelle Bachelet, ex presidenta entre 2006 y 2010, quien se autocalifica como socialista pero es más conocida como una pragmática. Bachelet ganó la primera vuelta de la elección presidencial el domingo con 47%, pavimentando el camino a un probable retorno al poder en una segunda vuelta el 15 de diciembre.

También está Evelyn Matthei, la candidata del saliente gobierno de centroderecha, quien obtuvo sólo 25% de los votos, en gran parte debido a una creciente ola de descontento en Chile.

En la generación más joven, la cara más conocida es la comunista Camila Vallejo, quien dirigió la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile cuando los estudiantes se tomaron las calles en 2011 ante los exorbitantes aranceles universitarios y dejó al gobierno casi paralizado. Fue una de las primeras "revoluciones de la clase media" que desde entonces se han vuelto comunes en todo el mundo.

Pero hoy Vallejo ha cambiado el tono en una manera que ilustra lo que muchos aplauden de Chile por su desempeño económico: la estabilidad constitucional del país.

Junto con dos otros líderes estudiantiles, Vallejo ha dejado las calles y ganó un escaño del Congreso para generar las reformas desde dentro del sistema. Bachelet ya ha hecho de la reforma estudiantil uno de sus compromisos centrales.

"Tenemos que luchar desde ambos frentes", insistió Vallejo el lunes. "No es suficiente decir que las cosas están mal. Creemos que hay que cambiar el sistema tanto desde dentro como desde fuera".

Sin embargo, Sepúlveda continuará la batalla desde las calles. El próximo año habrá más protestas, advierte, explicando que las reformas educacionales de Bachelet no son suficientes. El conflicto debe continuar.

"Lo que ella está proponiendo no es una transformación real. El viejo sistema individualista seguirá en su lugar", dijo, argumentando que la desigualdad es la raíz del problema. "No están atacando a las familias más ricas".

De muchas formas, está en lo cierto. Desde 1990, la proporción de chilenos viviendo con menos de US$4 ha caído a 10% desde 60%, una transformación notable. Aún así este progreso siguió estando marcado por la fisura social de la extrema desigualdad: el 10% más rico captura casi la mitad del PIB nacional, entre los más altos de Latinoamérica.

Los chilenos de más edad dicen que las generaciones más jóvenes se han estado empoderando gracias al progreso de los últimos 25 años que ha creado una nueva clase media que espera todo ahora, cuando el verdadero avance sólo puede ser gradual. "Es difícil explicarle a la gente joven hoy que éramos pobres hace no mucho tiempo. No es políticamente correcto", dice un chileno adinerado.

Está por verse si los estudiantes alcanzan sus objetivos, y si la mayoría de los chilenos lo quieren. Patricio Navia, cientista político de la Universidad de Nueva York, duda que Bachelet traiga las reformas radicales que quieren. El modelo de Chile permanecerá, sugiere.

"Los líderes estudiantiles van a verse decepcionados, pero la mayoría va a estar contenta. Quieren una reforma gradual, Chile no está en crisis. La gente no quiere matar la gallina de los huevos de oro; sólo quieren que los huevos sean mejor distribuidos", dijo.

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