En un momento normal, en un país normal, Benjamin Netanyahu sería un gigante de la política.

Ya es el segundo primer ministro que más tiempo ha estado en el cargo en la historia de Israel.  La próxima semana, cuando el país vaya a las urnas, probablemente ganará un tercer período en el cargo. Ha presidido durante un renacimiento económico en Israel, durante el cual el país se ha convertido en un sinónimo de talento para la alta tecnología. En momentos en que la economía mundial ha estado en crisis, Israel ha seguido creciendo de manera fuerte.

Ni un solo israelí ha sido asesinado por bombas suicidas durante el último período de Netanyahu como primer ministro, desde 2009 a 2012 -en comparación con un promedio de más de 100 al año durante los primeros años del milenio. Israel ha evitado compromisos militares mayores. El último bombardeo de Gaza fue (para los estándares israelíes) un compromiso relativamente limitado.

Netanyahu también negoció en un difícil entorno internacional con una perspicacia táctica considerable. Muchos predijeron que la crisis en el mundo árabe generaría un levantamiento entre los palestinos. Hasta el momento, no ha ocurrido. Israel está observando los acontecimientos en Siria y Egipto con real nerviosismo -pero, hasta el momento, su propia seguridad nacional no se ha visto afectada. El primer ministro israelí también ha jugado un rol central en persuadir al mundo hacia sanciones incluso más duras sobre Irán.

Netanyahu incluso ha desafiado al presidente de Estados Unidos -aparentemente, sin ningún costo real. Cuando Barack Obama llegó al poder en 2009, su administración demandó un freno a los asentamientos israelíes en los territorios palestinos ocupados. Sin embargo, Netanyahu y su gobierno siguieron construyendo. Al final, fue Obama quien pestañeó. Dado todo esto, es fácil comprender por qué la elección israelí del martes probablemente resultará en una reelección de Netanyahu.

Tres hechos como líder nacional normalmente habrían garantizado a un político un lugar honroso en los libros de historia de su país.

Pero, en cambio, hay una fuerte opción de que las futuras generaciones miren hacia atrás a Netanyahu como un hombre que perjudicó de manera fatal el Estado judío, al no lograr responder las grandes preguntas sobre su futuro.

La mayor pregunta de todo es el futuro de los palestinos. Es sorprendente darse cuenta de que Israel ahora ha ocupado Cisjordania por casi 50 años -desde la guerra de los seis días en 1967. Debe ser tentador para los israelíes creer que esta situación puede durar para siempre. Pero no puede.

Aunque la vida es relativamente dulce para los israelíes ahora, su entorno internacional se está deteriorando rápidamente. Israel solía tener buenas relaciones con los dos gobiernos más importantes de la región: Egipto y Turquía. Pero los gobiernos islamistas ahora están gobernando ambos países, y están mucho menos dispuestos a aceptar el continuo predominio de Israel sobre los palestinos.

Israel también está perdiendo apoyo en el Occidente. Los israelíes se sorprendieron justificadamente por el casi nulo apoyo europeo para su posición en la reciente votación sobre el Estado de Palestina en la ONU. Incluso los alemanes, usualmente firmes en apoyo al estado judío, rechazaron el apoyo a Israel.

Los israelíes tienen la confianza de que el apoyo de Estados Unidos es sólido. Pero, ¿lo es? La nominación de Obama a Chuck Hagel como secretario de Defensa envía una señal poderosa. Hagel ha atraído la ira del lobby israelí por decir lo obvio: que los intereses de Israel y de EEUU no son los mismos.

El único gesto de Netanyahu hacia la administración Obama es hablar de la idea de una solución de dos estados. Sin embargo, sus acciones sugieren que tiene poco interés real en la idea. Los asentamientos siguen construyéndose y el gobierno israelí ha minado el liderazgo palestino en Cisjordania.

La verdad es que Netanyahu no tiene una estrategia de largo plazo para los territorios ocupados, o por lo menos, no una que pueda admitir públicamente. Eso ha abierto un flanco en la extrema derecha. La fuerza creciente en las elecciones israelíes es el partido Hogar Judío, que exige la anexión formal del 60% de Cisjordania que contiene la amplia mayoría de los asentamientos israelíes. Este plan garantizaría la ciudadanía israelí a entre 50 mil y 100 mil palestinos que viven en estas áreas. Esto confinaría a los millones restantes a un área trasera, donde existirían sin rango de estado ni derechos políticos.

Tal propuesta extinguiría las esperanzas palestinas de convertirse en un estado. Una anexión ilegal destruiría la legitimidad internacional restante de Israel, y probablemente incitaría a un tercer levantamiento palestino.

Aún así, la fantasía de la anexión no está confinada al partido Hogar Judío. También está ganando fortaleza dentro del Likud, el propio partido de Netanyahu. Como Daniel Levy, del Concejo Europeo de Relaciones Exteriores dice: “la característica más llamativa de la elección israelí es la creciente fortaleza de las fuerzas “anexionistas” de derecha”.

Netanyahu no es abiertamente anexionista. Pero su apoyo a los asentamientos y su fracaso en comprometerse con los palestinos moderados parece aspirar de manera tácita al mismo fin, mientras evita la confrontación abierta con el exterior al seguir con su compromiso de una solución de dos estados.

Tal política es tácticamente astuta, pero no ofrece una visión estratégica. Netanyahu podría volver a ser electo el martes. Pero se arriesga a llevar a Israel a un desastre.

Debes saber

¿Qué ocurre?
El martes (22) se desarrollarán elecciones en Israel. Se espera que Netanyahu gane un tercer período.

¿Qué ha caracterizado a su gobierno?
Ha presidido durante un renacimiento económico en Israel. Además, no han muerto israelíes por bombas suicidas y Netanyahu negoció en un difícil entorno internacional.

¿Qué consecuencias tiene?
Pese a esto, no ha logrado responder las grandes preguntas sobre el futuro de Israel, la primera de ellas: cuál será el futuro de los palestinos.

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