Hace cinco largos años, había un amplio consenso sobre el hecho de que los reguladores y los gestores de riesgo de los bancos siempre tendían a luchar la última batalla. De manera más notable, en el período previo a la crisis de Lehman Brothers en 2008, hubo un debate interminable acerca de los peligros de los fondos de cobertura y los riesgosos créditos apalancados.

Pero cuando llegó la tormenta, no fueron los fondos de cobertura o los créditos riesgosos apalancados los que causaron estragos. En cambio, los culpables fueron los activos supuestamente seguros con calificación AAA y las entidades que previamente se habían ignorado, en parte por esa obsesión con los fondos de cobertura.

¿Podría el mundo financiero repetir ahora el mismo error, y seguir luchando viejas batallas? Es una pregunta que vale la pena evaluar, particularmente a medida que emerge el debate acerca de un posible default técnico en el mercado de bonos del Tesoro estadounidense.

En los últimos cinco años, los reguladores han luchado por mejorar sus procedimientos para manejar el riesgo crediticio. Pero si hay algo que causará sorpresas en el sistema en los próximos años, no será necesariamente un riesgo crediticio; el riesgo de las tasas de interés podría ser más peligroso. Piénselo.

EL CICLO CAMBIARÁ
Durante los últimos años, las tasas de interés han estado en niveles mínimos, y se asume ampliamente que esto continuará. Hace unas semanas, por ejemplo, los analistas de Citigroup predecían: "Los bonos del Tesoro estarán más altos en 2014, los bonos alemanes, estables y los rendimientos de los bonos japoneses caerán a mediados de 2014". De ahí que las estrategias de los bancos y de operaciones de inversión que dependen de las tasas bajas han crecido en todos los rincones del sistema financiero, y muchos de ellos parecen estar sin cobertura.

Pero en cierto punto el ciclo cambiará, ya sea porque los bancos centrales eventualmente ajustarán la política (en un buen escenario), o los mercados entrarán en pánico (digamos, después de un default "técnico"). Esto podría no ocurrir por un largo tiempo; pero no se puede ignorar el riesgo. Y aún así, el tema del riesgo de las tasas de interés tiene mucha menos atención en la nueva arquitectura regulatoria que el riesgo crediticio. De ahí la extraña situación donde incluso los reguladores insisten a los bancos en ser cuidadosos con los créditos hipotecarios, y están impulsándolos a cargarse con bonos soberanos. Como Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, señaló en una editorial en Financial Times, esto representa todo tipo de peligros ignorados de largo plazo.

Peor todavía, ha habido sorprendentemente poco esfuerzo por parte del sector oficial de realizar análisis públicos de lo que el alza de tasas de interés le causará a los bancos o a los gestores de activos. Una excepción notable es la Corporación Federal de Seguro de Depósito (FDIC, su sigla en inglés) en Washington: este año publicó un análisis interno de cómo un gran (digamos, 300 puntos base) aumento en los rendimientos de los bonos del Tesoro a 10 años afectaría a los bancos asegurados por la FDIC. El mensaje fue aleccionador.

En los últimos seis años, la proporción de bancos estadounidenses que tienen grandes volúmenes de activos de largo plazo y baja tasa ha crecido desde 20% a casi 50%, porque los banqueros están desesperados por mejorar sus retornos, observó la FDIC. Pero los bancos también se han vuelto más dependientes de las fuentes de financiamiento volátiles. Así, mientras los bancos estadounidenses han asumido históricamente que las mayores tasas eran un beneficio (dado que elevan los márgenes de interés neto), el actual desacople de la confianza en los activos hace a algunos bancos vulnerables a grandes pérdidas si las tasas de interés se elevan.

VACÍO DE INFORMACIÓN
No es de extrañar, entonces, que los banqueros refuten este análisis; después de todo, señalan, los grandes bancos de Estados Unidos cubren sus riesgos. En Reino Unido, donde las hipotecas a tasa flotante en vez de a tasa fija son la norma,  la imagen es diferente. Pero el problema que enfrentan los inversionistas en evaluar estos temas es que ningún otro regulador o banco central se ha atrevido a producir nada tan decidor como el reporte de la FDIC.

El Banco de Inglaterra, por ejemplo, recientemente realizó sus propios ejercicios de modelamiento sobre los riesgos de las tasas de interés, que fueron inquietantes, dado que mostraron que algunas instituciones eran peligrosamente complacientes. Pero hasta el momento, sólo se ha discutido en reuniones privadas. El banco central de Japón (BoJ), en tanto, ni siquiera tiene interés en compartir con otros reguladores internacionales los resultados de sus propios ejercicios de modelamiento; en cambio, los funcionarios del BoJ simplemente insisten en que sus bancos pueden enfrentar mayores rendimientos de los bonos nipones, sin ofrecer ningún detalle.

Quizás esto no importa. Después de todo, la Fed parece bloqueada en entregar más alivio cuantitativo, Reino Unido y el banco de Japón se han comprometido a mantener las tasas bajas, y la semana pasada el Banco Central Europeo hizo eco de estas palabras. Pero, de mantenerse todo igual, los eventos de la semana pasada en Washington son un recordatorio oportuno de que la política económica no está siempre controlada por legisladores racionales. A veces lo inesperado puede desencadenarse, y no sólo con el riesgo crediticio (como en el caso de Lehman) sino con las tasas de interés también; doblemente cuando los mercados están actuando como si no hubiera ningún riesgo.

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