“Estoy en Nueva York, en el centro de la acción. Aquí escucho sirenas de ambulancias todo el tiempo”, comenta Guillermo Calvo, académico de la Universidad de Columbia, quien desde el confinamiento reconoce que su vida no se ha visto mayormente alterada. “Los intelectuales tenemos la mala costumbre de estar la mayor tiempo del sentados”.
Desde su hogar, donde cree que permanecerá por un buen tiempo pese a que su casa de estudios pretende reiniciar las clases presenciales en el otoño boreal, ha seguido con atención el debate que tiene lugar en Chile, sobre las opciones de apostar por una respuesta más potente a la crisis.
Aunque comprende las posturas más conservadores, teniendo presente las dificultades administrativas para entregar la ayuda a quienes realmente lo necesitan, considera que más deuda y más déficit son una alternativa pertinente para la emergencia nacional, con la que no cuentan otras naciones vecinas.
¿Cuál es su evaluación de la respuesta económica de la región al coronavirus?
-La capacidad de reacción depende mucho del ahorro acumulado y en la región vemos de todo. Está Chile, que se las ha ingeniado para tener fondos de reservas que son muy abundantes y tiene un importante espacio fiscal, mientras que otros como Ecuador no tiene absolutamente nada y más encima se le han quebrado los términos de intercambio de una manera brutal. Además se enfrentan otras dificultades por la informalidad, que por ejemplo en Perú llega a cerca de 70%. Entonces por más que se cuente con recursos para ayudar a los menos favorecidos es muy difícil llegar a ellos. Si esto dura un poco más va a haber que salir de la cuarentena y va a pasar lo que pasa en esos casos, fomentar el contagio, etcétera. En EEUU lo que se hizo fue mandar un cheque a la gente que ganaba menos que un monto dado, por eso fue fácil. Pero cuando se quiere hacer ese tipo de ayuda en países como los nuestros, nos metemos en una situación administrativa compleja. Por eso, entiendo que en Chile haya un grupo que va a decir que no se debe hacer porque no se cuentan con los instrumentos y no se quiere tirar la plata, mientras que otros consideran que igualmente vale la pena. Es un debate interesante en Chile que yo sigo.
¿Usted cree que en Chile se podría hacer más?
-Sin tener todos los detalles, se puede decir que Chile tiene espacio, por sus ahorros y reputación, para pedir más prestado. Es algo que pueden considerar ustedes o un país como Guatemala, por su posición fiscal firme. Si bien uno ve que aumenta el déficit fiscal, en este caso se justifica porque se tienen reservas y para eso están. No digo que eso es lo que se debe hacer, pero sí creo que vale la pena explorarlo. Hay que tener cuidado con ser más papista que el Papa. El déficit fiscal es malo, pero puede ser bueno en ocasiones como ésta. Son pocas esas ocasiones pero esta es una de ellas. Hay que tener una capacidad para manejar a la crisis con una mano de maestro, un poco lo que hizo Andrés Velasco en su momento, que se la jugó con un gasto y un déficit fiscal importantísimo, pero no para hacer una fiesta. Me preocupa a veces que gente muy bien intencionada y seria, piense que es mejor no aumentar el déficit fiscal porque se va a lucir poco serio. Sin embargo, eso no es bueno tampoco, porque entonces quiere decir que un país puede tener un montón de reservas, pero no las va a usar e igualmente va a entrar a una crisis seria. Acá se suele hablar de (Alan) Greenspan, porque en los 80s cuando fue necesario salió a poner un montón de plata para que no se cayera el mercado financiero, a pesar de que era un tipo severo en términos monetarios. Es importante la capacidad de ahorrar, pero también de saber cuándo se tiene que ir en la dirección contraria, tomando medidas de corto plazo, tratando de mantener la seriedad y la confiabilidad del sistema.
¿Qué alternativas tienen países con peor posición fiscal en la región?
-Ustedes son un país privilegiado, tienen la opción de tener un debate sobre las opciones. Hay otros países que ni siquiera tienen esa alternativa. Argentina, por ejemplo, en este momento no es financiable afuera ni adentro. Depende de sus magros recursos y de tener que financiarse con el impuesto inflacionario que con la historia de Argentina y la dolarización argentina es muy complicado. Tenemos entonces los dos casos extremos separados por la cordillera. Ustedes son privilegiados en cierto sentido, porque tienen un grado de libertad con el que Argentina no cuenta. También estoy atento a Brasil que está en problemas muy serios, de todo tipo. Su capacidad financiera para arreglar todo esto es muy limitada. Va a ser muy importante en varios casos la ayuda internacional, ya sea aceptando la moratoria o dando directamente recursos.
¿Qué escenario anticipa en la etapa posterior a la emergencia?
-Incluyendo a Chile, ya se experimentaba una desaceleración en la región y ahora estará con un mayor endeudamiento. Se va a complicar la situación, de eso no hay duda. Pero hay una cosa en particular que me preocupa y lo pondría como algo central; el sistema de pagos. Si los países comienzan a tener dificultades para cumplir con el deber de financiar, por ejemplo, la pobreza extrema, gente que tiene hambre porque no la dejamos ir a trabajar, la situación se puede complicar gravemente. Aunque parezca una contradicción con lo que decía previamente, no se debe perder la disciplina monetaria y fiscal, no se puede descontrolar el déficit y la inflación. Ya hemos visto cómo funciona eso último. A mí me preocupa mucho Argentina en eso, porque es la más enferma de todas. Es una economía donde de pronto se puede destruir el sistema bancario, lo que impediría que se hagan más transferencias. Chile está muy lejos de eso, pero es una excepción. Los riesgos crecen si uno ve a Ecuador o Brasil.
¿Cuál es su análisis del descomunal salto del desempleo en EEUU?
-La reacción del desempleo depende de la manera en que se está dando la ayuda. Hay dos maneras de hacerlo, una es dar compensaciones por desempleo y la otra es dar ayuda directamente a las firmas para que no echen a la gente. La primera opción se ha usado más en Estados Unidos y la segunda más en Europa, es por eso que acá se va un montón de desempleo que no se ve entre los europeos. Es interesante el debate sobre cuál alternativa es mejor. Si uno cree que el mercado asigna los recursos mejor que el Estado, puede preferir que se eche gente, compensándola para que siga viviendo y que luego empiece a buscar trabajo en el mercado, porque la nueva economía no va a ser igual que la vieja economía. Mediante la otra alternativa se podría estar manteniendo a firmas que tal vez no van subsistir después, por lo tanto, se estarían haciendo gastos excesivos y posponiendo la reubicación eficiente de los recursos. El trabajador recibe la misma compensación, la diferencia es que en un caso figura como desempleado y en el otro, con vacaciones temporales pagas. Es lo mismo, lo que pasa es que para mantener esas vacaciones temporarias pagadastiene derecho a volver a trabajar a ese lugar y ese lugar quizás ya no sirve.
¿No le preocupa entonces particularmente la situación económica estadounidense?
-Este país tiene una capacidad de respuesta muchísimo más grande que la que tenemos nosotros en el sur. Todo el mundo quiere el dólar. Cuando uno toma en cuenta la capacidad de emitir dólares, que se ha hecho mucho en este periodo, te das cuenta que ellos tienen una capacidad fiscal casi ilimitada y la están usando. Es muy interesante. Hay trabajos que muestran a la velocidad que lo están haciendo, comparándolo con lo que se hizo para la crisis de Lehman Brothers. En esa ocasión llevó un año que se implementará todo, acá se implementó en apenas una semana. Es impresionante la velocidad con la que se movió la Reserva Federal y el Congreso, a pesar de los problemas que este último siempre tiene. Logrando salir con respuestas de una magnitud realmente importante y que seguramente aliviaron la situación acá. Yo diría que la respuesta estuvo muy bien y la pregunta que todos debemos hacernos es qué pasará cuando todo esto se acabe. Estamos reaccionando como hay que reaccionar, pero los países desarrollados ya estaban muy endeudados. Hay que ver entonces cómo vamos a manejar esa deuda extra qué va a tener todo este esquema. Esa es la pregunta que queda pendiente.
¿Le preocupa la emergencia sanitaria y la respuesta que se ha dado al respecto en EEUU?
-Entre los expertos hay bastante debate. Hay gente que critica la lenta reacción de Nueva York. Sin embargo, otros toman en cuenta más los costos económicos de la cuarentena y tienen modelos que sugieran que se procedió más o menos bien o incluso que se apresuraron en cerrar. Todo es una cuestión de costo y beneficio. Se debe poner a cada cosa un peso razonable. Aparentemente se ha ido un poco lento acá, por la opinión general, pero no enfrentamos una situación que se salga de curso, como lo que estamos viendo en Brasil donde hay una especie de locura. Allá no están basados en ningún estudio serio. Por el momento no lo veo como algo tan grave. Estoy más preocupado por la pelea entre Estados Unidos y China que por temas de salud internos.
¿Qué le preocupa puntualmente sobre la relación entre ambos países?
-Esta misma semana Donald Trump dijo que es indudable que el “origen de la matanza internacional” es China. No es lo mejor que se puede decir si uno quiere arreglar las cosas con China. Yo creo que Trump quiere ganar las elecciones cueste lo que cueste. Está desesperado porque está perdiendo popularidad y cuando pasa eso muchas veces los gobernantes comienzan a inventar cosas, como la guerra, qué es algo que une a la gente. Yo tengo mucho temor de que esto se le vaya de las manos y que este conflicto puede empeorar.