El análisis crítico del economista de la Universidad de Cambridge. Ha-Joon Chang, captó la atención de los chilenos cuando visitó el país en agosto pasado. En ese entonces cuestionó el modelo económico nacional, basado en recursos naturales, mientras que llamó al Estado a tener un rol más activo en la búsqueda del desarrollo.
Hoy en conversación con PULSO, el académico surcoreano ofrece su análisis de un Chile convulsionado por las protestas sociales, las cuales comprende en función de las deudas que tiene un país, relativamente rico, en términos de desigualdad. Aunque reconoce que Chile ha tenido éxito e incluso ha sido la envidia del vecindario, señala que tiene que avanzar no sólo para dejar de competir en el mercado internacional con países como Vietnam, sino que también para ofrecer el bienestar que merecen sus ciudadanos, dice.
¿Le sorprendieron las protestas que se han visto en Chile?
-Me sorprende que se haya vuelto tan violento, pero creo que este malestar social se veía venir. Es cierto que los cambios políticos son difíciles de predecir con exactitud en relación al tiempo, pero en toda sociedad cuando acumulas varias razones de insatisfacción, tarde o temprano la cosa explota.
En Chile la desigualdad sigue muy alta. Se ha expandido mucho la educación universitaria, pero, cuando los egresados no encuentran empleos de acuerdo a sus habilidades, hay una nueva generación de jóvenes frustrados en un país que ahora es parte de la Ocde.
En Chile no se ha construido un bienestar propio de un país relativamente rico. Incluso aquellos que tiene una vida decente, notan que no será así al jubilar después de 40 años de trabajo duro, lo que va generando rabia. La economía de Chile es muy sofisticada, pero ha dejado a mucha gente atrás.
¿Qué implica para una sociedad como la chilena que se deje atrás a parte de la sociedad?
-Un país pobre, donde hay quienes no tienen ni siquiera tiene para comer, puede tolerar incluso un aumento de la desigualdad para reducir la pobreza. Eso ocurre en naciones como Vietnam o Etiopía.
Pero llega un punto en que una sociedad, como la chilena, es capaz de proveer las necesidades básicas para todos. Es entonces cuando la gente empieza a preocuparse por la desigualdad.
Están en un sistema democrático, donde todos debiesen ser iguales, no en uno diferenciado por clases. Se pueden tolerar diferencias en los niveles de ingresos, pero no que aquellos de más altos estratos usen sus conexiones políticas, por ejemplo, para crear monopolios.
La desigualdad en sociedades como la chilena no se trata sólo de diferencias en ingresos. Si la gente percibe que las reglas son injustas percibirá que hay desigualdad.
Tampoco se trata únicamente del acceso al consumo. Eso sería no entender a la sociedad humana. Lo que importa es cómo te paras y te siente en la sociedad, no el ingreso total. Por eso no puede nadie llegar y decirle a alguien que con lo que tiene debería ser feliz. Eso es de otro planeta.
Varios se han referido a Chile como un experimento neoliberal. ¿Cree que ese modelo, del cual usted es crítico, tiene un rol en esta crisis?
-Yo tengo una visión compleja de Chile. Su diversificación muestra un trabajo mancomunado entre el sector privado y público, por lo que no es totalmente neoliberal.
Pero sí es cierto que ese modelo no funciona en otros temas donde se ha fallado significativamente, generando mucha insatisfacción.
Uno de ellos es pensiones, que por su diseño excluye estructuralmente a las personas de estratos más bajos de la sociedad, porque necesitas de empleo e ingresos estables. Educación es otro, donde a cambio de expandir las opciones de los padres, un concepto muy neoliberal, se ha creado un sistema en el que la mayoría de los estudiantes terminan en escuelas pobremente financiadas y mal dirigidas, mientras que algunos de ellos llegan a universidades de la misma calidad, pese a que pagan mucho dinero.
A Chile también se le considera como modelo económico de la región. ¿Comparte esa visión?
-Chile ha hecho cosas impresionantes, como sus largos años de crecimiento, siendo el país de mejor desempeño en América Latina. Eso no significa que se puede continuar siempre con el mismo modelo. Cuando una economía consigue cierto nivel de riqueza tienes que cambiar la estrategia porque ya no puedes competir con los mismos. Chile no debería estar compitiendo con países como Vietnam en el mismo mercado. Se tiene que avanzar a un siguiente nivel.
Considerando los reclamos sociales y su análisis del modelo económico chileno, ¿le parecen adecuadas las medidas adoptadas por el gobierno?
- Las propuestas pueden estar llegando un poco tarde para algunas personas, pero con ellas se reconoce claramente el problema serio de desigualdad en Chile, por lo que avanzan en la dirección correcta. Buscan dar garantías de un ingreso mínimo más alto y de acceso a la medicina, por ejemplo. Pero es difícil saber si eso será suficiente, porque en el largo plazo se tiene que avanzar hacia a una noción más exhaustiva de bienestar social. Sin ese compromiso, por ejemplo, simplemente estás subiendo la pensión para enfrentar el mismo problema y descontento dentro de cinco años, en función del aumento del costo de la vida.
Chile está en un escenario en el que puede ofrecer un bienestar a todos sus ciudadanos, consenso al que deben llegar todos los sectores políticos. Luego verán a la velocidad a la que se avanza y con qué medidas.