Estamos en la era del escrutinio público, tanto a nivel individual como institucional. Las redes sociales, la velocidad con que se transmite la información y la demanda transversal por una mayor transparencia han sido los factores que generaron las condiciones propicias para situarnos en una sociedad vigilante y exigente del actuar de otros. Y lo anterior se aplica a todos los estamentos que componen nuestro entorno.
De hecho, basta con revisar las noticias de la última semana para comprobar que políticos, constituyentes y personajes públicos en general están siendo tan (atentamente) vigilados como los líderes del sector privado.
Es por ello que el reciente caso de la tercera vacunación del Presidente de Clínica Las Condes ha generado rechazo general y traen nuevamente sobre la mesa la importancia que tiene el actuar de las personas en las instituciones que representan.
Así como una frase que valide la violencia emitida por un constituyente terminó afectando y manchando a la Convención como órgano colectivo, la “saltada de fila” del Presidente de la CLC (que se vacunó por tercera vez gracias únicamente a su acceso privilegiado a las vacunas) ha tenido efectos dañinos a la imagen y reputación de la clínica cuyas consecuencias aún no podemos dimensionar.
Un tema a tener presente, así como el rol de los directorios en incluir variables ético-psicológicas al momento de reclutar y definir quiénes liderarán la organización.
Según un análisis recientemente publicado por el Harvard Business Review, los líderes empresariales y alto ejecutivos con un historial de no respeto por la ley o las reglas establecidas son más propensos a tener conductas que pueden dañar seriamente la reputación de la empresa, como uso de información privilegiada y poca transparencia en la entrega de información hacia los accionistas y el mercado. Todas ellas, conductas que pueden llevar a un escándalo y a comprometer el futuro de compañías, tal como ha ocurrido.
Todo indica que estamos viviendo un cambio cuyos efectos serán permanentes, y es una sociedad mucho más exigente con el actuar de líderes y representantes, así como también más castigadora de quienes no cumplan con los estándares éticos mínimos. La frase hechos, no palabras (Acta, non verba), cobra hoy un significado más profundo tanto en el ámbito público como en el privado. En buena hora.